Escena doce

6 1 0
                                    

Escena doce

El próximo día sería entrega de boletas, por lo que se les estaba dando a los alumnos el citatorio pertinente para que se los entregaran a sus respectivos padres y vinieran a la junta habitual. No obstante, también les hacían entrega de sus calificaciones para que se dieran una idea de cómo debían esperar que sus padres reaccionaran al conocerlas el día siguiente.

Abril tomó tanto el papel que contenía la cita de mañana como su boleta y los aplastó contra su pecho, sin darles ni un solo vistazo sino hasta que corrió de vuelta a su butaca. Ya sentada, con el corazón latiéndole rápidamente por el nerviosismo, poco a poco descubrió ambos papeles, mas ahora cerró los ojos para evitar mirarlos. Inhalando y exhalando para darse valor, abrió sus ojos color canela con lentitud, hasta que las letras se hicieron visibles y lo primero que vieron fueron sus calificaciones.

Español: 7

Matemáticas: 6

Ciencias Naturales: 6

Geografía: 6

Historia: 6

Educación Física: 6

Educación Artística: 8

No tenía ningún cinco; no había reprobado ninguna materia ese bimestre.

—¡Yey, lo hice!

Tanto fue su entusiasmo que no pudo contenerse de gritar a todo pulmón, en lo que se levantaba y alzaba la boleta en el aire, feliz, y ocasionando que el resto de sus compañeros se mofaran de ella por su exagerado actuar. Se sonrojó al oírlos, por lo que volvió a tomar asiento, avergonzada.

—¿Buenas noticias, Abril? —le preguntó su maestra tras callar a los demás, amigable.

—¡No reprobé nada! —informó ella, sonriente.

—¡Milagro! —Se oyó alguien por allí, haciendo reír a la mayoría otra vez.

—A ver silencio. —La docente volvió a silenciarlos, firme—. Más respeto para su compañera, es un gran logro para ella. —Miró a la chica, simpática—. Me da gusto por ti, Abril.

—Gracias —le agradeció, animada.

El resto del día trascurrió normal; la maestra les pidió que le entregaran de nuevo las boletas y que fueran avisando a sus padres de cómo les había ido y que mañana ya los vería ella en la reunión. Abril se mantuvo algo ausente el resto de las clases, demasiado ocupada con su alegría como para prestar atención a su alrededor. Finalmente, las clases concluyeron y ella, velozmente guardó sus cosas para correr al salón de al lado, entusiasmada. Como siempre, Emilio la esperaba sentado en su butaca, cruzando los brazos sobre la mesa y ocultando el rostro entre ellos.

—¡Emi! —gritó con tanta estridencia que el niño se sobresaltó, alarmado.

—¿Pero qué...?

Apenas iba a reprocharle, cuando ella lo tomó de las manos rápidamente, jalándolo para hacer que se alzara de su asiento y empezar a bailar y dar brinquitos de dicha con él, de aquí para allá.

—¡Lo hice, Emi, lo hice! —cantó, por demás gozosa.

—¡Oye, detente! Que pares te digo. —Emilio se zafó del agarre, brusco, y la miró con mala cara—. ¿Qué hiciste? ¿Por qué el escándalo? Y es Emilio, no Emi.

—¡Las boletas, Emi! Hoy nos dieron las boletas ¿y adivina qué? ¡No reprobé ninguna materia! —anunció con semblante brillante, dando un par de vueltas más por su cuenta.

No necesitamos decirloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora