Era 1913, las tierras eran frías, e infértiles, la viruela y la post-revolución dejaron al pueblo devastado, Nuevo México vivía una depresión económica inaudita, la muerte rondaba en cada esquina, sólo los más fuertes sobrevivían, o luchabas, o luchaban por ti, no había distinción, la miseria se los llevaba parejo.—¿Pa' 'onde jalas pelao'?
El forastero hizo retroceder su caballo con un bufido, su arma sintiéndola más pesada en la funda, el calor del sol atravesándole la fina camisa lisa atada sólo por tres botones, el cabello que se asomaba por debajo de su sombrero tapándole los hombros una sonrisa torcida al rededor de un buen puro se plasmó en sus toscas facciones polvorientas y quemadas por el sol.
—Pa' 'onde jale, no es tu bronca.-contestó bravío tomando mas fuerte las riendas del corcel marrón pura sangre en el que venía montado.-Mi camino no es el tuyo.
El vaquero frente a él de río torciendo su sombrero hacia un lado con un movimiento nato, se acomodó en su caballo y tronó los labios repetidas veces, el corcel blanco comenzando a caminar con desconfianza alrededor del forajido de ojos esmeralda.
—Dispenseme, pero por aquí no son tierras pa' andarse paseando, está es propiedad privada.-avisó deteniéndose a un costado del jinete recién llegado.
—No me diga.-comentó el hombre de cabellos largos aún con el puro en la boca torcida en una sonrisa ladina, recargando el antebrazo en la silla del caballo.
El hombre moreno y fornido a su lado asintió llevando su mano derecha a la guarda de su arma, movimiento que no pasó desapercibido para el forajido, sacándose el puro de los labios y mirándole se llevó una mano a su arma, de mejor calibre que la contraria, sintiendo el metal de la culata llamándole.
—Así, que debo pedirle que se retire, usted y su bestia, fuera de aquí.-pronunció el hombre realizando un ademán con la cabeza señalando la dirección contraria y empuñando su arma descansándola en su pierna.
El forajido le miró el arma y luego le miró al rostro, un rostro bien parecido, con barba rasurada y ojos fijos, sin ningún rastro de duda, un buen tirador quizá.
Aunque a unos pies de distancia nadie sería mal tirador.- pensó el hombre de cabellos rizados.
Chasqueó la lengua en desaprobación negando con la cabeza haciendo su cabello balancearse, retomó el puro y lo encaminó a sus labios dando una calada profunda cerrando los ojos, elevó el rostro y dejó salir el humo abriendo los ojos y tirando el tabaco al piso.
En un movimiento más rápido que el pasar del viento, el temido forajido desenfundó su arma con maestría y disparó como muchas veces lo había hecho en el hombro del jinete contrario, quién cayó al suelo polvoriento como peso muerto.
El caballo relinchó y el de ojos esmeralda lo cogió por la cuerda calmándole y llevándolo a su lado cuidándolo de que el animal no pisase a su jinete tirado en el suelo.
—¡Bastardo! ¡¿Sabes a quién mierda le acabas de disparar?!-se revolcó el hombre en el suelo del desierto, con el sol dándole de lleno en el rostro, su arma a pocos pies de allí, su rostro reflejaba desesperación y quizá algo de miedo, nunca había visto a alguien disparar tan rápido.
El forajido se vió tentado a recoger el arma en el suelo, más no obedeció sus instintos, volvió a observar al cuerpo desangrándose en el suelo y se inclinó desde su caballo para hablarle bien claro.
—¿Y tú amigo? ¿Sabes quien mierda te acaba de disparar?-habló socarrón riendo en forma de burla y negando con la cabeza.
El hombre en el suelo jadeó adolorido apretando los ojos y presionándose el lugar donde fue disparado.
—Dile a tu jefe.- comenzó.- por que está más que claro que tú no eres dueño de estas tierras.-le echó otra ojeada al revólver.-Dile que Harry Cox anda por aquí.-sonrió al ver al hombre estremecerse por la pura mención de su nombre.- Y dile que no vengo en son de paz, 'che tlacuache igualao'.
El forajido tronó los labios y azotó las cuerdas contra el corcel, soltó el caballo contrario y el propio empezó a trotar cabalgando rápidamente lejos de ahí.
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A Pistola y Caballo
FanfictionEra 1913, las tierras eran frías, e infértiles, la viruela y la post-revolución dejaron al pueblo devastado, Nuevo México vivía una depresión económica inaudita, la muerte rondaba en cada esquina, sólo los más fuertes sobrevivían, o luchabas, o luch...