Capítulo único

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"La guerra es la más grande plaga que azota a la humanidad; destruye la religión, destruye naciones, destruye familias. Es el peor de los males."

1938, invasión nazi a Checoslovaquia.

Suspiró aguantando su frustración al verse tenso. Los tiroteos no se dejaban de escuchar haciéndolo ensordecer enormemente. No podía escuchar su ritmo cardíaco ni sus jadeos involuntarios que soltaba con cada rose metálico del proyectil.

Lo único que podía sentir era la adrenalina en su cuerpo y el dolor de las balas perforando su piel de manera irritante quemándolo por completo. Con maestría recargo las municiones de su arma solo para voltear a ver con detalles la muerte personificada. Una bala de calibre 36 impacto en el cráneo de su compañero viendo desde primera plana los sesos del cerebro, tuvo ganas de vomitar. La sangre brotaba a cantaros juntándose con los demás soldados que habían muerto. Tenía miedo de ser el siguiente.

Dio un respingo en su lugar, detrás de la pared, meditó unos momentos para luego ver a su líder de patrulla. Le dio una señal y no vaciló en seguirla, corrió rápidamente con los restantes a trasladarse a otra frontera. Cada vez retrocedían cediéndole paso a los nazis. Tembló por lo bajo apretando su escopeta contra su pecho.

—¡Soldado Midoriya! —En su huida pudo escuchar la voz de su superior captando su atención—. Ve al sector 0024.

—¡Pero! —Antes de poder replicar, una granada fue impactada en el lugar donde estaban desvaneciendo en un fuerte choque la conversación que apenas iba a comenzar

Humo comenzó a disiparse, así como la fuerza que generaba esta. El joven de cabellos de rizados estuvo cerca de la inconsciencia. Se sentía un inútil y más al ver como los nazis tomaban control de todas las fronteras matando a sus compañeros. Observó por minutos a su líder que se retorcía en el suelo en agonía; una espada le partió el cráneo y su último grito fue escuchado como un zumbido horrible.

Midoriya mirada todas las atrocidades mientras lloraba en un lamento silencioso a espalda de los nazis. El pueblo que juro proteger estaba siendo invadido y no podía hacer nada. Juro que pudo escuchar el grito de su madre a lo lejos llenándole de coraje y agobio.

Soltó más lágrimas en su lugar viendo como las mujeres eran violadas y despedazadas. La última imagen que vio fue a un nazi apuntándole con una sonrisa. Su cuerpo no pudo resistir y se desvaneció en el suelo.

Asqueroso.

Las tragedias que trae la guerra.

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.

.

El dolor era insoportable para resistirlo, sentía ataduras que le asfixiaba junto con dagas atravesándole el cuerpo. Un pavor se instauró en su ser, tenía el evidente temor de abrir los ojos. Ver que aún seguía vivo y no muerto como le hubiese gustado ser.

Lentamente movió sus párpados con intenciones de abrirlos, pero el ruido de una puerta le alerto a no mover ningún musculo.

—¡Hemos encontrado un castillo, führer! —Los sonidos escuchados tenían un acento en particular. No estaba confundido, eran los nazis.

—¿Dónde? —Escuchó una voz rasposa al costado suyo causándole perturbación.

"Si hubiese abierto mis ojos, él se hubiera dado cuenta"

Pensó con miedo y alivio por la interrupción de los soldados. Por un momento, sintió el ambiente más lúgubre; las voces se habían callado rápidamente muriendo en el aire. Una risa cínica fue el detonante de su grito cuando un objeto filudo traspaso su costilla.

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