El tiempo pasa y siento como si se riera de mí en mi cara. Corre tan rápido que apenas puedo sentir los efectos finales de la ráfaga de viento que deja a su paso. Los días pasan uno detrás del otro como si de una carrera de relevo se tratara, sin importarle a quien deja detrás. Fatigado, cansado de tratar de llevarle el ritmo, fallando en el intento. Muchos se encuentran tan agotados que no les queda más que rendirse, apartarse del camino e ir al banco de los espectadores, viendo el tiempo pasar por sus narices una y otra vez. Deseando volver a entrar a la carrera sin atreverse a más nada que mirar.
Si de algo estoy seguro es que no me quedaré sentado en el banquillo viendo como el tiempo pasa mofándose de mí. Le perseguiré, entraré a esa carrera de tiempo contra el tiempo. Sé que al final me vencerá, es más fuerte que yo y seguirá un ciclo infinito pasando infinidades de veces por esa meta a la que muchos solo logran alcanzar atisbar. Sé que perderé, pereceré en el camino, quedaré aplastado, con fuertes magulladuras. Lo sé, al final el tiempo ganará. Moriré. Pero no seré un espectador, seré un corredor, lo intentaré y moriré en el intento.