Miedo a la vida

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Escucho el ruido del despertador y alargo la mano hasta apagarlo. Me froto los ojos y miro hacia el techo. Otro día más. Otro asqueroso día más.

Retiro las sábanas de mi cuerpo, de mi asqueroso cuerpo. Me levanto y me quedo sentado en el borde de la cama. Mirando hacia la nada. Cojo las zapatillas y me las pongo. Me levanto y camino por los pasillos de mi casa. De mi pequeño piso. Entro en la cocina y me preparo dos tostadas. Las como sin mucha gana y voy al baño.

Me desnudo y dejo mi cuerpo a la intemperie. Me miro al espejo. En el solo consigo ver un cuerpo feo, una cara fea, un ser feo. Abro los grifos de la bañera y dejo que se llene hasta arriba. Entro poco a poco y me recuesto en su interior. El agua esta caliente. Me quedo un buen rato mirando hacia la nada, sentada dentro de la bañera. Saco los brazos para lavármelos, y en ellos contemplo las marcas que hay en ellos, marcas de odio, marcas de propio odio.

Acabo de lavarme y salgo de la bañera. Me seco y me visto. Con ropa resquebrajada y fea. Salgo del piso y cierro la puerta. Bajo por las escaleras y me dirijo hacia la parada de autobuses. Llego y espero la llegada del autobús para ir a trabajar.

Pero el autobús nunca llega, he llegado demasiado tarde. En ese momento decido no ir a trabajar.

Avanzo por las calles de Brooklyn, despacio y contemplando las vistas que la ciudad ofrece. Veo un bar y decido entrar a tomar algo. Entro y pido un chocolate caliente.

— Buenos días, me gustaría tomar un chocolate caliente, por favor.

Pero nadie me escucha. Nadie me oye. Nadie me hace caso. Tanto tiene, ya estoy acostumbrada. Observo el interior del bar. Lleno de gente y de decoración de invierno, decoración de navidad. La gente está feliz, vestidos de invierno, con atuendos navideños sobre sus cuerpos. Niños felices, correteando de aquí para allí, esperando ansiosos la llegada de la noche en la que un desconocido vestido de rojo les deja un regalo debajo del árbol.

Yo nunca he sido de regalos. Tampoco he tenido padres, claro. Murieron cuando yo tenía apenas 2 años. Accidente de tráfico. Tan solo tengo s alguien en mi vida. Mi hermana, le tengo mucho cariño, y posiblemente sea la única razón por la que este aquí. Esta ingresada tras sufrir un atropello la semana pasada, pero todo apunta a que se recuperará.

Me pongo a explorar el bar, en busca de alguna distracción. En ese momento mis ojos se clavan en un periódico. Me levanto y voy hacia él. Lo cojo y empiezo a leerlo. Deportes, economía... nada interesante.

Entonces clavo la vista en una noticia. Una notica particular. La noticia de una joven que se ha tirado desde el puente de Brooklyn. La han encontrado en el fondo de las aguas. Todo apunta a un suicidio. Aparece una foto captada por las cámaras de seguridad cercanas, en ellas se ve s ls chica, momentos antes de que decidiera acabar con su vida. No se ve muy bien, está algo borroso, pero parece que lleva mi misma ropa...

No le doy importancia y cierro el periódico. Abandono el bar y me encamino hacia los exteriores de Brooklyn.

Paso por parques y observo como los niños juegan contentos. Ellos todavía no tienen preocupaciones por las que no dormir o sentirse preocupada. Los envidio. Envidio sus vidas.

Paso de largo y atravieso una calle bastante transitada. Me fijo en la calle. Adornada de objetos y complementos navideños. En el centro de ella han colocado un gran abeto navideño, rodeado de regalos y objetos envueltos en papeles de colores.

En esto noto una sacudida y caigo al suelo. Cuando recupero la sensatez veo s otra persona intentando levantarse delante de mi. Tiene todo el torso lleno de café, y en el suelo un montón de papeles manchados. Intento disculparme del choque.

— Oh, lo siento mucho, yo, perd...

— ¡Dios! ¡Mira por donde vas atontada! ¡Me has jodido el trabajo y me has manchado entero de café! ¡¡Joder!!

La gente empieza a mirarnos, como si de un espectáculo se tratase.

— Perdone mucho. No iba mirando. Yo... espere que le ayu...

—¡Lárgate! ¡No estropees más las cosas, niñata engreída!

Tengo ganas de llorar, odio, rabia. Veo que todo el mundo se nos queda mirando y empiezo a correr. Retengo mis ganas de llorar, y en medio de la carrera choco con varias personas.

Solo es cuando estoy lo bastante alejada de la calle cuando ya no puedo retener más las lágrimas y acabo llorando.

No sirvo para nada. Solo para causar destrozos y malhumorar a la gente. Soy una estúpida...

Me seco las lágrimas y avanzo por otra calle, esta mucho menos transitada. Me intento alejar de la gente. Alejarme de la vida. No quiero causar más daños.

Paso por delante de una tienda de electrodomésticos y me quedo pasmada frente a las pantallas que están expuestas en el expositor. Está sintonizado el CANAL 5, y en él están informando de la noticia de la chica del puente. Se ha confirmado lo del suicidio. Según las autoridades la chica era huérfana y vivía sola aquí, en Brooklyn. Ahora que veo las imágenes del momento, me doy cuenta de que esa si es mi ropa. Lleva la misma ropa que yo. Me largo de allí.

Cae el anochecer y decido contemplar las estrellas desde el puente. Camino lentamente. Llego al puente y observo las estrellas pegada a la barandilla. La noche esta muy bella.

En esto recibo una llamada y decido coger.

— ¿Si?

— ¿Es usted la hermana de la Laura Williams? ¿Mery Williams?

— Si. —respondo.

— Somos del hospital central de Brooklyn, me temo que su hermana... ha fallecido...

— ¡¿Como?! —las lágrimas empiezan a brotar por mis ojos.

— No ha conseguido recuperarse del golpe craneal. Lo siento...

— No... ¡No!

Dejo el móvil y cae por la barandilla, ahogándose entre las pequeñas olas que se producen.

¿Por que yo? No tengo nada, amigos, vida, ganas de vivir... y para algo que consigo retener a mi lado, el amor de mi hermana... la vida se lo lleva...

Me levanto y me pego a la barandilla. Cierro los puños y lloro. Me desahogo.

Subo la barandilla y me coloco al otro lado. Con el agua a mis pies.

No sirvo para nada. Mi vida es una mierda. No valgo nada, no merezco vivir. Y aun así, ¿para que? Para nada.

Suelto una mano de la barandilla.

Tal vez si no hubiese perdido el autobús aun estaría viva.

Tal vez si no me hubiese chocado con aquel señor, seguiría viva.

Tal vez si no hubiese recibido esa llamada, aun estaría viva.

Tal vez la chica de las noticias soy yo.

Suelto la única mano con la que me mantengo agarrada a la barandilla y me dejo caer.

Caigo.

Caigo durante segundos.

Esto es lo correcto. No sirvo para nada, no merezco vivir.

Noto el agua a mis pies y enseguida me sumerjo en ella. Dejándome hundir. Dejándome llevar. Dejándome morir.

En el fondo de las aguas, me encuentro con mi cuerpo.

Autofobia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora