UNA NOCHE INESPERADA (PARTE 2)

739 35 1
                                    

UNA NOCHE INESPERADA (PARTE 2)

Al día siguiente, cuando Blaine llegó a su taquilla, Sam estaba esperándolo.

– ¿Qué tal anoche? – Quiso saber el rubio.

– Nada. Desaparecistéis y yo al poco rato me fui a casa. – Respondió el moreno mientras abría la taquilla.

– Si, ya. Por eso tienes esas ojeras y ese chupón en el cuello.

– No he dicho a que casa fui... Ni que me fuera a dormir. – Dijo el ojimiel misterioso mientras sacaba unos libros y los metía en su bolso.

– ¿Tuviste sexo? – Preguntó Sam.

– Un caballero no habla de esas cosas... – Blaine cerró la taquilla. La sonrisa del chico traicionaba sus palabras.

– Ok.

Los dos se fueron a clase y no hablaron del tema en el resto del día. Al salir del McKinley vieron muchos chicos amontonados rodeando algo. Sin embargo, a Sam y Blaine no les interesaba saber lo que pasaba y siguieron caminando hasta que alguien llamó su atención.

– ¡Blaine!

– Sebastian, ¿Qué haces aquí?

– Vine a buscarte... Pensé que quizá querrías pasar la tarde conmigo en mi casa. – Dijo coqueto el castaño. Blaine miró a Sam.

– ¿Quién soy yo acaso? ¿Tu madre? Si quieres ir, vas... ¡No tienes que pedirme permiso! – Comentó el rubio.

– Íbamos a pasar la tarde juntos... – Dijo el moreno.

– Te cambio por Brit. – Después de decir esto, el chico se fue en busca de su novia.

– ¿Vienes entonces? – Preguntó esperanzado el ojiazul.

– Si – Respondió el ojimiel.

Los dos chicos se dirigieron hacia el tumulto de estudiantes. En ese momento se dio cuenta de que lo que todos miraban era el elegante coche negro descapotable de gama alta que estaba en el aparcamiento.

– Es mío. – Dijo de manera presuntuosa Sebastian.

Los dos chicos se montaron en el coche y fueron a casa de Smythe. Entraron en ella y se dirigieron a la sala principal.

– ¿Quieres algo? – Ofreció el anfitrion.

– Si... A ti. – Después de decir eso, Blaine acercó al castaño dándole un tirón a la corbata de su uniforme y besó al castaño con deseperación. El ojiazul dirigió sus manos directamente al trasero del moreno y se acercaron aún más, haciendo que su excitación creciera al notar el bulto que ambos tenían en los pantalones y provocando un sensual jadeo por parte de ambos. Las manos del moreno aflojaron el nudo de la corbata del Warbler y se separó un poco para decir:

– Creo que podemos encontrarle un uso a esto... – La imaginación de Sebastian viajó por todas las posibilidades que el objeto podría brindarles...

– Estoy ansioso por ver como lo usas... – Volvieron a besarse y Anderson le quitó la chaqueta del uniforme a su “amigo”. Smythe, para no quedarse atrás, le quitó el chaleco y la pajarita al ojimiel, asegurándose de que esta última quedara bien escondida. Se tumbaron en el sillón, Blaine esta vez quedó arriba y desabrochó la camisa del otro joven. Sus labios abandonaron la boca del castaño y comenzaron a bajar por el cuello. Sebastian había perdido toda la cordura, no podía articular palabra, sólo gemía de placer. Anderson le quitó la camisa y utilizó la corbata para sujetarle las manos, de manera que el Warbler no podía tocar al moreno. Ahora era el estudiante del McKinley el que llevaba el control. Terminó de quitarse la ropa y desvestir a su amante y, por segunda vez, volvieron a entregarse al placer.

Cuando terminaron, se quedaron desnudos abrazados debido al poco espacio que había. Ninguno de los dos se movía, a ninguno de los dos les molestaba la postura. Pasaron mucho tiempo así, puesto que sabían que nadie les molestaría, hasta que sonó el movil del moreno y éste respondió.

– Diga... No, estoy acompañado... ¿Qué quieres que te diga?... Estoy con Sebastian... Si no querías que te lo dijera, ¿que tenía que hacer? ¿Mentirte?... Si, nos hemos acostado... No, no es la primera vez... ¿Por qué cada vez que hablamos acabamos discutiendo?... Hemos roto, ¿Pretendes que me quede de brazos cruzados mientras tú estás con Adam?... Si tú tienes derecho a rehacer tu vida, ¿Por qué yo no?... Cometí un error... Será mejor que vuelva a lo que estaba haciendo... Si vamos a discutir cada vez que hablamos, mejor no hacerlo... Adios... Cuidate.

Blaine colgó, Sebastian no había perdido detalle de la conversación. Ambos estaban ahora sentados en el sillón, pero seguían desnudos. El moreno podía haber mentido, pero no lo había hecho.

– ¿Por qué no le has mentido? Tu vida sería mucho más fácil. – Dijo el castaño.

– No lo he hecho nunca. Si quisiera una relación basada en mentiras, jamás le habría dicho que le puse los cuernos. Me habría callado y seguiría siendo el novio perfecto.

– ¿Sigues enamorado de él? – El ojiazul no sabía por qué le daba miedo la respuesta a esta pregunta...

Una Noche Inesperada (Seblaine boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora