CAPÍTULO 03

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Tristán despertó confundido, con cinco pares de ojos curiosos mirándolo fijamente

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Tristán despertó confundido, con cinco pares de ojos curiosos mirándolo fijamente. La cabeza le daba vueltas y la vista se le nublaba, impidiéndole observar con claridad. Sintió nervios de ver a tantas personas rodeándolo, preguntándose por qué él era el centro de atención. El último recuerdo que tenía, era haber esquivado la piedra de la carretera; y todo se ponía confuso después de eso. Intentó elevar la vista, notando cómo las personas conversaban; sin embargo, no pudo distinguir lo que decían. Le zumbaban los oídos.

─¡Abran paso, quiero ver a mi hijo! ─Alguien gritó, desde un lugar que Tristán no alcanzaba a ver. 

Por un instante, pensó que podría tratarse de su padre; pero eso le pareció imposible. Esa voz era demasiado gruesa como para ser la suya. Él continuó moviendo los ojos, tratando de descubrir qué sucedía. Sin embargo, sentía que perdería el conocimiento en cualquier momento. 

He dicho que abran paso─. Ahora, se escuchaba más cerca─. ¡NECESITO VER A DOMINIC! 

Tristán respiró con alivio al oír eso; no lo buscaban a él. El malestar general que tenía, además del fuerte dolor de cabeza, le hicieron sospechar que se encontraría en un hospital. Tal vez, sí ocurrió algo malo después de evitar la roca. Él estaba seguro que Dominic debía ser su compañero de habitación, y sus familiares estarían llegando a verlo. Esa idea lo inquietó, e hizo que varias preguntas se formen en su mente. ¿Dónde estaban sus padres? ¿Cuánto tiempo llevaba él inconsciente? ¿En qué hospital se encontraba? ¿Dónde estaba Amelie? ¿Ella estaría bien?

Un ruido seco lo sacó de sus pensamientos, y elevó la cabeza; notando que las cinco personas que lo acompañaban se habían alejado. Solo en ese momento pudo darse cuenta que todas eran mujeres; pero eso no fue lo que llamó su atención, sino, la forma en que estaban vestidas. Ninguna de ellas traía puesto un uniforme de enfermera; o ropa que un trabajador del hospital usaría. Todas llevaban vestidos largos y sencillos; de colores claros y sin muchos adornos.

Tristán intentó sentarse, y levantar un poco más la cabeza; pero un fuerte mareo lo azotó. El leve movimiento lo desestabilizó, e hizo que los dolores se acrecienten, causando que la vista se le nuble aún más. Sintió cómo unas manos gruesas y nudosas lo sujetaron por los hombros; alzándolo y abrazándolo con fuerza. Él no entendía quién era el hombre frente suyo, o por qué hacía eso. 

─¡Hijo mío! ─Gritó el señor después de soltarlo; su voz era idéntica a la que había gritado antes─. Por un momento creí que te había perdido, Dominic.

Tristán se sintió aún más confundido al escucharlo; creyendo que el hombre se equivocó de paciente. No entendía por qué pensaba que él era su hijo; o por qué lo llamaba Dominic.
Tristán se esforzó en no perder la conciencia debido al mareo, y trató de identificar quien era la persona que se encontraba arrodillada frente suyo. A pesar de todo, logró reconocer algunos rasgos del hombre que se hacía llamar su padre. Tenía el cabello castaño y largo, más o menos a la altura de los hombros.

Realeza InesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora