Ya quedaba poco para que la fría tarde se convirtiera en noche, y la doctora Briggitte Rowells seguía en el quirófano. El clima no acompañaba; llovisqueaba de vez en cuando y el cielo había estado nublado y gris durante toda la semana. Pese a la calefacción de la clínica veterinaria, Briggitte sentía que hacia tanto frio que se le podría congelar la sangre. Puede que eso fuera por el paisaje oscuro y sin vida que se advertía a través de la ventana, o por la tensión que le provocaba tener entre sus manos el último hilo de la vida de ese pobre mono enfermo.
Hacía ya más de un año que el Zoo de Central Park había cambiado de propietario, y des de entonces la doctora Rowells, jefa de veterinaria de la clínica Simon Stark, la más reconocida de Nueva York, no paraba de recibir animales enfermos y moribundos des del Zoo.
Des de monos, como el que Briggitte operaba hoy, a jirafas e hipopótamos. Algunos con claros sintomas de desnutrición y algunos casos con evidencias de maltrato físico, como el hurón que había perdido la vidael mes pasado en ese mismo quirófano. La veterinaria se escandalizaba cada vez que recibían un animal en esas condiciones, y no hacía más que preguntarse qué demonios pasaba en esa institución... Pero claro, no podía decir ni hacer nada, pues el contrato de confidencialidad que habían firmado el señor McDaniels, dueño de la institución animal y los gerentes de Simon Stark era estricto e inflexible, si algo de lo que pasaba en la clínica salía a la luz, les caerían demandas millonarias. Eso, pero, no hacía más que aumentar la curiosidad de la joven médico, pues no lograba imaginar que secreto guardaba McDaniels que valía tanto dinero...
Pero hablábamos de un mono narigudo enfermo, y de la cirujana que en esos momentos le abría en dos en un último intento desesperado para cambiar un destino que ya estaba sentenciado des de hacía más de una hora. Los latidos de su corazón se apagaron lentamente hasta que solo se pudo oír el pitido final, acompañado de una línea, más plana imposible, en la pantalla del monitor.
Por el chip de su nuca Briggitte pudo saber que ese ejemplar se llamaba Bobo. Rowells se lamentó mientras con un suspiro dejaba el cuerpo del narigudo en una bolsa blanca y desinfectaba la sala. Hay cosas que ni siquiera la mejor veterinaria del país puede cambiar, como la muerte de Bobo. Solto una pequeña lagrima invisible viendo su impotencia ante la situaccion, no podia creer que hubiera perdido otra vida...Lo que no sabia era que ese no seria el final del peludo simio.
Antes de salir de la clínica depositó el cadáver en un frigorífico especial y rellenó los papeles necesarios:
Nombre: Bobo
Especie: Mono Narigudo
Causa de la muerte: Parálisis completa de los órganos internos. Se desconoce la enfermedad que portaba.
Hora de la muerte: 20:46 día 29 de marzo
Al día siguiente estudiaría el cuerpo. El animal había llegado con moratones a lo largo de brazos y piernas, y con ataques cardiacos leves cada pocas horas. Cuando lo trajeron estaba convulsionando y tenía los ojos ensangrentados. Sudaba a mares. Todos sus órganos habían dejado de funcionar progresivamente pero de manera muy rápida, había sido imposible salvarlo. No habría podido ni que Scott, su compañero de trabajo (Y uno de los veterinarios más buenos que había en la clínica), hubiera estado allí para ayudarla. La muerte de ese mono había estado agónica y muy, muy dolorosa. Rowells no había visto nada igual en toda su carrera.
...
Cuando la joven veterinaria salió a la calle hacía aún más frio de lo que esperaba. Se tapó con el abrigo y cubrió su rostro con su bufanda. No llevaba gantes, gran descuido, por lo que sus dedos se empezaron a congelar rápidamente. Caminaba tan de prisa como podía por las calles vacías de Nueva York, con el viento de cara y las manos hundidas en los bolsillos. Decidió atravesar Centra Park para llegar a su apartamento. Aún contaban con n clima invernal, pero las noticias preveían un cambio drástico de las temperaturas en las próximas semanas, Briggitte no podía esperar a volver a ver el sol brillar después de ese largo y duro invierno.
Se paró frente a las puertas del Zoo. Los tres grandes arcos, las vallas de acero , el reloj y la campana presidiendo la portalada, las figuras a su alrededor... Bajo las nubes grises tenían un aspecto lúgubre y desolado, no parecía ese lugar tan avivado donde siempre había niños corriendo para ir a ver a los pingüinos, o gente comprando pretzels y nubes de azúcar. A esas horas no había rastros de vida humana, a excepción claro, de los vagabundos titubeantes que se podían avistar entre los árboles.
El viento parecía llorar por las esquinas de ese lugar abandonado.
Briggitte no pudo evitar preguntarse una vez más que era lo que pasaba en ese lugar que el propietario se esforzaba tanto en esconder. Realmente era la premisa ideal para una película de terror, pero ¿Hasta qué punto la realidad podía superar la ficción? ¿Por qué los animales llegaban a la clínica en esas condiciones? ¿Quién era en realidad Robert McDaniels? ¿Debía de veras preocuparse? ¿Debía alertar a la policía? No podía hacerlo, eso seguro, pero quizás podía hacer algo por su cuenta...
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GORILA ZOMBI
Science Fiction"Daba igual cuan buen científico fuera Robert McDaniels, sus experimentos no daban dinero así que para subsistir se vio obligado a aceptar la herencia de su padre: La dirección del Zoo de Centra Park, en Nueva York. Aún así McDaniels no abandonó sus...