Tarde de Viernes Santo.

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El día amaneció soleado en la ciudad románica, los rayos anunciaban una calurosa tarde de verano en plena primavera. Las 4 y media en el reloj de la Plaza Mayor y la procesión avanza por la calle, un cofrade vestido de terciopelo negro y con vara avanza sin miedo.
Aquel cofrade mira hacia lo alto buscando una respuesta del cielo, lo único que halla son dos ojos marrones femeninos, mirada frente a mirada, y aquel cofrade siente como un puñal le atraviesa el corazón al recordar momentos vividos con esos ojos.
La procesión avanza, aquel cofrade lanza una última mirada hacia arriba en forma de despedida, en lo alto del edificio no hay nadie, sólo recuerdos dolorosos de un penitente.

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