Extra.

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¿Recuerdas cuando prometiste que me amarías? Yo te creí.

¿Recuerdas cuando prometiste que estarías allí cuando más te necesitara? Yo te creí.

¿Recuerdas cuando prometiste que nunca me dañarías? Yo te creí.

¿Recuerdas cuando dijiste que nunca te irías? Te creí.

Pero no todas tus promesas se cumplieron. Sólo una lo hizo.

* * *

La castaña había estado llorando por horas, el recordar aquel momento la hacía derrumbarse nuevamente, no le gustaba recordar.

Pero lamentablemente lo hacía.

Recordaba cada detalle de ese día.

—¿Por qué no lo cumpliste?— Murmuró Camila para sí misma, mientras las lágrimas se derramaban libremente por sus mejillas.

La ojiverde se había levantado antes que su esposa, debido a que había sentido un dolor de cabeza increíble, Lauren sabía que era debido a su enfermedad, la cual avanzó demasiado rápido.

Su nariz comenzó a sangrar, pero no hizo ningún sonido para no despertar a Camila.

Se dirigió al baño y tomó un trozo de papel, presionándolo en su nariz.

Después de parar el sangrado, Lauren volvió a la habitación y se acomodó en la cama de tal forma que podía ver a su esposa dormir.

Le pareció la imagen más linda que pudo haber visto.

Sacó aquellos mechones de cabello que caían libremente por su cara, haciendo que Camila frunciera el ceño en sus sueños.

—Creo que no podré cumplir la promesa Camz.— Murmuró la ojiverde con una sonrisa triste, mientras acariciaba la mejilla de la menor.—No podremos terminar nuestra semana juntas.

Y Lauren tenía razón.

—¿Mila?— Dinah había ido a ver a su mejor amiga, sabía el estado en el que se encontraba y era consciente que no estaba nada bien.

Claro, ¿Quién estaría bien si acaba de perder al amor de su vida?

Dinah intentó abrir la habitación donde dormían Lauren y Camila. Aunque ahora sólo sería la castaña. No lográndolo, decidió tocar la puerta.

—¡Vete Dinah!— Gritó Camila del otro lado de la puerta, pero la otra chica no cedió.

Dinah decidió quedarse en la casa de la más pequeña ya que le preocupaba su estado, mucho.

Camila seguía sollozando contra la almohada, sentía dolor, demasiado dolor.

Sentía dolor porque había perdido a la persona que ama.

Camila se sentía vacía. Vacía porque había perdido a su alma gemela.

Había perdido a Lauren.

—No está muerta, no está muerta, no está muerta.— Decía repetidamente la castaña, en un tono de voz muy bajo.

Camila quería creer que su esposa no había muerto.

Y vaya que lo logró.

Así se la pasó por horas, se murmuraba cosas a ella misma que a veces no se podían entender.

Pero entre ellas estaba aquella frase "Ella no está muerta".

Y esa frase la tuvo durante un buen tiempo.

—¿Tienes hambre?— Cuestionó Camila con una sonrisa, la más alta negó con la cabeza y se acercó a la castaña, abrazándola por la cintura.

—No me siento tan bien.— Admitió Lauren mientras apoyaba su mandíbula en el hombro de Camila.

Camila no dijo nada.

—¿Camz?— Llamó Lauren a su esposa, la cual estaba cabizbaja.

Camila se abrazó a Lauren rápidamente, escondiendo su rostro en el hueco del cuello de la hispana.

—No me dejes, por favor.— Murmuró Camila.

—Camila..— Lauren comenzó a hablar, pero no sabía qué decir en realidad.

Ambas se quedaron abrazadas por varios minutos, hasta que la más alta rompió el silencio.

—Te amo.

Camila lloró.

Cinco horas después de lo sucedido, ya eran las nueve de la noche.

Ninguna de las dos chicas decidió hablar sobre lo que había pasado.

Estaban acostadas en la cama, Camila leyendo, Lauren mirando a su esposa.

¿Quién diría que una enfermedad te arruinaría absolutamente todo?

Lauren sabía que moriría, también sabía que sería pronto, muy pronto.

La ojiverde era consciente de que Camila no dormía, porque sabía que la castaña se quedaba observándola por horas.

Camila siguió leyendo su libro, hasta que decidió que sus ojos ya no podían más, antes de poder echarse a dormir, se quitó los lentes que usaba para la lectura y acomodó su almohada.

Apenas la castaña apoyó su cabeza en la almohada, Lauren habló.

—Quiero hacerlo.— Camila frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Sabes a lo que me refiero.

—Lauren..

—Es una última vez.— Camila se sentó en la cama, mirando a su esposa.

—No digas eso, Lauren.

—Por favor.

Finalmente Lauren ganó.

Al día siguiente Lauren le pidió a la castaña ir a la playa, uno de sus lugares favoritos.

El último lugar donde estarían juntas.

Estuvieron ahí, riendo por los chistes que se contaban. Se la pasaron así por horas hasta que ya eran las cuatro de la tarde aproximadamente.

En ese momento el mundo de Camila se derrumbó.

Lauren sólo durmió, para no despertar jamás.

Camila no lloró en ese momento.

Lauren no pidió perdón.

Camila se sintió vacía.

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