Días buenos para dormir

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Tengo mis días, los buenos, que sonrío y vuelo.
Como si fuese rutina sé cuando es o no mi día. Primero debo respirar, si el aire se atasca en mis pulmones y duele solo exhalar , sé que no me espera una buena tarde. Mi segunda comprobación, es hablar, si las palabras se ahogan en mi garganta, sé como seguiré. Pero para terminar de confirmarlo solo debo hacer el tercer paso, pensar. Si mis pensamientos solo rondan en las canciones de aquella noche solitaria, lo tengo por sabido que no será uno de aquellos.
Sin embargo, estoy acostumbrada, los días buenos son muy pocos. Me ha costado asumirlo, pero ahora puedo entenderlo. Los otros días, los que no son buenos, me ponen los pies en la tierra, a veces tanto que hacen que me arrastre, pero de alguna forma esta bien. Me hacen doler las rodillas, me hacen sangrar y hasta llorar, pero esta bien. No pasa nada.
O eso es lo que me dicen, o lo que yo me digo. Ya no distingo las palabras vacías de los demás con mis propios  pensamientos.
Y aunque no lo parezca, a veces trato de estar bien. Pero la necesidad de sostener las sonrisas ajenas impide que de alguna forma no pueda sostenerme a mi misma. Quisiera dejar de lado esta costumbre, pero me duele más el sufrir del otro que el mio.  Asi que no tengo ni el derecho a quejarme ni tampoco a reclamar nada. Tampoco sé por qué escribo esto, si siempre vuelvo al mismo lugar.
Pero lo único que sé, es que esta noche quiero dormir en paz. Dejar de castigarme y rendirme por un rato, de tirar las armas que yo misma he tomado para luchar contra mi propio ser y respirar. Esta noche, quiero quererme tal cual soy, quiero dormirme pensando que todo en mi esta bien y que algún día todo podrá cambiar.

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