•Gran padre.

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En un reino llamado "Rayo Morado" se encontraba en su castillo el rey que gobierna ese pueblo gigante. Junto a dos enfermeras dulces y amables, el doctor diagnosticando y preguntando al rey, quien estaba en su gran y cómoda camilla individual.

—Mi rey. Quiero y seré directo con usted, ¿puedo hacerlo? —pregunto el doctor con su rostro preocupado, su cuerpo parado y a un lado izquierdo del rey.

—Claro, puedes hacerlo —respondió con una sonrisa.

—Mi rey... Bueno... Señoritas, pueden retirarse.

—Claro doctor, Mura. —se inclinan ambas enfermeras y se retiran de la gran, reluciente y marrón habitación individual del rey.

—Adelante, prosiga.

—Mi rey... Usted... Por lo que veo... Tiene solo diez días de vida. —dijo al fin el doctor, lo más directo que pudo. ¿Por que le dolía tanto a el doctor Mura, si era solo un doctor más en el reino?.

—Oh... Ya veo...

—Mi rey, yo... Si usted quiere...

—No es necesario ser tan formal, Atsushi–kun. Las enfermeras ya se fueron, estamos solos. —habló serio y mirando fijamente al nombrado, que al parecer el rey sabe perfectamente su nombre.

—Es cierto... Pero aún así... Quiero mostrar mi respetos hacia ti... —comenta mirando igualmente al contrario— Ya eres el rey. No puedo decirte cosas que no son apropiadas para un rey.

—Y ya no lo seré más después de diez días, Atsushi–kun. —aunque le doliera era cierto, no tenía mucho tiempo de vida.

—Si pero... Aún así...

—Por favor... Ese es mi favor. Recuerda que me dijiste que podía pedirte cualquier cosa a pesar de que sea difícil. —sonríe.

—Es cierto... Bien, lo tomaré como favor.

El rey sonrió victoriosamente.

—¡Oh! Y para que te sientas feliz después de la noticia que te di, puedes pedirme cualquier otro favor, ¿ok? —le preguntó al rey.

—Claro. Sigues siendo el mismo niño juguetón.

—Por supuesto, sigo siendo el mismo niño tampoco has cambiado, estas bien relajado y comprensivo. —sonríe de forma amigable.

—Ya no estamos jóvenes como antes, tu de cuarenta y ocho años y yo de cincuenta y dos años.

Ríen risueñamente.

—Señor. —habló uno de los dos guardias de entrada quien abrió la puerta desde afuera de la habitación.

—Si.

—Sus hijos quieren verlo. —comentó el guardia.

—Pasen niños. —dijo el padre y rey. Al parecer sabía que ellos estaban allí.

—¡Si! —saltó y entró a la habitación alegre, esta es de sexo femenino la mayor al parecer. Su cabello morado corto y lacio como una cascada, ojos como la tierra y estatura mediana para su edad de seis años.

Otro pasó. Se sentó en la cama de su padre al lado izquierdo, mientras que la anterior solo estaba parada junto al doctor. El que acaba de pasar es el mediano de lo hijos, ojos como los de su padre, el rey, son color morado, su cabello largo y lacio, amarrado con una coleta(cole, moño) hacia arriba, el largo de su cabello que le llega cinco dedos separados bajo sus hombros, cuerpo de un niño pequeño como todos los de su edad a los cinco años.

La ultima se acercó lentamente.

—Acercate, Rin. —le habla a su hija menor.

—Me preocupas, padre. —hablo la recién llegada con voz suave.

—Descuida. Estoy bien. —terminó la pequeña de acercarse a su padre y sentarse en el lado derecho de Él— Niños... Seré sincero con ustedes... Tengo... Solo diez días más.

La mayor y el mediano lo entendieron todo, cada palabra, pero la menor no lo hacía, no entendía por completo lo que comentó su padre.

—¿A que te refieres, padre? —preguntó mirándolo.

—... Tengo solo diez días de vida.

La pequeña le miró fijamente a los ojos y luego le dio un fuerte y cariñoso abrazo.

—Los dos. Aserquence. Abracen a su padre. —les dio la mano y aceptaron con gusto.

Un enorme abrazo entre los cuatro lleno de amor estaba en él cuarto del rey.

—Tu también, Atsushi–kun, ven unete al abrazo. —le hablo a su amigo de infancia, el doctor Atsushi Mura. Un castaño oscuro, ojos marrón, estatura alta y algo relleno de cuerpo.

—N–no es–estoy bien aquí, mirándolos —Tartamudeó él castaño con nerviosismo.

—Venga, Atsushi–sensei. —le habla la de ojos tierra.

—Ehh... —cayó rendido —. Esta bien.

Ahora el abrazo era de cinco. El rey nunca se olvidaría de ese abrazo. Jamas.

🔸🔹🔸

Han pasado los diez días, esos días fueron estupendos, maravillosos. Ellos, todos, absolutamente todos estaban en ese funeral.

Algunos tristes otros casi llorando pero los si sufrían son sus hijos, las princesas, el príncipe y el doctor.

La mayor llorando y abrazada junto al doctor quien también lloraba. El mediano a punto de llorar, con pequeñas gotas o lágrimas en sus mejillas. Y la menor, dolida, con su pequeño, delicado y sensible corazón roto; nunca conoció a su madre y su padre era el único quien conoció solo por cuatro años. Pero no lloraba, nada, ni siquiera una lágrima, sus ojos perdidos y en shock su corazón y cerebro.

Pasó lo peor. El funeral. Los hijos y el doctor aún estaban ahí observando su altar.

—Solo quisiera... Que pudiera hacer algo, no salvé su vida... —hablo con tristeza, el doctor.

—Hiciste lo que pudiste. Eso es lo que vale. —habló la menor de todos, pero no con su voz humilde, suave ni dulce, esta voz es distinta, seca, fría y algo cruel.

Los presentes, sorprendidos de su acto se miraron y luego agacharon su cabeza.

—Si... Tienes razón. Gakupo Kamui. —le habló al hijo mediano. Este se acerco y lo miró a los ojos.

—Si. Atsushi–sensei. —le habló seria pero amablemente.

—Eres el próximo y heredero al trono. Eres el único hijo varón de esta familia, tienes que tomar las riendas. —le tocó su hombro izquierdo.

—¿Pero no es el o la mayor de los hijos? —pregunta con confusión.

—En este reino son solo los varones quienes toman el trono. —le explicó al niño confundido quien ahora no lo está.

—¿Pero que pasará con mis hermanas? —pregunto mirándolas.

—Seguirán siendo las princesas y les seguirán teniendo respeto como siempre. ¿Entendido? —le dijo con voz dulce.

—Si. —asintió.

—Bien. Es hora de irnos a casa. —avisó a las princesas y al príncipe.

Todos se juntaron, la mayor junto al castaño con la manos juntas y el príncipe al lado de su hermana menor quien estaba al lado derecho del castaño.

«Descuida, Makoto–kun. Cumpliré mi promesa», pensó el castaño, con firmeza y seguridad.

—El ultimo favor que quiero... Y que me dijiste que puedes hacerlo es... Que cuides a mis hijos. Sólo es eso. Por favor... Prometelo.

—Lo haré.

—Gracias. Por todo Atsushikun. —fueron sus ultimas palabras antes de que su cuerpo y alma ya no existiesen más.

Después de todo. Tuvieron un gran rey, esposo pero sobre todo... Gran padre.

Razones para no enamorarme. (LukaxGakupo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora