Capítulo 1.

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Capítulo 1.

-¡Irene, ha llegado otra carta! –Escucho desde la cocina, y suspiro. Tragando saliva-

Ya iban diecinueve cartas. Diecinueve cartas de color azul que habían llegado a mi buzón durante estos tres meses de verano. Seis cada mes. Este mes habían llegado siete.

Y no había abierto ninguna.

-¿Sobre azul? –Pregunto, y Anne asiente. Entregándomela-

La cojo con mis manos, haciendo una bola con ella y metiéndomela en el  bolsillo de mi chaqueta que siempre llevo cuando estoy por casa.

Observo de reojo como Anne me mira con reprobación, parada en la entrada de la cocina. La ignoro, mientras sigo cortando las zanahorias y los tomates para la comida.

-Sabes que no me parece bien esto. –Dice, haciendo un mohín con la boca- No me parece nada bien y lo sabes.

-Me da igual. –Respondo, seca. Sin dirigirle la mirada-

Sigo cortando las verduras, ignorándola y apretando más mis dientes. Me daba igual. No iba a volver a pensar en el pasado. No iba a volver a pensar en él y ni mucho menos iba a volver a abrir una de sus malditas cartas.

Lo hice la primera vez y no iba a hacerlo más.

Escucho uno de sus típicos suspiros detrás de mí.

Agradecía mucho lo que Anne y mi tío Stephan habían hecho por mí. Pero no aguantaba a Anne. Ni a sus estúpidas comidas familiares con toda su familia. Ni a sus malditos macarrones que, según ella y mi tío, estaban deliciosos.

Estaban sosos. Muy sosos.

Tampoco aguantaba los malditos conjuntos que me hacía llevar en sus comidas porqué eran ‘’más femeninos’’. Y tampoco aguantaba sus suspiros de resignación y sus charlas.

Desde que me metí con ella en ese avión obligada odiaba todo de su persona.

Y yo entendía que ella sólo quería lo mejor para mí, pero yo ya estaba harta de tener que depender de la gente.  

Mi tío Stephen tampoco es que fuera un tío de esos ejemplares a los que idolatras para toda la vida. No. Ni mucho menos. Mi tío Stephen se pasaba todo el día en su oficina, y cuando venía, se tumbaba en el sofá de esa grande casa. Con los pies en alto. Esperando a que Anne le hiciera la cena.

Y yo, eso precisamente, no lo veía bien.

No veía nada bien en general.

Mí día a día se basaba en ir a la universidad y escabullirme de casa nada más volver. Pasear por los parques e ir a mirar tiendas en las que al final no me compraba nada porque no tenía dinero.

Y mi orgullo era demasiado grande como para pedirle a Anne un poco de su dinero. Y ellos siempre me ofrecían. Pero yo nunca lo aceptaba.

Tenía bastante ya con saber que me estaban pagando la universidad, mi alimentación y mi estancia en esa casa. Me sentía dependiente de ellos. Como un perro que se escapa de casa y que a las horas vuelve porque tiene hambre y no consigue nada de comer.

Me sentía abrumada a veces por la rabia y la resignación. Y otras muchas veces me sentía triste y me daba asco. Como si mi vida ya hubiera acabado y lo único que me quedaba hacer ahora era esperar hasta que alguien viniera a por mí.

Tampoco sociabilizaba mucho. Apenas conocía a un par de chicas en la universidad bastante majas que siempre iban juntas.

Clara y Sophie. Siempre juntas. Si no fuera porque una es americana y la otra española perfectamente podrían ser hermanas. Y no sólo por su apariencia, ya que las dos tienen bastantes parecidos físicos, sino porque no se separaban ni para ir al baño.

Scar Tissue [2T-Brave] (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora