«y mi pobre corazón de hierro, se me fue oxidando con las penas, y es que tengo sueño y no me duermo, este fuego que ya no calienta.»
(terminantemente prohibida la copia o adaptación de esta novela)
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[recomiendo leer escuchandolacanciónen multimedia, esenlaqueestábasado el shoot... ¡espero queosguste!]
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LOS FLASHES DE LA CÁMARA resonaban en la habitación. Mientras Jonathan se iba moviendo a su alrededor, Nancy intentaba quedarse tan quieta como su corazón de hielo. Posando y haciendo sonrisas de plástico con sus labios pintados de sangre, miraba fijamente al objetivo. Llevaba haciendo de modelo para Jonathan desde que empezaron a salir, hace unos dos años. Este año él se había tenido que ir a la Universidad y acababan de volver a encontrarse. Después de saludarse, él le había pedido que posara para él. Sin embargo, esta vez había sido diferente, y no en el mejor de los sentidos.
La contemplaba a través del objetivo de la cámara, observando cuidadosamente la expresión de su rostro. Estaba diferente de cuando se había marchado a la universidad. Más fría. Más distante. Era como una estrella inalcanzable, que él se empeñaba en alcanzar. Y si de algo estaba seguro era que la alcanzaría. Con esos pensamientos en mente y una sonrisa desenredándole en los labios, se acerco y le dió con beso. Pero esta vez era diferente de otras. Como si estuviera besando a una escultura de hielo. Decidido a derretir ese hielo, aplicó más presión, en un intento desesperado de llegar a ella. Ella se alejó. Lo miraba y en sus ojos había una pizca de... ¿era asco lo que se diferenciaba entre sus labios fruncidos y su entrecejo arrugado?
—Me marcho. Tengo cita en la peluquería.
¿Desde cuándo a Nancy le importaba su pelo tanto como para interrumpir una sesión de fotos?
—C-claro, vé.
—Adiós.
Contoneando sus caderas y con la mirada de asco todavía presente, se fue.
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Mientras le cortaban y peinaban el cabello, pensaba en lo ocurrido esa mañana. ¿Cómo tenía tanto morro de acercarse y besarla, así sin más? Después de todo lo que le había hecho... Pensaba en esto y otras cosas cuando su cita entró por la puerta.
—Y luego va, se me acerca, y me besa. ¡Así, sin más, como si todo fuera igual que antes!
Patrick asintió con la cabeza, indignado. Él había sido un gran apoyo cuando se enteró de lo de Jonathan, y siempre había estado ahí para ella.
