Prólogo

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Una pequeña niña de cabello moreno escuchaba las tristes gotas caer al suelo, los golpes de herradura de los caballos y las ruedas de madera rodando. La pobre niña cerraba sus ojos. Pasaba sus manos por el asiento de la carroza donde iba. Intentaba fijarse en su textura para mantener la calma. Ella se sentía nerviosa y confundida pero no, no tenía miedo. Y, según ella, sentía un "sentimiento malo" crecer dentro de ella. Como si algo le fuera arrancado de sus adentros. Al abrir los ojos, vio a aquel hombre corpulento, pálido y de cabellos azabache delante de ella. El hombre apoyaba su cabeza en su propia mano, sus ojos serios contemplaban el exterior a través de la ventana de la carroza.

-Detente. -ordenó aquel hombre al chófer.

La niña no pudo ver la sonrisa malvada que se escondía tras la mano de aquel hombre. La carroza paró. El hombre abrió la puerta de la carroza y sacó su paraguas. Ofreció una mano a la niña para ayudarla a bajar. Al salir, la niña vio un viejo edificio de piedras grises mohosas. El hombre hizo sonar el picaporte de la enorme y vieja puerta de aquel edificio. La niña miró hacia atrás, esperando a encontrar una respuesta de porque ella estaba allí. Pero solo encontró la mirada vacía del chófer, mirando a la nada. El chófer giró su cabeza para dirigir una sonrisa a la niña, mientras ella daba una despedida agitando su mano.

-¿Usted es el de la carta? -preguntó una voz femenina y grave, asustando a la niña que observaba al chófer, la voz provenía de una mujer robusta de caderas anchas que salió de la enorme puerta.

-Sí, aquí está la niña. -contestó insípidamente el hombre. Sin más palabras quiso marchar.

-Espere, ¿no me dirá el nombre de la niña? No figuraba en la carta.

-No lo sé, ni tampoco importa.

La niña agachó la cabeza, aquel sentimiento que crecía en ella... Se hacía aún mayor. El hombre se subió a la carroza. Y poco a poco, la carroza empezó a moverse. Se alejaba tanto... Haciéndose más y más pequeña, hasta que desapareció en la oscuridad de la noche. La mujer arrastró a la niña para los adentros de aquel lugar. Y el tiempo solo parecía empeorar.

Alas Mojadas: El búho perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora