Capítulo 1.

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La cantina quedó en silencio al escuchar el sonido de las espuelas de aquellas botas, al oír aquel sonido tan conocido y temido por todos entrar al lugar, los valientes reverenciaban con su sombrero al imponente hombre que cruzaba a paso lento hasta la barra, miraba con calculadores ojos verdes todo aquello que podría ser un peligro para él, una mano enganchada a la funda del revólver y la otra colgando a su costado luciendo anillos gruesos y pesados que prometían desgarrar carne de un golpe.

Hasta que un murmullo le hizo detenerse en seco.

—...es marica....

Pronunciado casi en un susurro, pero entendible para todos, la muerte se asomaba inquieta esperando su turno para entrar en la función. El forajido detuvo su andar de un golpe y se quedó de pie mirando a la nada.

—¿A quién le dices marica?-habló sin voltear siquiera, su voz grave, autoritaria y rasposa haciendo temblar a unos cuantos.

—A quién va a ser.

—Humm, no sabía que te hablabas a ti.-respondió burlón haciendo reír a unos cuantos dándose la vuelta lentamente observando al hombre emanar furia por todos sus orificios.

El forajido se acercó al hombre y pudo oler el licor que parecía había ingerido, nadie en sus cinco sentidos hubiese insultado a Cox.

—Te crees muy valiente pelao' - respondió el hombre levantándose de su asiento.-Puro echando cuete aquí y allá, no tienes madre.

Unos cuantos abandonaron el lugar con tal de no presenciar el tiroteo por venir, otros miraban la escena cómo si estuviesen deseando que pasara desde que el hombre de cabellos largos atravesó el lugar, otros apartaban la mirada, no eran dignos de ser testigos de cómo el temido Harry Cox se tronaba a uno de tantos.

Más temprano que tarde un cañón de calibre cuarenta y cuatro se apretaba contra la frente del insultante, el hombre abrió los ojos en exageración y su respiración se atascó en su garganta, testigos atrás contuvieron la respiración al notar, o más bien, al no haber notado, cuándo demonios había sacado la pistola.

—Como que tienes la lengua muy larga, ya te hace falta un despunte.-habló cerca del rostro del hombre ya pálido y sudoroso contra su arma de fuego, retiró el seguro y miró al vaquero cerrar los ojos con fuerza, casi sonríe.

Sonrió.

—Tienes huevos, de 'onde eres, preguntó sin despegar la pistola del cuerpo del otro.

La gente que se encontraba en el recinto observaba todo sin parpadear, e inclusive, una pequeña multitud estaba fuera del lugar observando a través de las ventanas y orificios en la pared de madera.

—De-de aquí mesmo, señor.

El forajido dió un ligero golpe a la frente del hombre con el cañón del revolver.- Achs no sea lambiscón.

De pronto, contra la nuca del forastero, se posó el metal frío de un cañón, el forajido sonrió.

—Cuidadito y te vas.- el temblor del metal en su nuca le hizo saber que la persona tras él no había disparado a alguien en su vida

Un escuincle.- pensó el hombre de cabellos largos asegurando nuevamente el arma, ya le había pasado una vez, recibir un balazo en el pie no era la mejor cosa del mundo.

—Órale, dispárele.-incitó el joven tras él, una voz chillona y temblorosa, suave como la tela, por el ángulo del cañón del revólver, el forajido pudo adivinar que el joven era unas cuantas pulgadas más bajo que él.

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⏰ Última actualización: Jun 24, 2022 ⏰

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