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Advertencia: aunque el siguiente capítulo no contiene violencia ni escenas de sexo explícito, sí que aborda un tema que... podría parecerte delicado. Puede que no termines con muy buen sabor de boca al terminar de leerlo, o que hayas entrado buscando dulces, color y alegría. De ser ese el caso, sáltate este capítulo y sigue leyendo.

En caso contrario, y seas receptivo al concepto de amor enfermizo, bienvenido. Es la primera vez que me animo a publicar algo de este estilo. Así que, esto es como muy experimental. Igual, espero que disfrutes la lectura.

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"Puede que no tengamos corazón, pero tenemos ojos, y éstos bastan para atormentarnos."

Lucy está completamente inmersa en su lectura; investiga incansablemente.

"Pesadilla. En breves y resumidas palabras: un mal sueño. Un mal sueño que produce fuertes sensaciones de miedo, ansiedad, angustia o terror. [...] Las pesadillas generalmente comienzan antes de los diez años de edad, y casi siempre se consideran una parte normal de la infancia. Tienden a ser más comunes en las niñas que en los niños. [...]

Las pesadillas pueden desencadenarse por hechos aparentemente rutinarios, como iniciar estudios en un nuevo colegio, hacer un viaje, o una enfermedad leve en uno de los [allegados]. Algo importante, es que las pesadillas pueden continuar hasta la edad adulta. Pueden ser una forma en la que nuestro cerebro maneja las tensiones y temores de la vida cotidiana."

Lucy cierra el libro que tiene entre sus manos, y decide concluir con su lectura. Decide suspender aquella investigación sin pies ni cabeza, debido a que nada de lo que ha leído, sacia su inquietud. La inquietud que no decrece conforme los días transcurren. Y es que no importa qué tanto se lo pregunte, qué tanto lea, o qué tanto investigue. Ella no puede hallar una verdadera solución al problema que la llena de agobio día con día.

Suelta un largo suspiro y deja a un lado, sobre su mesa de noche, el libro que había tomado prestado de la biblioteca del gremio. Se arropa entre sus sábanas e intenta obtener algo de descanso, que sabe muy bien, no conseguirá. Ni siquiera se molesta en apagar la lamparilla que arroja luz directamente hacia su cara.

Las pesadillas son cada noche más y más recurrentes para Natsu. Y Lucy lo sabe. Pues de la misma manera lo son para ella. Los recuerdos de momentos desagradables; ocultos en lo más interno de sus seres, las experiencias y dolores pasados, las pérdidas y las desgracias ocurridas los persiguen a ambos de la misma manera.

Después de verse en medio de una misión en donde la rubia casi pierde la vida por un descuido muy estúpido de su parte, Natsu no ha podido sacar de su mente la culpa que no merece cargar. Y sus sueños eran meros reflejos de ese hecho.

Lucy, por su parte, no puede evitar rememorar los minutos de horror que experimentó en manos enemigas cada vez que cierra los ojos para conciliar el sueño. Bastan un par de minutos de silencio para que su mente le juegue en su contra, al hacerle recordar las sensaciones de las personas que dejaron huella en su alma. Al su mente hacerle recordar cómo se había ganado aquella cicatriz que surcaba por una parte tan secreta de su cuerpo y, la cual, se había ganado a base de una pesadilla.

Ambos sufren por esos recuerdos que tanto se presentan en sus sueños, mas Natsu desconoce este hecho en Lucy. Él es solo consciente de sus propias pesadillas, de sus propios terrores. Y eso a ella no le importa.

Cada vez que Natsu se remueve inquieto en su cama, bajo las sábanas y sollozando. Mientras lágrimas corren por sus mejillas, Lucy lo acuna entre su seno, le acaricia la cabeza y le susurra al oído que todo estará bien. Él no parece escucharla con claridad al principio, pues los temblores inconscientes de su cuerpo le abruman en sobremanera. Hasta que ella le obliga con cariño a verle a los ojos. Es justo en ese momento cuando Natsu es consciente de ella y su presencia.

Lucy ama a NatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora