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CAPÍTULO
DIECINUEVE

Embarazo de alto riesgo. Aquella frase continuaba apareciendo en los informes médicos y en tinta roja indeleble. El vientre abultado de la Uzumaki no había crecido demasiado. Ella no hacía más que perder peso y tal cosa afectaba directamente al heredero Senju que luchaba día a día por sobrevivir.

Hablar con Minato resultó más sencillo que lidiar con el duro proceso de gestación. Él, quien pasó por alto el borrar sus recuerdos, lo recordaba todo con respecto al pasado. Cuando fue notificado que su hija mayor le daría un nieto, no resultó demasiado complicado adivinar quién era el padre o mejor dicho: quién era el causante del sufrimiento de su hija. Para nadie era un secreto que ella continuaba en el proceso de duelo, aunque solo pocos conocían la verdad de lo sucedido en su inesperado viaje al pasado.

Kakashi Hatake, quien había sido asignado como protector de la futura madre, conocía a detalle lo sucedido. Ella se lo contó todo y él prestando mucha atención, le escuchó. No solo cuidaba de ella las veinticuatro horas del día, complacía sus antojos y caprichos así como el ver alguna serie romántica o exigirle que le leyera algún capítulo de Icha Icha, lo cual francamente resultó bastante incomodo y vergonzoso para el jōnin. Pero, ¿quién podría ser capaz de llevarle la contraria a esa hermosa jovencita de brillantes ojos azules, que a momentos parecía poseída por un demonio de mil colas?

Cada mañana después del chequeo matutino, la rubia visitaba el cementerio en donde reposaban los restos de sus ancestros, los Senju. No era algo que amara hacer. De hecho, lo detestaba. Pero, una pequeñísima parte de ella sentía que se lo debía a Tobirama.

A su edad, debería estar disfrutando de su juventud y preparándose para la ser la mejor kunoichi de su generación. Sin embargo allí estaba ella, embarazada y llorando frente la lápida que llevaba escrita el nombre del hombre que amaba y que amaría por siempre. Tobirama Senju.

Una mueca de dolor bastó para que el uniformado acudiera a su lado. Con cuidado, le rodeó con su brazo y recargó en su hombro. Sin chistar, ella se quedó allí muy quieta, apretando sus dientes para evitar gemir de dolor y hacer el ridículo.

Conforme pasaba el tiempo, el pequeño heredero crecía y mientras más tamaño ganaba, menos espacio tenía para moverse, lo que significaba molestia para su madre. Molestia y constantes ganas de ir al baño. No era agradable. Todo lo contrario.

Dicen que el embarazo es la etapa más hermosa para una mujer. Dicha creencia no podía estar más equivocada. Ella sufría y solo pensaba en lo patéticas e ilusas que eran las personas por creer tal cosa. En primer lugar, si una mujer no quiere procrear eso no la hace menos mujer. Y, en segundo lugar, si tú no disfrutas tu embarazo, eso no te hace menos madre. Ella no lo estaba disfrutando, pero moría por tener al bebé en su brazos. Solo faltaba un mes más.

— ¿Estás bien? —murmuró el enmascarado de cabello plateado, sin soltarla. Ella continuaba sentada sobre sus propias piernas y recargada en el cuerpo de él, que con sinceridad era como un cojín tamaño gigante. Su trabajada anatomía no cambiaba el que recargarse contra él resultara muy cómodo y acogedor. O bueno, eso era lo que ella sentía.

— Él se mueve demasiado —respondió la chica, sin abrir los ojos. Inhaló y exhaló un par de veces hasta que la presión en su útero se hizo menos molesta.

Lo cierto era que a duras penas, el bebé le permitía dormir o siquiera comer algo y retenerlo. Que estuviera luchando por su vida no significaba en absoluto que aguardara en calma. Todo lo contrario. ¡Jodidamente todo lo contrario!

— Deberíamos volver —sugirió Kakashi, ayudándole a ponerse de pie.

— Ojalá ese volver significara regresar a casa —refunfuñó ella, rodando los ojos.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora