Capítulo 4

63 9 0
                                    


Louis.

La mañana ha transcurrido más rápido de lo que pensaba y eventualmente, me encuentro caminando hacia la casa del chico al que debo pagarle por haber utilizado su jardín como refugio. Anoche tuve que inventarle a mamá que estuve haciendo un par de horas extras en el trabajo, y después de un largo sermón de que debo pensar un poco más en mi salud y una estúpida excusa que tuve que darle por las manchas rojas en mi chaqueta, me dejó ir a dormir. No sirvió de mucho, en realidad, ni siquiera fui capaz de cerrar los ojos ni de parar de dar vueltas en la cama por todo lo que pasó anoche. No puedo dejar de pensar en qué hubiera pasado si esos hombres me hubieran atrapado, y no puedo dejar de pensar en él.

Miro a mi alrededor y algo dentro de mí se retuerce al ver la escena. El pequeño rosal en el que me escondí ayer, está destrozado. No queda ni una sola rosa de los cientos que puedo jurar, había ayer por la noche antes de me introdujera en él. La culpabilidad se hace un lugar en mi pecho cuando me doy cuenta de que soy el responsable de que la pequeña casa que está enfrente de mí luzca más triste de lo que ya era ayer. El pequeño rosal era lo único que parecía mantenerla con vida. Suelto un suspiro y avanzo.
Le echo un vistazo rápido a mi atuendo. No es nada en especial, de hecho, luzco como cualquier otro día. Ojalá le hubiera preguntado su nombre. Ojalá hubiera podido...

—¿Disculpa? —Escucho.

Me giro rápidamente y veo a un chico parado justo enfrente de mí.

—¿Sí? —Respondo —¿Se te ofrece algo?

El chico me mira expectante. Como si esperara que dijera algo más, pero lo cierto es que nunca en mi vida lo he visto. Ni siquiera sé se dónde salió.

—Y-Yo quería darte las gracias por lo de... ayer —. Me dice.

Mi ceño se frunce en confusión y él parece notarlo, ya que aclara su garganta y dice: —Soy Troye. Ayer por la noche me salvaste de una plaza segura —, ríe avergonzado —quería darte las gracias por eso.

Entonces los recuerdos me asaltan. Es el chico al que defendí de aquellos matones ayer por la noche.

—Oh, eso... bueno, no fue nada en realidad. No tienes que agradecer por eso, cualquiera lo habría hecho.

—Tenía la necesidad de hablarte... para darte las gracias, por supuesto —. Me sonríe. Tiene una sonrisa dulce, lleva el pelo ligeramente rizado y tiene ojos azules. Me extiende su mano:—Por cierto, no me has dicho tu nombre.

—Oh, claro. Soy Louis —. Estrecho su mano.

Hacemos un par de bromas más sobre lo ocurrido anoche y su exageración al agradecerme cada cinco minutos por lo que hice y entonces, cuando está apunto de marcharse, me abraza. Dudo unos segundos, pero correspondo a su gesto. Me agradece de nuevo y se marcha.

Han pasado por lo menos veinte minutos desde que llegué aquí y no he hecho lo que se supone venía a hacer. Respiro unas cuántas veces más para poder tranquilizarme y calmar mis nervios, y una vez que estoy casi seguro de estar completamente tranquilo, mis pies trazan el camino hacia la puerta de entrada.

Toco el timbre y espero. Nada. Pasan los minutos y me atrevo a tocar de nuevo.

Silencio.

Decido sentarme a esperar al chico misterioso hasta que me abra. Quizá esté ocupado. Quizá esté durmiendo. Quizá ni siquiera esté en casa... pero no me importa. Voy a quedarme aquí sentado así tenga que esperar toda la tarde.

Después de cuatro horas de estar aquí sentado, decido que es tiempo de volver a casa. El chico no va a abrirme, la noche amenaza con caer y para mi mala suerte, comenzó a llover. Estoy empapado y hambriento, así que me levanto de mi lugar y camino hacia la calle, y entonces lo veo...

Roses » Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora