Hijo mío.

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Ricardo no pudo mantenerse despierto más tiempo. Las altas horas de la noche y el alcohol en su organismo no ayudaron mucho, a pesar de que se quería asegurar que su hijo llegará sano a su casa. Habían tenido una fuerte discusión y Manuel, su hijo, salió a las 11 de la noche vociferando una serie de insultos y gritos que despertó a más de un vecino. Se quedó solo esperando por largas horas. Él trataba de llamar a su celular pero Manuel simplemente no contestaba. Se sentó en el sillón a seguir bebiendo el vaso de ron. Ricardo había perdido su trabajo una semana antes y por eso estaba cayendo poco a poco en las garras del alcoholismo.

Un ruido lo sacó del sueño, vio su reloj, eran casi las tres de la mañana. Pensó que todo estaba bien. Que no lo habían despedido del trabajo y que su hijo no estaba molesto. Pero luego le cayó toda la información. La habitación estaba vacía y todas las luces de la casa apagadas. ¿Qué lo había despertado? El escuchó un golpe, uno muy fuerte.

Se levantó de la cama con dificultad y al momento de estar sobre sus pies, el suelo le daba vueltas. El iría a pedirle disculpas a su hijo, le diría que cambiaría su actitud, porque efectivamente Ricardo sabía que Manuel tenía razón: "El alcohol no soluciona los problemas, solo te distrae y te deja como estúpido". Caminar se le complicó bastante y casi choca dos veces con la misma pared del pasadizo que conectaba a la cocina. Seguía borracho; pero no tan borracho como para no darse cuenta que Manuel no había llegado. ¿Qué era aquél golpe?

Revisó por la ventana de la cocina para asegurarse si la bicicleta en la que su hijo se fue estaba ahí. No estaba. De pronto la borrachera se le fue de golpe. Algo nuevo estaba entrando en su cuerpo. El miedo. ¿Había entrado un ladrón? No.

La lucidez le dijo a sí mismo que pudo haber dejado la bici en casa algún amigo. Empezó a llamarlo.

-¿Manuel? -Gritó, y se sorprendió al escuchar que su voz estaba cortada.

No hubo respuesta. El pánico se apodero de él. Habían salido noticieros de personas allanando casas. Pero si hubiera habido un ladrón ya hubiera salido. Un frío le recorrió la espalda. De pronto la casa le era desconocida. Su propia casa, dónde nació y creció, dónde tuvo su primer cumpleaños y donde llevo a una novia por primera vez. Ahora solo era un espacio que recordaba vagamente. Se sentía ajeno a todo lo que pensaba conocer.

"Tu tienes la culpa de esto."

Le vino ese pensamiento en medio de la oscuridad. Pero se sintió como algo más, como si alguien se hubiera metido en su cabeza y le hubiera dicho directamente. ¿Culpable de qué? Ruidos interrumpieron sus pensamientos, aunque quizá estos ruidos existieron solamente en su cabeza.

En medio de todo ese pavor, sentía presencias moviéndose en la oscuridad. Algo lo estaba acechando. Se movía saltando por los muebles y las paredes. Ricardo giraba tratando de ver a su depredador, pero era imposible. De pronto escuchó un golpe. Era una puerta.

-¿Papá? Voy a ducharme. -Dijo Manuel desde el baño.

Se acercó a la puerta de baño. Estaba cerrada pero veía por el umbral la luz encendida. "Manuel está borracho" Pensó. Trató de pensar racionalmente. Pero de pronto escuchó el agua de la ducha. "No hay forma de que se esté duchando a esta hora."

Giró la manija pero no pudo entrar, estaba cerrada. Ricardo quería llamar a la puerta, sentía que debía hacerlo, pero no lo hizo. Era obvio que él esté ahí, después de todo no era la primera vez que el tomaba una ducha a esas horas, además era obvio porque cualquiera se querría bañar luego de venir caminando por varias horas.

Decidió no molestar a su hijo e ir a dormir. Ya hablarían mañana en el desayuno. Caminó de regreso a su habitación pero esta vez notó algo distinto. To estaba diferente. Las cosas seguían en su sitio, de hecho todo estaba exactamente como lo había dejado. Pero el sentía algo más. Trataba de mantener fuera esas ideas, aunque no debió hacerlo. Ricardo se metió a la cama a regañadientes.

Hubieron cosas en esa habitación, cosas que Ricardo no notó por la oscuridad. Algo lo observaba desde una esquina. El sueño se apoderaba de él, estaba a punto de dejarse llevar hasta que escuchó ruidos. Ruidos de herramientas. Seguro era Manuel... ¿En la ducha?

Se dirigió de nuevo a la puerta del baño. Parecía que su hijo trataba de arreglar algo, se escuchaba un ruido metálico golpeando algo. Como cadenas golpeando la pared. Llamó a la puerta pero no e respondía. En el silencio de la madrugada trató de poner el oído junto a la puerta para poder escuchar mejor. Escuchó pegando la oreja a la puerta y pudo distinguir susurros. Estaban hablando varias personas, pero no podía saber quién y tampoco lograba distinguir qué decían estas voces. No querían ser escuchadas, por algo están haciendo todo ese alboroto.

Pensó por un momento que su hijo había traído una chica a la casa y se estaban bañando juntos. ¿Pero por qué todos esos ruidos? Era evidente que despertarían a cualquiera con esas herramientas.

Parecía que su hijo trataba de arreglar su bicicleta, ¿Pero por qué en el baño? ¿Y esas cadenas?

Vio en el reloj de pared que daban las 3:29 am. Y tan pronto como dieron las 3:30 el ruido dejó de sonar. Había silencio absoluto en la casa. Todo eso era peor, estaba completamente desamparado. En la luz que provenía del umbral de la puerta habían dos sombras, alguien estaba mirando directamente la puerta desde el otro lado.

-¿Manuel? ¿Estás ahí? -Empezó a tocar. Pero nadie respondía. -Ya sé que estas molesto, abre la puerta.

No hubo respuesta, no sabía qué hacer. Siguió tocando, mejor dicho golpeando, la puerta.

-¡Abre! Necesito usar el baño.

Sus nudillos empezaron a sangrar. Empezó a patear la puerta, hasta que la figura en el baño hizo lo mismo. Solo lo hizo una vez, pero lo suficientemente fuerte como para que Ricardo deje de hacerlo. Se retiro lentamente viendo el umbral.

Se retiró a la cocina para lavarse la cara. ¿Qué le pasa a Manuel?

De pronto escuchó las llaves de la puerta, era su hijo. Estaba llegando de la fiesta de cumpleaños de su mejor amigo. Giró la cabeza para ver el patio de afuera y pudo notar la bicicleta amarrada con cadena a una de las rejas.

Manuel estaba entrando y lo vio de reojo.

-¿Sigues despierto? O estás borracho.

Ricardo se quedó sin palabras. Se sintió preso en su propio cuerpo. Escuchó la puerta del baño abrirse y que alguien salió. Los fuertes pasos que daba se sentían por toda la casa. Ricardo seguía de espaldas, no quería voltear, solo quería ver a su hijo. Pero Manuel si lo vio. Lo ultimo que vio Ricardo fue a su hijo en estado de shock por la vomitiva apariencia de esa cosa. Lo último que vio Manuel fue a su padre siendo decapitado.


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