Dekurucito Rojo

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Había una vez en una diminuta casita a las afueras del bosque un niño que ahí vivía con su linda mamita. 

Él era pecoso de mejillas, verde de ojos sin llevar puestos sus anteojos, llevaba un árbol por cabello, nadie quería peinar aquello. Siempre unos enormes zapatos rojos vestía por lo que su madre le confeccionó una caperuza ese mismo día. Fue del mismo tono para que combinara, pues quería cuidar nietos pronto y con ese atuendo nada lograba.

—Deku, hijo. Vístete mejor—repitió por enésima vez la mujer angustiada.

—¡Pero no tengo sentido de la moda, madre!—contestó con pesadez y voz cansada.

La mujer suspiró dando el tema por terminado. Ya de todo había probado con tal de que su hijo consiguiera un poco de buen cuidado. Imploraba por buen gusto para comprar su ropa pero entre más lo intentaba más lo quería mandar a Europa.

De camino a su casa escuchó sobre un viejecillo que podría socorrerla en su pesar.

—Si se encuentra con él, de moda él sabrá—aseguró la muchacha con mirada voraz.

—¡Oh! No lo sé, la verdad—comenzó a dudar.

—Si no me cree, siga ésta dirección y lo comprobará.

La pelirosa muchacha se marchó dando saltitos. La mujer regresó a su casa caminando despacito.

Al llegar de entre todas sus cosas sacó la dirección algo temblorosa. Todavía dudaba de aquella chica linda de intenciones sospechosas.

—¡Izuku, hijo mío! Te entrego esto, ve que empieza a hacer frío.

—¿Pero qué es madre?—preguntó al ver el papel con sonrisa amable.

—¡La repuesta a tus problemas es! Vete ya—le ordenó con sencillez.

El chico su casa abandonó, su madre una canasta llena de cosas le entregó.

—Artículos de belleza tiene, y algo de comida para que cenes.

Dekurucito de inmediato se encaminó, dispuesto a cumplir el mandato que su madre le ordenó. Paso tras paso su ruta trazó, más un rufián lobo a lo lejos se observó. De ojos carmesí y dientes afilados, se acercó al muchacho que iba despistado.

—¿A dónde vas?—soltó su lengua audaz.

—De lucir bien no sé nada y ella se encuentra ya frustrada, tanto que me ha mandado a una extraña coordenada. Jura que ese anciano de moda si sabe, puede que tras mi viaje curado acabe.

—No creas todo lo que llegue a tus oídos—mencionó burlón mostrando sus colmillos.

—Mi madre me lo ha pedido, ¿por qué habría de engañar a su propio hijo?

—Yo no sé nada de tu madre—disimuló observando ese bello trozo de carne.

El peliverde su camino continuó, más el feroz lobo de su lado no se despegó. Tras caminar por caminos y veredas, al final se vio confundido y con dolor en las piernas.

—¡Nerd del demonio, me has perdido!—exclamó molesto soltando un resoplido.

—Es tu culpa por haberme seguido—respondió enojado todavía aturdido.

Llevaban horas sin comer, y en la canasta suficiente no podía haber. Se asomaron sin poderse contener, dentro de ella sólo quedaba un diminuto pedazo de pastel.

—Es todo lo que queda—comentó hambriento cayendo en la loquera.

—¡Para mí será ese gran pedazo!—reclamó tomándolo de un zarpazo.

El peliverde sólo pudo observar, ese pastel nunca podría saborear. Su estómago comenzó a molestar, conseguir más comida debía priorizar.

—¡Con eso no puedo estar satisfecho!—se quejó el lobo alzando su brazo derecho.

—¿No sé supone que deberías intentar comerme?—preguntó de pronto con duda en la frente.

—¡No como porquerías!—contestó imprudente.

—¡Ah pues deberías!—sugirió contundente.

Al lobo esa música le agradó y al pequeño de un sólo salto a su cueva arrastró. Pensaba obligarlo a limpiar por todos lados, pero al verle tan asustado, prefirió ponerlo a lavar la estufa y todos los platos.

—Friega y limpia, después toma la escoba; barre y trapea toda mi alcoba.

El lobo aprovecharse del niño quería. Su cocina, sillas...todo limpiaría. 

Pasaron los años con algarabía y Dekurucito un niño esperaría. El lobo en él el amor encontró que no dudó ni un momento y lo embarazó.

Llevó a su nuevo amor, en presencia de su madre, quien lo recibió con algo de temor pero al final nadie lo sabe. El lobo su mano en matrimonio pidió y la mujer muy alegre y contenta le agradeció.

Sin embargo Dekuricito seguía sin poder lucir bien, algo debían hacer pues la boda estaba por acontecer. Muchas invitaciones se habían enviado, pues esperaban contar con muchos regalos.

Ese día muy tanto esperado, por fin había llegado. Dekurucito al viejecito había consultado y su atuendo estaba todo bien combinado.

El lobo quedó enmudecido, no podía creer lo que sus ojos habían percibido. Su querido amor se veía bien vestido, ¡cuanto cariño no le había acogido! 

Se apresuró a colocarse en posición, no quería que vieran el rojo que por sus mejillas se coló. Más su felicidad perdurar no podría pues el leñador que tanto odiaba llegó a arruinarle el día.

Todoroki el leñador se apuso a la unión. Su amor por el joven el proclamó ante la gente presente y uno que otro bribón.

—Mi amor por ti hoy profeso, cásate conmigo y deja a ese lobo obeso.

Bakulobo de más comía, más de sobrepeso Dekurucito nunca se quejaría. Él amaba a su lobito aún si se tratara de un ser gordito.

—Perdona mi contestación, joven y apuesto señor leñador. A éste lobo de semblante burlón le he entregado el corazón. Además, ¿cree que es tiempo para hacer una confesión?

Todos lo miraron a la expectativa, su contestación no reflejó en él alegría. El leñador cabizbajo del lugar se marchó, no tendría a la novia a la que su amor exclamó ni mucho menos tendría con él una relación.

La boda sin más preámbulos se reanudó. Los celos de Bakulobo se apagaron de inmediato, es que Dekurucito lo amaba tanto.

Depositó un beso más sobre su frente, más de su vientre sintió un dolor muy fuerte.

—¡Su hijo está por nacer!—gritó una mujer a punto de desfallecer.

—¡Un médico!—gritó alguien más totalmente histérico.

Bakulobo a Dekurucito entre sus brazos tomó, lo llevó hasta donde el doctor y su querido hijo sano y salvo nació.

Era hermoso ante la mirada curiosa, su llegada era para todos gloriosa. De suaves manos y pelaje tras sus orejas. Así era su hijo: una total proeza.

Mitad lobo mitad princesa, pues para Bakulobo no había cosa más preciosa que su mal vestida pareja. Lo cargó un momento esperando no verse avergonzado, lo llevó junto a su madre acostándolo a su lado.

—¡Oh qué hermoso bebé! ¡Ya siento que lo amo!—exclamó feliz y con el rostro sonrojado.

—¡Nuestro bebé a todos feliz hará! ¡Es mi hijo, ¿qué más se podría esperar?!

El bebé entre sonrisas bostezaba, su hora de dormir llegaba. Descansar ellos lo dejarían, puede que quisieran otro hijo ese mismo día, eso sólo ellos lo sabían.

Así pues la manada de cachorros se formó y amigos míos éste cuento se acabó.

<3

¡¡No sé cómo pero logré que rimara!! xD No me pregunten la historia se escribió sola xD

¡¡KATSUDEKU LOVE!!

  <3

Dekurucito Rojo [KatsuDeku]Where stories live. Discover now