Con los brazos y las piernas extendidas, y la mirada fija en el cielo nocturno, Izuku echado bocarriba en el suelo, se dejó embriagar por la fresca brisa que mecía sus cabellos hacia un lado al tiempo que cerraba los ojos, reprimiendo un escalofrío provocado por las corrientes de aire que lo golpeaban ahí arriba en la azotea del hospital.
Milagrosamente había recuperado algo de estabilidad y por ello es que pudo ponerse en pie y caminar. Reconocía que había sido una estupidez abandonar la habitación y desaparecer unos minutos de la vigilancia de los médicos. En breve regresaría para no causar alarma general, pero debía aprovechar esos momentos en los que la agonía por la que atravesaba no se manifestaba plenamente.
Creía ingenuamente que nadie le encontraría, pues a ojos de los demás ni siquiera era capaz de andar solo hasta el aseo, y a pesar de todo, jamás lograría esconderse de él. Muy en el fondo lo sabía, estaban conectados por una fuerza mayor, algo que escapaba a su comprensión y lógica.
Una maldición.
Ambos estaban de acuerdo en eso.
Inconscientemente, aspiró su aroma profundamente. Inundando sus fosas nasales de ese olor que tanto había anhelado desde que fue hospitalizado.
—Ka-cchan...
Abrió los ojos, sobrecogido. Ante él se extendía el cielo infinito, estático y teñido de negro. Apenas se divisaban dos o tres estrellas cuyo resplandor era débil y extinto; como su propia alma. Se negaba a voltear la mirada y ver en ese alfa arrogante una mueca de repugnancia o de odio.
Katsuki permaneció de pie, a escasos metro de Izuku, volviéndose loco por culpa de su naturaleza. Sentía un deseo irrefrenable de mandarlo a volar con una de sus explosiones, pero a su vez, sus instintos alfas le gritaban imbecilidades como abrazarlo y protegerlo.
No lo haría. No estaba dispuesto a ceder.
—¡Escúchame bien, bastardo! —exclamó Katsuki rompiendo la tensión entre ellos—. ¡Me importa una mierda lo que seamos tú y yo! ¡Qué seas mi...! ¡QUÉ SEAS MI OMEGA NO SIGNIFICA NADA!
Deku entrecerró los ojos, sopesando esa despiadada confesión que, como bien sabía, nacía de ese corazón frágil y orgulloso. La ferocidad impregnaba cada una de las palabras pronunciadas por el rubio, no obstante, carecían de veracidad. Estaba mintiendo. Él mejor que nadie era consciente que ser predestinados lo cambiaba todo. Pero comprendió que resultaba más sencillo voltear la cabeza y no mirar la verdad a los ojos.
"Se necesitan para sobrevivir. El uno junto al otro".
—El uno junto al otro —repitió casi sin aliento.
Fue un sonido imperceptible, inalcanzable para el oído, aun así, Kacchan lo escuchó perfectamente. Sus sentidos se agudizaban cuando Deku se hallaba próximo a él. Apretó los puños con ira, impotente ante esa evidencia que ni siquiera él podía refutar.
Quería largarse antes de cometer locura. Deku seguía bocarriba, con la mirada perdida en el firmamento que se alzaba sobre sus cabezas y de seguro ignoraba la lucha interna que estaba teniendo lugar en la mente de Kacchan.
Su lado irracional —ese que odiaba con todo su ser—, le incitaba a tirarse encima de Deku y mantenerlo apresado mientras devoraba sus labios, mordisqueando cada pedazo de piel que encontrara, marcándolo como su propiedad...
Kacchan detuvo el hilo de sus pensamientos antes de perder el control. Imponiéndose la cordura como un gran muro de piedra. Le repugnaba pensar en ponerle un dedo encima. Satisfecho consigo mismo por no caer en la tentación, se dio la vuelta con la intención de marcharse.
ESTÁS LEYENDO
Hilo rojo
Fanfiction¿Qué podía ser peor que ser almas gemelas? Una vez descubierto su lazo, Kacchan negará cualquier vínculo existente con Deku. Lo odiará y lo repudiará desde lo más hondo de su corazón, pero los instintos no pueden ignorarse, y ese mismo rechazo provo...