¿Vieron cómo todos odian los lunes? Yo también. Todos los domingos a la tarde tengo esa horrible sensación de vértigo, como si estuviese parada sobre una cornisa y el viento soplara entre mis piernas. Ese es el lunes acechando. Bueno, ya es lunes, y no cualquier lunes, hoy mi jefe me dice si me echa o no...Así que ya se pueden imaginar cómo me siento ahora.
Ni bien entro al edificio siento mil ojos observándome. Hasta José, el portero que limpia los pisos a la mañana y que tiene como 70 años, me mira con asco. Puff...pensé que le agradaba.
Camino por entre los cubículos y los escritorios y escucho los murmuros:
—Llegó—dice una voz femenina y larga una risa contenida.
—Su último día—dice alguien más.
—Zorra—dice alguien.
Me siento en mi silla y coloco mi bolso sobre el escritorio. Levanto la cabeza y la veo a Estela observándome.
—Hola—saludo con una sonrisa.
Estela entrecierra los ojos como un gato a punto de atacar. Sólo le falta gruñir y encrespar el lomo...los gatos son lindos al menos.
Miro hacia la otra dirección y noto que el escritorio de Nicolás está vacío. Mierda...soy la próxima...puedo sentir la navaja de la guillotina temblando sobre mi cuello, en cualquier momento cae.
Mi teléfono suena y levanto el recibidor con manos temblorosas.
—Oficina del Doctor Rossendel—respondo.
—Lucila, necesito que vengas a mi oficina—dice mi jefe.
—Enseguida—respondo.
Es el fin, caput, se finite, the end my friends...
Me pongo de pie y tomo mi cartera. Si me echa me voy derechito para la salida, sin verle la cara a ninguno de estos idiotas.
Golpeo la puerta con las letras doradas que dicen: "Daniel Rossendel – Abogado"
—Adelante—lo escucho decir.
Entro y lo veo sentado en su escritorio que está cubierto por carpetas y papeles.
Mi jefe es un hombre bajito y gordo. Usa unos anteojos enormes con cuerdas que cuelgan junto a su rostro. Tiene ojos gentiles y sonrisa de abuelo.
—Siéntate—dice mientras se acomoda en su silla.
Me siento lentamente, como una dama, y pongo la cartera sobre mi falda. Hoy me vestí lo más decentemente posible, quería dar la mejor impresión, convencer a mi jefe que puedo ser una mujer seria y decente que respeta su lugar de trabajo y aprecia mucho a su jefe.
—Lucila...habrás notado que Nicolás ya no está en su lugar de trabajo.
Mierda, aquí viene el golpe.
Asiento con la cabeza.
—Bien, no quiero que te enteres por rumores así que te lo diré. Pensaba despedirlos a los dos, los hubiese despedido a los dos, pero Nicolás es el sobrino de Gafert. Como recordarás, Alberto Gafert es dueño de las empresas Gaf, uno de nuestros mejores clientes—mi jefe me sonríe con tristeza—El viernes a la noche recibí una visita de Alberto en persona. Estaba preocupado por el futuro de su sobrino en este buffet. Le prometí que le daría otra oportunidad, pero no puedo tenerlos a los dos trabajando bajo el mismo techo. Los rumores nunca acabarían.
—Lo entiendo—respondo.
Dios mío, ¿y ahora qué voy a hacer?¿Cómo voy a pagar la renta? Cuando se me acabe el dinero me echarán a la calle a dormir con los perros y los vagabundos...que vagabundos, yo seré una de ellos. Tendré que buscar un puente donde dormir, sentarme en la calle y mendigar. Dios, no.
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Mi nombre es Lula #RedQueenAwards
RomanceMi nombre es Lula, pero me dicen puta. ¿Qué puedo decirte? Me encanta el sexo. Me gusta duro y salvaje, me gusta apasionado, pero también me gusta el sexo tranquilo y lento. De todas maneras, amo follar y amo el placer. No me importa dónde, cómo...