Alas negras | Jeff the killer love.

Alas negras.

Prólogo

Veo nuevamente a la chica que estaba en la pared, desnuda, con la entrepierna y garganta sangrando, y totalmente patética. Al parecer, la tortura ha ido bien durante horas interminables, claro para ella, porque a mí, en lo personal, no me molestaba para nada que el tiempo pasara lento, todo lo contrario, sentía que cada segundo pesaba en sus hombros y eso, de alguna u otra forma, causaba un grado de satisfacción en mí.

—¿Estás cansada, Diana? —me acerco un poco a ella, tomando su rostro en mis manos, su piel era tan suave, lástima que se tuvo que topar conmigo en un mal día— ¿Quieres ir a dormir?

Sabía que ella era incapaz de decirme alguna palabra, su garganta estaba llenándose poco a poco de sangre, ahogándose de la manera más tortuosa que se me pudo ocurrir, claramente tendré que buscar nuevos métodos de tortura, se me hacía un poco aburrido a veces, tenía que innovar.

—Vaya, te ves un poco agotada, ¿quieres animar un poco tu cuerpo? —reí para mis adentros al ver mi nuevo método para torturarla un poco—. No creo que aguantes mucho, pero ahora veremos.

Con ayuda de mi cuchilla, saco gran parte del cableado que estaba tras de ella, en la pared, le saco la capa para dejar el cobre a viva luz y lentamente los acerco a sus pechos, dando pequeños choques eléctricos.

—Vamos, no te ves muy agradecida —ella gimió a duras penas cuando nuevamente puse los cables en sus pechos, dejándolos varios segundos— ¡¿Acaso crees que te dejaré libre?! ¡¿Quieres que te haga daño?! —en un arrebato de total locura hago un corte en su pezón, dejando éste entre mis dedos.

Mi cabeza dolía como el infierno, hoy no he tenido un buen día para nada, solo quería quitar de mi cabeza la estúpida idea de ver nuevamente al idiota de Jack, se suponía que el plan iría bien, ahora solamente necesitaba matar, matar y matar. No quería volver a casa para ver su cara de imbécil.

—¡Policía, alto ahí! ¡Estamos armados! —salgo de mi ensimismamiento y veo a Diana, que está con una pequeña sonrisa en sus labios, obviamente ella sabía que la policía me encerraría, pero claro que no la dejaré vivir.

—Te veo en el maldito infierno, pequeña puta —apuñalo su estómago y su pecho con fuerza innecesaria, necesitaba manchar mi rostro con su sangre, necesitaba sentir su cuerpo convulsionando, necesitaba desquitarme con alguien, no me importa pagar en la cárcel, sé muy bien cómo salir de esa mierda.

—¡Alto ahí, levanta las putas manos! —y ahí entran ellos, cómo no— ¡¿Qué jodida mierda eres?!

Río ante él. No entiendo para nada a Estados Unidos, ponen oficiales gordos para una persecución ¿contra mí? Es casi una ofensa.

—¿Acaso no sabes de mí? ¡Todos saben de mí! —y más ofensas.

—¡Las manos arriba! ¡Te vas a pudrir en la cárcel!

—Arriba, están arriba, hijo de puta —balbuceo, mi cabeza cada vez más palpitaba, necesitaba dormir, necesitaba irme de acá.

Todo pasó demasiado rápido como para darme cuenta, pero antes de lo esperado estaba saltando por la ventana, esquivando las balas sin cuidado, una me llegó en el brazo, pero no le tomé mucha importancia, solamente necesitaba descansar, no sabía muy bien lo que me estaba pasando, estaba cansado, tenía un calor asqueroso y mi mente estaba drogada en risas.

—Ve a dormir —siento un suave susurro abrazando mi oído izquierdo.

Poco a poco el dolor termina, el tiempo se detiene y el ritmo desenfrenado de mi corazón encuentra el paso final para darme a entender que mi propósito en esta vida estaba siendo un fiasco, que era un abominable monstruo que se llevaba almas inocentes para saciar la necesidad de pureza en su interior. Era mi hora de dormir.

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Bueno... no sé qué decir, jaja. Solamente espero que les guste, es como comenzar de cero y me encanta. Sé que, si nunca hubiera borrado mi cuenta, hace un año, esta historia tendría cientos de lecturas, votos y comentarios, pero vamos, no hay nada mejor como comenzar a subir por propio esfuerzo, poco a poco, es muy lindo ❤

Abrazos y besitos apretaditos, mojaditos, llenos de babita, Warrior.