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Esto que voy a contar es algo real, me sucedió hace mucho tiempo, muchos incrédulos dirán que lo estoy inventando o que estoy loco, y lo cierto es que después de aquello creo que si he empezado a perder la cordura.

Todo sucedió una noche que me encontraba solo en casa, mi padre, un gran hombre de negocios pero un terrible esposo, tenía una junta importante que atender fuera de la ciudad, mi madre por su parte, era una mujer simple pero siempre ocupada, unos días antes ella había recibido una llamada desde el hospital, al parecer mi abuela había sufrido un infarto y ahora estaban tratándola en el hospital, mi madre se veía estresada y preocupada desde que lo supo, no comía, no hablaba con tranquilidad y se veía triste. Justo hoy en la tarde le llamaron del mismo lugar para avisarle que mi abuela había fallecido y que necesitaban que alguien fuera a recoger el cuerpo, mi madre salió de casa con prisa entre llantos y quejidos, ni siquiera dejó algo para cenar en su ausencia. En este punto se preguntaran, ¿cómo me encontraba yo?, realmente nunca tuve fuertes lazos con mi familia, mucho menos con amigos, así que no me afectó en lo absoluto la muerte de mi abuela, es algo natural pensaba, a cualquier persona que vive le sucede.

Cómo dije antes de soltar todo lo anterior, esa noche me encontraba solo, al no haber nadie en casa podía hacer lo que yo quisiera así que me quedé en mi cuarto viendo la televisión, cuando me percate del tiempo por mí primer bostezo me di cuenta que eran las 12 de la noche, en otro momento me hubiera preocupado por el regaño de mi madre pero como ya dije, podía hacer lo que quisiera, seguí viendo la televisión con los mismos programas infantiles tontos de siempre, no se como, pero siempre lograban quitarme el aburrimiento, pasó una hora y el primer acontecimiento tuvo lugar, la televisión que estaba viendo se apagó de golpe, no me sorprendía realmente, este tipo de televisiones tienen una función de apagarse cada cierto tiempo por si algún descuidado la dejo encendida. Pasó otra hora y el segundo acontecimiento se hizo presente, este si logró que mis nervios aumentarán en cierta forma, de nuevo la televisión se volvió a apagar, pero justo cuando llegó el silencio a mi cuarto comencé a escuchar ruido de otra habitación, me levanté un poco confundido y busque el origen de aquel ruido, al encontrarlo me di cuenta de que esté venía del cuarto de mis padres, abrí la puerta y me encontré la televisión de mis padres encendida, en ese momento me puse nervioso al ver que la televisión mostraba el mismo canal que yo tenía anteriormente, mis padres nunca veían esos programas así que era raro verlo allí, lo primero que pasó por mi mente fue lo más lógico, comencé a buscar por la casa a revisar que todo estuviera bien cerrado, me preocupaba la idea de que un ladrón o peor, un asesino hubiera entrado a la casa.

Dure media hora revisando y al parecer todo se encontraba cerrado, me sentía un poco más seguro así que regrese a mi habitación, no sabía que al llegar me encontraría el tercer acontecimiento, al entrar lo primero que vi en el cuarto encima de mi cama fue un oso de peluche que volteaba justo hacia donde yo estaba, tenía el control remoto junto a él, como cuidándolo, se me hacía raro ya que yo no tenía un peluche, ni siquiera un juguete desde los 8 años, cuando me acerque a mirarlo me di cuenta que debajo de él había una hoja, la tomé dándome cuenta que tenía algo escrita, con grandes letras y escrito como si el que lo escribió tuviera prisa decía "¿Te gustan mis juegos?", en ese momento no tenia en que pensar, un fuerte escalofrío recorrió toda mi espalda, por primera vez en mi vida me sentía en peligro dentro de mi propia casa, sentía que alguien estaba dentro, y no solo eso, sino que... me estaba observando.

Levanté la vista y cuando lo hice mis ojos rápidamente se posaron sobre la ventana de mi cuarto, fue entonces que lo vi, parecía un rostro completamente blanco, no tenía nariz pero sentí que podía oler, no tenía ojos pero sentí que podía mirarme, no tenía oídos pero sentí que podía escucharme, lo único que tenía era una enorme y sádica sonrisa, sus dientes eran completamente amarillos y afilados como colmillos, además de tener un líquido rojo goteando de algunos de ellos, sentí que me desmayaría en cualquier momento pero entonces escuché como algo se rompía dentro de la casa haciendo que me diera la vuelta hacia la puerta de mi habitación, de pronto salí de mi trance y volví a ver la ventana, la cabeza ya no estaba allí, por un momento quise convencerme de que mi mente me paso una mala jugada o algo así, es decir, los monstruos no existen, ¿verdad?

Lamentablemente tuve la respuesta de esto más temprano que tarde, cuando fui a revisar lo que se había roto me encontré en el pasillo, manchando el suelo, un bote de tinta, de esa que se usa para escribir, y esta se esparcía por toda la pared, en ese mismo lugar encontré otra nota "¿Sigues creyendo que estoy dentro de la casa? Quiero jugar contigo un rato más", en ese mismo momento quise salir corriendo, alejarme de esa casa, de mi casa, al llegar a la puerta de salida junto a la sala intenté abrirla sin obtener resultado alguno, fue entonces que otra nota pasó por debajo de la puerta "Pobre de ti, no soportas mi rostro y quieres ver el resto de mi cuerpo, si quieres con gusto te mostraré", cuando termine de leerla el pomo de la puerta comenzó a moverse, como si alguien intentara entrar, en un momento de miedo y desesperación corrí hacia la cocina, tal vez no pudiera evitar que esa cosa entrara, pero si lo hacía no quería estar indefenso, en la cocina tome el cuchillo más afilado del cajón donde había visto a mi madre guardarlo tantas veces y me escondí debajo de la mesa, desde allí podía escuchar como el pomo sonaba como loco hasta que por fin la puerta se abrió, estaba asustado, escuchaba sus pisadas, ni siquiera intentaban ser ligeras, sea lo que sea esa cosa sabía que me provocaba miedo y le gustaba, escuché muchas pisadas a lo que pensé, ¿Y si no es sólo uno?, Esas ideas torturaban más mi mente, seguí así hasta que no aguanté, salí debajo de la mesa mirando como mi casa estaba llena de esas cosas... Y tenía razón, si su cara era grotesca su cuerpos lo eran aún más, tenían gran altura, yo diría que casi dos metros, no tenían prendas, sólo un cuerpo casi esquelético, podía ver sus costillas casi atravesando sus pieles, grandes brazos y grandes piernas ambos con afiladas garras, todas se quedaron quietas al verme.

-¡¿Qué esperas?!- grité a todo pulmón ya harto y enloquecido por la presencia de esas cosas en mi casa- ¡¿No querías jugar?!

Lo demás no creo que sea necesario contarlo puesto que es obvio, sino no estaría aquí contándoles esto, con cuchillo en mano asesiné a cada una de esas cosas, eran lentas y fáciles de matar, oír sus gritos de agonía era muy satisfactorio para mis oídos, aunque se me hizo extraño que mis padres no volvieran en toda la noche...

Pesadilla (R)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora