Capítulo 9

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Lo miré y bajé mi mirada, seria, sin un comentario que otorgarle. Esperé a que llegara la sonrisa boba, el sonrojo y las mariposas en el estómago, mas no llegó nada, me quedé neutra sin palabras. ¿Qué se supone que debería decir? Pude alcanzar a ver que él también inclinaba la cabeza decepcionado, iba a decir algo cuando llega el chavo nuevamente.

-¿Ya saben qué van a pedir? – pregunta.

-Yo voy a pedir uno omelett, un coctel de frutas y un café.

-Bien, ¿Para usted señorita? – dirije su mirada a mí.

-Un baguette, sandía y té verde por favor.

-Claro – apunta en su libreta. – En un momento les traigo su orden.

Ambos lo seguimos con los ojos como asegurando que se haya ido.

-Lo siento – me dijo Trebor. – Creo que el comentario pasado no...

-Está bien. – le dirigí una cálida sonrisa.

Nos quedamos en silencio. Pude ver que él estaba absorto mientras jugaba con el salero entre sus manos. Yo sólo me quedaba pensando qué le pasaría por su mente, y de repente el recuerdo de su aspecto de hoy en la mañana volvió a mí, y lo miré, no pensaba sacar el tema hasta que él lo hiciera. Y entonces la curiosidad me consumió más, ¿no se supone que él dormía en el sofá mientras usaba su cuarto? Eso le había dicho a sus padres el primer día, ¿qué hacía arriba?

-Oye...

-Les entrego sus bebidas – el camarero colocó los vasos enfrente de nosotros y se fue.

Trebor comenzó a preparase su café y ya no dije nada. Tal vez por el momento no era buena idea mencionar aquello. Sentí un breve dolor en el estómago, no, en la matriz, donde había hecho el corte. Puse la mano ahí y respiré profundamente al sentir que el dolor intensificaba, junté las dos manos hasta que de repente se disipó. Sentí un alivio y tomé mi té.

-Algo me iba a decir. – deja su taza y me ve.

Eso me tomó por sorpresa y me qué pensando qué decir.

-Ya nada, se me olvidó.

Suena una pequeña risa de su parte.

-Eres muy olvidadiza sabes.

-Sí...- tomé otro sorbo.

A Trebor le daba gracia que las cosas se me olvidaran, e incluso si hace unos segundos acababa de suceder. En un inicio pensaba que era cierto, pero luego me di cuenta de que en realidad era distraída, una parte de mí siempre estaba naufragando en mis pensamientos y eso hacía que no le pusiera total atención las cosas. Y otras veces decía que no recordaba porque no quería, y pensaba que tal vez si fingía olvidar mi mente se lo creería y lo terminaría suprimiendo totalmente.

-A ver, - dijo Trebor ya alegre – pongamos a prueba tu memoria...mmm...¿cuál es el recuerdo más viejo que tienes?

Me reí. Siempre le gustaba poner a prueba mis habilidades y defecto, lo cual me agradaba porque en ocasiones me sorprendía a mí misma. Dejé que mi memoria tomara el tren al pasado y fui pasando por varias estaciones hasta toparme con la primera, sí, obviamente no podía recordar nada antes de eso, incluso no puedo creer que recuerde eso. Sonrío para mí misma y siento que pequeña lágrima se derramará, pero la contengo.

-Cuando mi mamá me sostuvo por primera vez. La sala del hospital era blanca y recuerdo a mi padre enfrente de nosotras con una cámara diciendo "será tu primer foto" y escuchar el click de la cámara, hasta ahí recuerdo.

Él me sonrío. Me gustaba esa sonrisa. Esa sonrisa que te ofrece alguien cuando está muy orgulloso de ti, que se alegra que haya conseguido tu meta. Ese tipo de sonrisas eran de mis favoritas porque no hacía falta que expresara alegría o que dijera algo, sólo ese gesto decía más que cualquier cosa y se sentía bien, muy bien. Trebor era el único que me lanzaba esas sonrisas, y cada vez que lo hacía intentaba guárdalo en mi mente para que cuando lograra algo y él no estuviera presente pudiera ver su expresión y sentirme aún mejor, saber que él estaría alegre de mí.

-Y se supone que tienes mala memoria. – se recargó nuevamente en asiento apoyando toda su espalda.

Sonreí.

-Les entrego sus platillos. – puso la comida sobre la mesa – Cualquier cosa que necesiten llaménme.

-Claro, gracias. –responde Trebor y el chico se va.

Tomo un sorbo de té y veo que un grupo de jóvenes entra a la cafetería, eran cinco, y uno se me miró detenidamente hasta que apartó la mirada. Giré la cabeza hacia mi plato y comencé a comer. Escuchaba risas del grupo y cómo una silla se desplegaba, por la mirada de Trebor supuse que se acercaba uno de ellos.

-Hola. ¿Cuál es tu nombre?

Lo miro, era aquel que hace un rato me vio. Tenía cabello rojizo, usaba lentes, alto y delgado, asumía que tenía unos diecisiete. Desvíe la mirada para ver a lo demás, se reían y comentaban, algo no me traía buena pinta.

-¿Cuál es el tuyo? – pregunté dejando el tenedor en la mesa y sentándome bien para verlo.

-Fred.

-Mucho gusto Fred...- entonces me doy cuenta de quién es, me quedo en pausa para estudiar bien sus facciones y estar segura de que es él, y sí, es él. – Por si no te has dado cuenta estoy comiendo con alguien y sólo estás interrumpiendo eso. Sería muy amable de tu parte que movieras tu cuerpo hacia la silla donde estabas antes. – digo sin verlo de forma grosera.

NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora