Era un día muy gris y estábamos ambos en el cuarto que habíamos compartido por más de 10 años. No mucho tiempo, pero fueron los mejores 10 años de mi vida. Ella me decía que me acurruque a su lado, en la cama, me estaba esperando ahí, con su pijama de encaje color crema que aún tengo guardada en el segundo cajón de mi armario.
-Mi amor, ven aquí. - Me ordenó con una voz apagada y suave.
Empecé a caminar lentamente, trataba de no parpadear para poder verla todo el tiempo posible; yo aún tenía puesto mi saco negro y mis jeans azules con los que había ido a trabajar en el hospital el día anterior. Caminaba lentamente desde la puerta hasta la cama. Se sentía natural pero al mismo tiempo sabía que algo andaba mal y por más evidente que fuera; la verdad era que quería seguir. Llegué lentamente y me quedé observándola al pie de la cama. Sus piernas esbeltas desnudas hasta la cintura me causaban escalofríos y su cabello lacio y castaño hacía que me pierda en su mirada...
Y esos ojos...Tenían un cierto tono de maldad y pasión. Eran excitantes.-Ven abrázame. Hace mucho tiempo que no nos vemos. - Me pidió.
Mi piernas empezaron a temblar, rodeé con dificultad la cama de dos plazas sin despegarme de su mirada, y ella me seguía girando su cabeza con ojos depredadores. Si hubiera sido cualquier otra mujer habría salido corriendo por la manera en la que me veía. En el fondo sentía un pavor horripilante... pero era ella. Era mi esposa. Me senté y seguíamos mirándonos ininterrumpidamente. Desde siempre he tenido su olor perfectamente grabado en mi memoria. No el olor de su perfume, su olor real. Y lo recuerdo muy bien porque siempre me tomo un par de minutos en el día para respirar el aroma de su pijama, aquella que tengo en mis cajones, la misma que trae puesta ahora. Siempre lo hago para permitirme tenerla siempre presente. Pero la mujer que tenía al frente mío no desprendía ningún olor. No olía a nada, ni su perfume barato que solía usar para la casa, ni el olor de su shampoo, ni el de su sudor. Aunque... ¿Por qué habría de haberlo? El horror que estaba dentro mío era razonable, lo era porque muy en el interior sabía que esa persona no era mi mujer. No era mi esposa... lo sé. Pero no importa porque estaba ahí, al menos la ilusión de ella. Sus ojos dejaron de ser seductores y amenazantes. Su rostro ya no trataba de cazarme, eran ojos comprensibles. Su rostro de 34 años aún era el más tierno que el de cualquier jovencita. Sentía una presión en mi pecho mientras ella me miraba.
-Te he extrañado mucho. -Le dije. Mi voz salió muy pastosa.
-Lo sé... y lo siento. No quise dejarte, lo nuestro era perfecto. - El sonido de esa voz suave que salió de sus labios me dieron escalofríos. - No sé si sepas lo que está pasando...
-No lo digas. -La interrumpí. -Si lo sé y no quiero que eso influya. -Le respondí. Mi voz estaba quebrada y el dolor del nudo en mi garganta era asfixiante.
-Entonces te diré que no he dejado de amarte. -Dijo con un tono amoroso y cálido. -Desde donde estoy, siempre te veo y también sufro por ti. Te amo.
No pude aguantar más y me deje caer sobre ella. Ella me rodeo con los brazos mientras yo lloraba sobre su pecho. Había sentido eso en menos intensidad muchas otras veces y hasta ahora no puedo describir el dolor que se siente; ningún golpe me hará sentir ese dolor jamás. Podía sentir su piel en mi cara, seguía siendo igual de suave y el lunar en su seno derecho seguía ahí, mis lagrimas caían y mojaban su pijama. Prefería estar con ella en donde quiera que esté porque la extraño. Ya no está conmigo y sin embargo la sentía ahí abrazándome y consolándome. Quisiera estar muerto con ella y acompañar su ataúd con el mío a su lado para siempre.
-¡Perdoname! Debí haber hecho más... perdoname por no saber qué hacer. ¡Fue mi culpa que te pasara esto!
-Hiciste todo lo que pudiste y lo sabes.-Me dijo mientras aún me tenía rodeado con sus brazos. -Tu no eras el responsable y sin embargo estuviste ahí.
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Cuentos para dormir
KorkuUna síntesis binaural. "Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, pero deje parte de la felicidad que trae." -Bram Stoker