Avión XXIII

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Éste lleva dos años aquí, lo escribió una adolescente.
Escrito en el reverso de un póster.

[Lo que teníamos no estaba roto,
sólo abandonado.
Nunca lo rompimos,
pero temíamos volver a tomarlo.

Quizás porque lo creíamos frágil,
Ya que se había caído varias veces.
Quizás porque gracias a su antigüedad,
si lo tocábamos tal vez lo romperíamos.

Es verdad, ésto es muy grande y hay que sostenerlo de a dos.
Sabíamos que si sólo uno de nosotros lo tomaba, podría caer y romperse en cualquier momento.

Ninguno quería eso.
Y ninguno se animó a preguntarle al otro si quería que lo volvieran a sostener.
Por miedo a que el otro dijera que no.

Lo sostuvimos en momentos, pequeños.
En esos en los que temblaban muestras vidas y sabíamos que eso nos proporcionaba estabilidad.
Pero eran casos de emergencia.

Ahora, sin querer, nos hemos encontrado ambos observándolo. Observando lo antiguo e intacto que estaba.
Y con sólo una mirada, un pequeño gesto, sabíamos que estábamos listos para volverlo a sostener.

Pues lo nuestro no estaba roto,
Sólo abandonado.
Lo nuestro no se había hechado a perder,
Sólo lo mantuvimos congelado.

Y hoy, sosteniéndolo de nuevo,
lo limpiamos y pulimos.
Y estamos listos para hacerlo más grande, y más antiguo.
Pero que ese más antiguo no signifique más frágil, sino más fuerte, más duradero.

Volvimos con la fuerza que necesitabamos para volver a sostenerlo.

Lo soltamos esos días en los que ambos eramos débiles, pero volvimos.
Sin preguntarnos, sin forzarnos, volvimos porque queremos hacerlo.
Volvimos a sostenerlo por todo el tiempo que podamos.

Y si debemos soltarlo de nuevo, sé que sólo lo dejaremos en un lugar seguro hasta que podamos y queramos volver a sostenerlo.

Y el tiempo le irá agregando antigüedad y su antigüedad, la importancia y el valor.]

Ya viajando nuevamente a su casa, ella lo leyó, lo hizo avión y lo lanzó por la ventana del colectivo.

Aviones de papel sobre el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora