Lucy comienza a fastidiarse del calor de la playa, y todo lo que le incluye.
De hecho, ahora mismo ella podía afirmar con total certeza que el ambiente perfecto de veraneo que brinda la playa, no era necesariamente siempre el ambiente erótico idóneo para la literatura y la vida real. Es decir, siempre que ella leía en sus libros de romance cómo los dos enamorados protagonistas calmaban su frustración sexual, de una u otra manera, en medio de un ambiente con arena, sol y mar, fuera bajo la luz de cualquier astro celeste, Lucy llegaba a la conclusión de que aquel era el ambiente más cliché al que un escritor podía llegar en toda su carrera.
Si usabas lo suficiente algo de imaginación, habían mil y un escenarios aún más perfectos como: un paseo entre remos, una mañana de picnic, una noche en medio de un campo de fútbol, o cualquier otro escenario con suficiente creatividad. (Eso, considerando la última saga de romance a la que se había enganchado semanas atrás)
Sin embargo, en un día de verano que había tomado de las vacaciones que se debía a sí misma, su mentalidad del cliché dejó de existir al conocer a un enigmático y caliente chico de cabellera rosa.
Es decir, siempre había esperado llegar a describir a su primer amor como un clásico caballero con reluciente armadura y un blanco corsel. Pero no, su primer declarado amor a primera vista, no concordaba con una descripción como esa.
Sonrió de solo recordar cómo lo había encontrado.
Aquella playa no era de gran renombre: Playa de Iriomote. De hecho, Lucy había ido a caer en aquel lugar por simple descuido suyo.
Había tomado un tren con rumbo a la costa con el estúpido plan de experimentar la sensación de un mundo que intentaba plasmar en papel y tinta. Pero se había quedado inevitablemente dormida como por más de media hora de donde debía estar su verdadera parada, la cual la llevaría a gozar de unas deliciosas vacaciones en un resort acuático y relajante con acceso al mar. Y en donde se encontraría con algunos de sus viejos colegas para un reencuentro que, honestamente, poco le emocionaba. Sin embargo, no había estado muy contenta al darse cuenta de lo rápido que habían cambiado sus planes por un mal sueño que le había cogido desprevenida.
Como escritora, sabía muy bien que las grandes aventuras solían llegar hasta las almas aventureras, no al revés.
Así que la estúpida idea de dejarse llevar por la situación, llegó a merecerse un mejor adjetivo al notar lo ridículamente pesadas que eran sus maletas, caminar al menos 5 kilómetros a pie con sandalias baratas y bajo un sol de medio día. En un par de minutos, la linda y agraciada Lucy Heartfilia ya dejaba de creerse un alma aventurera al darse cuenta de lo mucho que odiaba aquello que denominaba como vida real.
Sus maletas pesaban horrores, y comenzaba a maldecir a su patético enfurruñamiento en cargar con ella sus libros pendientes por terminar junto a alguno de sus escritos más recientes. El esfuerzo de llevar aquella carga era demasiado.
Cuando tuvo que detenerse por undécima vez a sacudirse la molesta arena que se le pegaba a la piel desnuda, que dejaba verse por su típico vestido blanco de veraniego, y ya sudada por el clima, Lucy comenzó a pensar qué podía ser lo que le gustase a la humanidad sobre las playas, las largas caminatas en ellas y los primeros besos de amor verdadero que las ponían como escenarios románticamente perfectas. ¿Qué podría tener de romántico tener la sensación de la arena inmiscuyéndose por cada rincón de tu cuerpo? Incluso ... ¿cómo podía ser el sexo increíble en un ambiente como ese?
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Lucy ama a Natsu
Fanfiction"Lucy ama a Natsu" serie de drabbles Nalu desde el punto de vista de Lucy.