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Lucy es consciente de su presencia. 

Él ha estado sometiéndola a esa tediosa rutina desde hace meses y sabe que no se detendrá hasta que llegue a su destino, en donde incluso, comenzará a seguirle los pasos cuando se conecte por internet y comenzará a comentar en cada una de sus publicaciones con tal de que sepa sobre su existencia más de lo que a ella le gustaría saber. En su día a día no se separa de ella, y la sigue a todas partes. 

Al parecer, el seguirle el paso por la escuela dejó de ser suficiente para él en algún momento, y ella lo supo cuando comenzó a notar las muchas casualidades en las que recaían sus encuentros: el centro comercia, el gimnasio, el supermercado, el ortodoncista... ¡Era ridículo! Natsu ni siquiera ocupaba frenillos. Él tenía la sonrisa más perfecta que Lucy conocía.

Oficialmente, Natsu era un acosador. 

¡Ya está, en eso se había convertido él a esas alturas! ¿De qué otra manera podía catalogar la actitud de él si no?

—¿Sigues molesta conmigo, preciosa? El simple hecho que lo pregunte, sirve para que la rubia comience a perder los nervios.

Ella le sube al máximo el volumen de su celular con tal de no escucharlo hablar, sabe que si le presta atención a lo que tenga qué decirle, se enfadará aún más de lo que lo está en ese momento. Seguramente, todos a su alrededor escuchaban lo que ella tenía en ese momento reproduciéndose a través de sus auriculares.

Su mejor estrategia: ignorarle durante el resto de trayecto del autobús.

Pero nada puede hacer ante el juego de caricias en el que él pone a prueba su paciencia. Él se pone a dibujar cosas sin sentido con sus dedos sobre la manga de su blanca camisa escolar. Sea lo que sea que intente, no me hará cambiar de opinión. Pensó.

El sonido de la próxima parada, de la que era su parada, le hace tomar su mochila, desperezarse por pasar tanto tiempo sentada y pararse del asiento que ocupaba. Con un gesto, Lucy se despide Macao, el chófer del autobús que toma todas las tardes.

En ningún momento bajó el volumen de su celular, aún cuando ahora su lista de reproducción aleatoria había decidido probar la resistencia de sus tímpanos al poner en escucha Catch Myself Catching Myself.  ¿Qué hacía Underoath en su celular? 

Le toma tan solo un par de minutos recordar que Natsu Dragneel se está colando en su vida, en su rutina, y ahora, hasta en su celular. 

No suele disfrutar como tal, música como la de aquella banda, pero al menos agradece en ese instante que con ella no tendrá por qué escuchar la voz de aquel acosador pelirosa, quien la seguía tan de cerca, que llegaba a parecer más bien su sombra. 

Pero al considerar su poco más de 1.60 contra los casi 1.80 que él medía, siente que ella serviría mejor de sombra para él que al contrario.

Caminó por no mucho rato, tenía que hacer algunas compras para la cena o pasaría una noche a base de la dieta de agua y evitando comerciales de comida. Estando en el mini-mercado cercano a su departamento, compra lo que necesita y devuelve de su cesta las gomitas que el pelirosa había echado deliberadamente en ella. Lucy ama las gomitas como Cana las bebidas y las buenas partidas. Ella sabía que él lo sabía. ¿Intentaba ganársela de esa manera? A lo mejor hubiera funcionado si él las hubiera pagado. Pero no. 

No fue hasta llegar a la caja que ella se quitó uno de los auriculares. Pagó su compra, e ignorando lo que fuera que el chico le hubiera dicho, la rubia volvió a ponérselo y siguió con su camino a casa. Esta vez se despidió de Sorano, la chica que trabaja en aquel mini-mercado y que es hermana de una vieja amiga de Lucy. Solían jugar mucho juntas de pequeñas.

Una nueva canción se reprodujo, y Lucy no supo esta vez si reír o enfadarse más. From Yesterday era una canción que siempre había escuchado en la radio de su primo cuando iba de visita con su familia. Le trajo buenos recuerdos, así que sonrió mientras cantaba la letra con el más bajo tono de voz que pudo.

Lucy no se escuchaba a sí misma. Natsu sí lo hacía.

Ambos se detuvieron al semáforo para peatones ponerse en rojo. De pronto, sintió dos cálidas manos encerrar su cara por cada lado. No sabía que te gustara Thirty Seconds to Mars. Cómo decirlo, no es tan de tu estilo.

Pues no creas que sabes todo lo que me gusta en esta vida, Natsu. Porque no  lo haces. Una vez el semáforo cambió a verde, ella se apresuró a seguir su camino. 

Bueno, sé que yo te gusto. Y eso me es más que suficiente por ahora.

—No, en realidad te odio. En realidad no. A Lucy le gustaba el color de sus ojos, lo intrigante que podía ser su mirada. Le gustaba su cabello, lo sedoso que era, y qué decir de sus gestos, su voz. Y ella sabía que él lo sabía, sabía cuánto amaba su sonrisa. 

Así que, casi como si le hubiera leído la mente, el pelirosa sonrió. No, no lo haces. Solo odias que sea tan idiota.

Si lo sabes, ¿por qué no cambias y dejas de serlo? 

—Porque tú me amas así. Aquello la tomó por sorpresa. Aunque no debería. Era normal en Natsu hacer aquella clase de comentarios en los cuales él tenía la razón, pero no tenía por qué hacerlo saber a todos. Y a pesar de haber pasado por tantos momentos bochornosos con él por su agraciada lengua, no era capaz de acostumbrarse a ello.

Tratando de ocultar su vergüenza con un falso alargamiento de su anterior enfado, decidió darle la espalda mientras susurraba para sí. Maldito egocéntrico. Dejándolo atrás por breves segundos, hasta que él la alcanzó sus pasos nuevamente.

—Por favor, no vuelvas a enfadarte conmigo, bebé. Ella no respondió, pero algo en aquellos motes le quebrantaban la voluntad de acero que creía tener. 

Porque a pesar de que ella se lo niegue a sí misma, se lo niegue a él, o al mundo entero, Lucy ama a Natsu.

Lucy ama a NatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora