2. Principio del fin (segunda parte)

95 2 0
                                    


Yo estaba rodeada de cosas rotas, a donde quiera que veía solo habían cosas rotas...cosas incompletas, cosas que no les dieron el tiempo de terminar.

Yo era una de esas cosas, yo estaba incompleta porque mi papá nunca me abrazó, no miento. Nunca me ha abrazado, mi mamá se fue de la casa cuando yo tenía diez, siempre he sido la hija de en medio a la que consintieron los dos primeros años que obviamente no recuerdo y luego llegó Jorge, mi hermano menor.

Al de en medio, bueno ese siempre queda a la mitad, no tanto amor, no tanto odio, déjemos que se forme.

Así que eso era yo, el molde al que la vida esculpía y escupía.

Mi vida era tan triste y yo era claramente miserable, pero esa tarde, esa tarde el mundo que yo conocí gris por fin estaba teniendo color, no sé si fueron las 2 cervezas que me tomé o el cigarro que me mareó pero estaba riendo tan fuerte que casi creía que no tenía problemas, había un chico guapo en frente de mí que me tarareaba canciones que él escuchaba a mi edad. Nos reíamos.

Yo lo sentía completamente extraño pero creo que para él esto es rutina, me sentí mal por un momento y lo notó. Sé que escuchó ese pensamiento y...lo abrazó.

— Quiero que sepas que no hago esto normalmente.

Levanté mi mirada y dejé de jugar con la servilleta.

— ¿A qué te refieres? — pregunté.

— No voy por la vida haciendo reír a chicas tristes. No se me da bien el hablar de los problemas y no, no te preguntaré porqué gritabas y llorabas, lo respeto, ¿me entiendes? Todos soportan su mierda de mundo todos los días, no estoy para hostigarte, Lia... pero si te quieres reír hasta que te duela la panza, escríbeme. Guarda mi número.

Anotó su número en la servilleta y yo le tomé una foto mientras lo hacía.

— De acuerdo...deberías haber quitado el sonido.

Me. Quería. Morir.

— Quería que lo escuches.

Le di mi número también. Nos reímos y me gustó, me gustó ser por un minuto la chica que le responde así. Me gustó tanto que decidí que así sería con él, lo miré fijamente y no sé si él se sintió incómodo, lo único que quería era mirarlo tanto hasta que me acostumbre a esa idea, pero no pasó, la idea de que algo así de hermoso se podía fijar en alguien tan triste, tan inseguro, tan lleno de desgracias como yo.

  — Y cuéntame Lía, ¿tienes novio?

Oh por Dios. Ginger siempre decía que ningún chico pregunta eso por curiosidad, ninguno. Si las estadísticas no fallan y el mundo no me aborrece tanto, quizá y Adam me pregunte esto porque se interesó en mí.

— Nunca he tenido. 

Y sí. Dije la verdad.

  —  Mejor, no le des ninguna oportunidad a los niños de colegio, son una basura te lo digo porque yo lo era, ya allá fuera conoces el mundo y te das cuenta de que no quieres lastimar a nadie, no lo sé, yo he tenido bastante karma desde que me gradué.

— ¿Te han lastimado mucho? — Pregunté, terminando así mi tercera cerveza. 

  — Peor. No he encontrado a nadie que me importe lo suficiente como para lastimarme. 

 Me miró fijamente, nunca nadie me había mirado así o al menos, si alguien lo hizo, nunca me sentí así. 

  —  Creo que ya debería irme. — Dije y me levanté de mi silla.

— Vamos, voy a dejarte a tu casa, dudo mucho que puedas caminar sin caerte. — Me tomó de la mano, mi mano fría...se descongeló. 

Caminamos hasta su moto y me extendió el segundo casco, noté desde el principio que el que yo tenía se veía más femenino y después de tanto hablar, ni siquiera le pregunté si tenía novia, quizá y tenía alguien a quien besar frecuentemente, ya saben, a su chica.

  — ¿A tu novia no le molestará que use su casco? 

  — Oh descuida es de Isa, mi hermana. Aunque sí, seguramente si te viera con ese casco ahora mismo te echaría de la moto.

Rió y avanzamos, diablos, me sentía muy mareada. Tenía la boca abierta y el viento con gotas de lluvia entraban por mi boca, tenía la frescura de la goma de mascar más el viento hizo que me dolieran los dientes.

  Adam detuvo la moto en la acera y se bajó. Lo miré estática, ¿qué hace? 

  — Soy tan tonto que ni me fijé en que te debes estar muriendo de frío, ten. —Me rodeó con su saco y me sonrió. 

Le susurré gracias y empezó a conducir, le indicaba por donde era el camino, derecha y largo, de nuevo derecha, dos cuadras más y a la izquierda y llega a la avenida principal, le dio la vuelta al parque y sigue largo hasta las casas en fila y listo, llegamos. 

  — Muchas gracias por traerme y bueno...gracias por todo. — Me sonrió.

— Eres una chica espectacular, Lía. No dejes que nadie te haga creer lo contrario, cuídate.

— Tú eres maravilloso, por cierto ten,  gracias. —Le extendí su saco. 

  — Sabes que casi lo olvido, vamos te veo que entres.

— ¿Crees que correré a la calle a que me atropellen y terminar con lo de la terraza?

— Pues aún me dejas la duda, no puedo creer como alguien tan lista, guapa y joven quiera terminar con algo así, ya, si necesitas hablar me marcas, prometo contestar. 

Me sonrojé, le di un abrazo corto y un beso en la mejilla.

  — Conduce con cuidado Adam. 

Me sonrió hasta esperar que yo entre a la casa, subí rápido a verlo por la ventana de mi cuarto. Seguí ahí, tenía el celular en la mano. Sabía, era tan bueno para ser...¡me escribió!

"Mereces más de lo que éste mundo te hace creer. Besos -A"

Recuerdo haber sentido ese cosquilleo en todo mi cuerpo, recuerdo cómo imaginé que mi vida a partir de ese momento sería diferente...recuerdo cómo se sentía ser enteramente feliz.

 Al menos aún recuerdo éso. No sabía que ése mensaje era el principio del fin.

Cómo morir y no amar en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora