(10 de Noviembre de 2016)
Desde hace varios años tengo la sensación de haber leído una historia, un cuento de esos que las madres leen. Era una especie de leyenda la cual contaba sobre dos amantes que se ha habían suicidado juntos, pero que luego, al renacer, ambos volvían a encontrarse y podían vivir juntos como cualquier pareja. Una historia normal si no contábamos lo que decía a continuación. Se supone que si solo uno de ellos estaba enamorado, el otro quedaría atrapado en su mente, como castigo por haber obrado mal en su antigua vida.
Me fascinaba en extremo así que me dediqué durante toda mi adolescencia a buscar el libro o cualquier medio por donde obtenerla. Nunca lo logré y sin embargo, todavía no me doy por vencido. Por este motivo todos mis amigos me chantajeaban obligándome a ir a sus fiestas nocturnas, con la promesa de conseguirme el libro. Yo sabía que solo era una mentira pero la esperanza nunca se extinguía.
– ¿Por qué vamos al cumpleaños de un desconocido? –pregunté tratando de olvidar el aburrimiento que me estaba provocando el viaje.
– ¡Ravi eres tan molesto! –dijo Hongbin antes de golpearme en el hombro y empujarme.
– ¡No me llames así! –protesté devolviéndole el golpe.
Desde que participé en una obra escolar hace algunos años mis amigos no dejan de decirme Ravi, el nombre del personaje que interpreté.
–No es un desconocido, va en nuestra misma Universidad, es pianista y canta también. Se llama Leo y es amigo de Ken. Suelen ensayar juntos, no sé cómo es que tú no lo conoces. –Me explicó mi novio, Hakyeon.
Suspiré resignado al enterarme de todo aquello.
Me gustaban mis amigos, siempre me he sentido agradecido de tenerlos. Nos conocemos desde el colegio y ahora que todos vamos a la Universidad siento como las cosas permanecen igual. A Hakyeon lo conocí en la fila para el almuerzo, yo recién había iniciado mi carrera y era un completo ignorante así que él se encargó de guiarme desde entonces. Era tres años mayor que yo y estaba haciendo algunos cursos que había repetido. Nuestra relación inició rápido, no me detuve a pensar demasiado cuando ya estaba metido en su cama embriagado por el aroma de su pelo y la gracia de sus movimientos.
Hongbin era mi mejor amigo, teníamos la misma edad y estábamos juntos desde los diez años. Él era el culpable de todos mis malos hábitos, lo que realmente me sorprendía. A pesar de ser una persona tranquila siempre me arrastraba a fiestas en las que se aburría, aunque yo, descubrí en ello una diversión imperdible.
Toda mi vida ha sido agradable, tengo que confesarlo. Mis padres me permitían desarrollarme en la música como pocos hacen. Aceptaban a mis locos amigos e incluso a mi novio. Aun así algo faltaba, además de ese cuento, algo más allá de mi entendimiento me hacía querer seguir buscando.
Era un vacío, una necesidad imperante por no parar nunca. Por no detener mi cuerpo, por no dejar muda mi voz. Me convertí entonces en un chico lleno de energía capaz de probar hasta la más mínima experiencia para saber si era eso lo que realmente necesitaba. Eso fue lo que muchas veces me llevo a peligros innecesarios y gracias a Hakyeon supe retirarme a tiempo. Ahora, por suerte, estaba viviendo una tranquilidad inigualable.
El viaje fue un fastidio, la dichosa fiesta estaba del otro lado de la ciudad, y como solo éramos unos pobres estudiantes de danza, no nos quedaba más remedio que ir en tren. Llegamos más tarde de lo que pensábamos así que nos metimos de una vez en la casa.
El lugar no estaba muy concurrido pero la oscuridad y la música estruendosa hacían del ambiente algo agradable. Las luces bajas de colores iban y venían mareándonos un poco. Me aferré a Hakyeon y caminamos detrás de Hongbin y Hyuk. De pronto Ken salió de entre las sombras y nos dio la bienvenida.