Ciento uno.

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Cuando estuviste estabilizado me dejaron verte.

Estabas dormido, con el pelo revuelto y el ceño fruncido.

Solo con observarte de lejos vi unas pequeñas marcas en tus brazos.

Habías decidido empezar el tratamiento por fin, aunque no me habías llamado.

Tenías unas llaves de mi casa, mi madre te las dejó, para que irías de vez en cuando, con la promesa de no revolver mis cosas.

Besé tu frente, estabas ardiendo, si por mí fuera nada de esto tendría que haber pasado.

Pero como siempre, a orgulloso no te ganaba nadie.

Siempre querías salirte con la tuya, aunque sería lo peor para ti.

A veces me desesperas querido rubiales.

Me di la vuelta y estaba a punto de salir por la puerta cuando te oí moverte.

Mientras me quieras, me da igual.

Te salvaré maldito rubio. [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora