-Tienes que decidir
-¿Pero decidir qué?, no entiendo nada.
-...
-Dime algo, pero no te vayas. ¡Ven! por favor ven. Sólo quiero saber qué es lo que tengo que decidir.
La voz había desaparecido. En ese momento la habitación entró en un silencio absoluto pero efímero. Escuché un ruido que rompió con ese momento de paz.
-¡Lea despierta!, el vuelo sale en 4 horas y aún tenemos muchas cosas que hacer- Era mi madre, que en ese momento parecía un robot haciendo mil cosas al mismo tiempo. Guardaba cosas en cajas, ropa en maletas, me preparaba un zumo de naranja y a pesar de hacer todas esas cosas estaba con una sonrisa de oreja a oreja. Mientras que yo seguía en la cama, tumbada, contemplando mi habitación vacía. Tenía unas ojeras que reflejaban la mala noche que había pasado. Ese sueño, el sueño que se estaba volviendo repetitivo desde que empezó el verano.
En mi habitación sólo habían dos cajas. Una con las cosas que tiraría y otra con las que llevaría a la nueva casa. Esta será la décima mudanza y sólo tengo 17 años y para ser sincera, esta es, bueno era, una de las casas que no eran como un hotel para mí. Creía que iba a vivir aquí hasta que empiece la universidad, creí que por primera vez iba a poder hacer amigos que me duren más de un curso. Pero no puedo cambiar la vida que me ha tocado vivir, por lo menos no por ahora.
-Lea, ¿ aún sigues en la cama?,venga despierta- me dice mi madre cuando entra en mi habitación para llevarse la caja con cosas que voy a tirar.
Cuando se lleva la caja encuentro una foto que se había caído. La foto era de cuando estaba en primero de secundaria, estaba toda la clase, era la típica foto de grupo. A penas reconocía a los de la foto, exactamente a tres personas: a Christian y Laura, los únicos amigos que hice en ese instituto. Y a Carlos, mi primera ilusión y decepción amorosa.
Carlos era muy "popular" en el colegio, era guapo, jugaba al fútbol y todas las chicas de mi clase estaban enamoradas de él. Recuerdo que antes de las vacaciones de navidad su mejor amigo le dijo que me gustaba. Su respuesta fue que le parecía maja pero que no podía
salir con alguien como yo. ¿A qué se había referido con eso?. Ese día estuve toda la tarde mirándome al espejo, nunca me había preocupado por mi físico. Me sentía bien con mi cuerpo, no estaba gorda pero tampoco delgada, decidí cambiar de ropa y hacer ejercicio. A final de curso ya era "guapa" para Carlos pero no quería salir con alguien que sólo se fija en el físico.
-¡Lea salimos en media hora!- El grito de mi madre me hizo salir de ese recuerdo y me di cuenta de que aún estaba en pijama. En todas las mudanzas trato de expresar mi malestar con algo. De pequeña lloraba, luego escondía las cosas de mi madre. Recuerdo que en la última mudanza no hablé durante una semana.
En el fondo me daba pena mi madre, sé que ella no tiene la culpa de las mudanzas y que se siente mal y triste, porque cada vez que logro hacer amigos me tengo que mudar, aunque ella trataba de no reflejarlo utilizando una careta con la que trata de fingir que no le afecta la mudanza, con su falsa sonrisa trata de hacerme creer que hasta es "divertida".
Después de nueve mudanzas he podido comprender que mi madre no es la culpable, sin embargo eso no cambia que la mudanza me afecte y que en cierto modo esté enfadada. Pero esta vez no haré nada, trataré de ver, o por lo menos tratar, de encontrar el lado positivo a las cosas.
-Mamá ¿dónde está mi ropa?- grité. -Está toda en la maleta, pero creo que tienes algo en el armario- me dijo mi madre desde la cocina.
Me dirigí al armario y encontré unos vaqueros que no había visto en meses y la camiseta que me regalaron en mi cumpleaños, la que nunca me había puesto porque no me gustaba.- Se positiva, se positiva- repetía esa frase en mi mente para no explotar en ese instante. Me cambié y antes de irme guardé la foto en el bolsillo de los vaqueros.
Nos fuimos al aeropuerto, para mí era como una segunda casa, ya estaba acostumbrada a estar allí. Me gustaba estar allí, podía observar distintas historias, desde tristes despedidas hasta alegres reencuentros, en fin, miles de historias por ser contadas. Ahora un nuevo capítulo de mi historia está a punto de empezar, ya tengo que entrar al avión.
El vuelo se me pasó muy pronto, Estuve todo el viaje escuchando a mis grupos favoritos, todas las canciones hablaban de despedidas, amores imposibles, tomar decisiones... Me sentía muy identificada con lo de las despedidas, ¿y las decisiones?, con todo el ajetreo del viaje y la mudanza me había olvidado por completo del sueño, ahora no era el momento para pensar en el sueño ni a qué se refería.
Mi madre estaba con nuestras maletas, nos recogió un coche de su empresa y nos llevó a nuestra nueva casa. Esta casa era más grande que la anterior, nuestras cosas estaban allí. Subí a ver mi nueva habitación, era muy amplia y tenía un balcón, mis cosas estaban allí, en las cajas. Hasta ahora todo estaba perfecto, ser positiva no estaba tan mal después de todo.
-¿Qué te parece la nueva casa?- me pregunta mi madre.
- No está mal.
-Ya verás que pronto vas a hacer nuevos amigos, además el instituto empieza en dos semanas.
-Sí, que emoción- digo esta última frase con un tono de depresión que mi madre se ríe y me da mi maleta.
Llevo la maleta a mi habitación porque no soportaba ni un segundo más estar con esa camiseta. Cuando la voy a abrir me doy cuenta que no es mi maleta, que mi maleta la tiene otra persona, que sólo tengo esa horrible camiseta. En ese momento sólo pienso en algo: ser positiva no es lo mío.
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Plan N
Novela JuvenilPlan N es la historia contada por una adolescente, Lea, que por el trabajo de su madre siempre está viajando. Por esta razón llega a una nueva ciudad que es muy diferente a las otras en las que ha estado y que la ayudará a encontrar el sentido al su...