Capitulo 1: Dirección

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CAPITULO 1

El aire de la noche era frío. Más de lo normal para la época que era.

Los veranos en Las Vegas no solían ser fríos, pero esa noche, era mejor no salir de casa sin una chaqueta.

Su pelo se movía con el aire y la luz de la luna era la única que iluminaba la calle. Miró su teléfono.

- Las 2:23... -murmuró.

Miró de nuevo al frente cuando vió las luces de un coche pasar por su lado. Nunca se le habían dado bien las direcciones, pero esa noche se había perdido totalmente. Llevaba andando desde las 2 de la mañana sin rumbo porque no sabía dónde estaba.

"Tranquila, la casa de Noah no está muy lejos de aquí" le dijo Clary, su mejor amiga. "Será la fiesta del siglo y como soy tu mejor amiga no voy a dejar que te la pierdas" le sonrió.

- Ojalá no hubiese aceptado -suspiró.

Aun que en teoría ella había aceptado ya que Clary la convenció con la condición de que ella la llevaría a la fiesta en su coche, pero como siempre, le había sucedido algún contratiempo que le había impedido pasar a buscarla.

Esta vez se ha pasado -pensó.

Se abrazó a si misma. No le gustaba mucho la idea de estar sola en la calle a las 4 de la madrugada sin un rumbo y sin si quiera saber donde estaba.

"Mira, lo siento mucho, ya sé que te dije que pasaría por ti pero confía en mi, la fiesta es a unas pocas calles de tu casa. Tú solo sal a la calle y gira a la derecha a la tercera salida giras a la izquierda y después a la primera salida a la derecha y luego otra vez a la derecha. En esa calle cuentas las casas y la número diecisiete es la casa de Noah. ¿Ves? No es tan díficil"

Estaba segura de que había seguido las indicaciones a la perfección, pero aun así cuando llego a la casa número diecisiete no había nada, sino una casa familiar con nadie en el exterior, es decir, es normal que una familia este durmiendo a las doce de la noche obviamente, así que supuso que habría contado mal y como no había visto ninguna fiesta en las casas anteriores decidió seguir andando.

No sabía que era peor, que su amiga la hubiese dejado tirada, sin coche que la llevara a la fiesta, con las indicaciones incorrectas y que sus padres no supieran que había ido sola o estar sola en una calle desierta dónde lo único que quedaban eran casas abandonadas o algunos edificios todavía por acabar o en muy mal estado.

Hacía por lo menos tres horas que llevaba andando por las calles sin saber dónde estaba la famosa casa de Noah. Podía haber vuelto a su casa, haberse tirado en su cama y haberse inventado cualquier cosa al día siguiente para que Clary no se enfadara con ella. Pero por supuesto, su orgullo no pudo con ella, pensó que sabía orientarse que no necesitaba la ayuda de nadie ya que ella solita podría pero hace como dos horas que se dío cuenta que estaba equivocada y ya no había vuelta atrás.

Su móvil seguía con batería, al 68% para ser exactos, ¿pero de que le servía un móvil si no tenía cobertura? Hace como una hora que perdió la cobertura, aun que no le había servido de mucho, ya que Clary la ignoraba totalmente, posiblemente ya esta totalmente emborrachada y vete a saber que más, sus padres la matarían si los llamaba explicándoles la verdad así que pensó que era mejor no llamarlos y entonces la imagen de una persona pasó fugazmente por su mente. Le quedaba su mejor amigo, Thomas. Él estaría durmiendo a esas horas pero aun así lo llamó.

-¿Thomas?

-¿Quién llama a estas horas intempestivas por el amor de dios?

Thomas digamos que no era el típico chico popular ni nada de eso, aun que tampoco era de los más raritos, pero dígamos que si hubiese una línea entre la popularidad y por decirlo de alguna forma, los raritos, él estaría cayendo en picado hacía los raritos.

Pero eso no le importaba mucho, él era un chico divertido y su mejor amigo desde que tenía uso de la razón. Vale que a veces podía resultar un poquito rarito con sus bromas y demás, pero eso era algo que le definía y que a ella le encantaba.

-Soy yo Thomas, sé que es muy tarde pero tienes que ayudarme, por favor.

-Espera, espera, espera... ¿Por qué necesitas mi ayuda a las -se escuchó un silencio en el que Thomas aprovecho para mirar la hora- dos y media de la madrugada? Oh no, no me digas que estas con alguien ahora mismo y necesitas condones.

-¡¿QUÉ?! ¡THOMAS! ¡¿Eres idiota?! -se escuchó la risa al otro lado del teléfono-. Por favor, Thomas, esto es muy serio, necesito tu ayuda.

-Vale, entonces deja de repetirme una y otra vez que necesitas mi ayuda y dime ya que demonios necesitas.

-Estoy perdida, no sé dónde estoy.

Hubo un silencio al otro lado del teléfono.

-¿Thomas?

-A ver, ¿qué haces a las dos y media de la madrugada en la calle, posiblemente sola y perdida?

Un nudo en su garganta se formó ya que aun que Thomas era su mejor amigo cuando ponía ese tono acusatorio hacía ella se sentía fatal.

-Es una larga historia, cuando llegues te la cuento, pero por favor tienes que venir rápido.

-Estoy poniéndome las bambas. Sé que estas perdida, pero no tienes idea del nombre de la calle o algo que haya por ahí, no sé, una tienda de ropa o algo que puedas reconocer -miro a su alrededor y solo vio casas al rededor, hasta que al final de la calle vislumbró lo que parecía un cartel de un starbucks.

-Es una calle llena de casas y al final de la calle hay un starbucks.

-Bueno, algo es algo. Quédate al lado del starbucks, intentaré encontrarté lo antes posible.

-Muchas gracias Thomas, no sé que haría sin ti...

-Lo sé, lo sé, me amas. Ahora quédate allí y espérame.

-Vale.

Y colgó. De eso hacía más de una hora y ella estuvo esperando al lado de ese starbucks como tres cuartos de hora, pero se hartó de esperar y siguió andando alejándose de esa calle y probablemente todas las que había al rededor ya que la calle no se encontraba no parecía una calle que se encontrara muy cerca de ese barrio residencial.

Todo pasó muy rápido, no sabía bien que estaba pasando. Estaba mirando el móvil que marcaba las 3:03 am y de repente una mano tapó su boca. 

No había escuchado pasos, no había escuchado ni si quiera la respiración de su agresor. Intentó defenderse pero era más grande que ella, y más fuerte. Una de las manos estaba en la boca de ella para que no chillara, y la otra se encontraba envolviendo los brazos de ella para que no se pudiera defender tan bien.

En ese momento todo su mundo se derrumbó, pensó que no volvería a ver nunca más a nadie, ni a sus amigos, ni a sus familiares, a nadie. Todo había acabado para ella.





Revenge (Jason McCann)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora