La vida huele a besos de jazmín

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—capítulo único—

by Noe Sweetway

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A sus veintiséis años, completamente solo en medio de aquel no precisamente amplio apartamento, Hanamaki se ha puesto a pensar en cómo fue que las cosas han cambiado tanto, y ahora está rodeado de un montón de cajas llenas de sus pertenencias, dispuesto a marcharse de aquel lugar, dejando atrás miles de situaciones que jamás podrá olvidar. Lleno de recuerdos agridulces que no cree poder superar.

Al menos, no pronto.

Admira por última vez aquella que había sido su habitación por tantos años y no puede más que sentir una inmensa nostalgia dentro de su ser. El enorme placard gastado y lleno de calcomanías comerciales, el piso polvoriento y las paredes con telas de araña, el enorme ventanal por donde ingresan plenamente los rayos solares y al lado del cual todavía quedan vestigios de aquel intento de enramada que Matsukawa había armado con sublime paciencia, para que pudieran florecer los jazmines que tanto valoraba por su suave y agradable aroma. Solía decir que le recordaban a Hanamaki, por ser tan alegres y ligeras, a lo que éste simplemente atinaba a responder con un resoplido y una risa (burlona) contenida.

—¿En serio te recuerdo a unas flores, Issei? Eso no es nada cool, hombre.

—Pues no, ¿sabes? Ellas me recuerdan a ti.

Y el 'Sí, lo que sea. Cuuursi' que siempre terminaba soltando Takahiro entre carcajadas, ahora le queda atorado en un nudo en la garganta, porque solo le hace recordar a Issei, que también terminaba riendo con él (más bien, terminaba riendo de su risa) y alegando 'Nunca lo entenderás, joder' con la mirada iluminada y solo dirigida a él, y ello le estruja el pecho increíblemente duro.

Porque todavía yace ahí el aroma de las flores, y el de Matsukawa, y todo lo que ello conlleva.

Sin darse cuenta, se encuentra cavilando (una vez más) en la vez que se conocieron. Club de voleibol, Aoba Johsai, dos chicos corrientes y de perfil bajo que no tenían con quién hablar: y eso fue todo. La primera conversación que tuvieron se basó en lo talentoso que era el prepotente armador recién llegado del Kitagawa Daiichi, y lo extraña que era su relación con su temperamental as. Más adelante, no pareció costarles mucho ponerse a comentar acerca del peculiar par, cada vez más a menudo. De alguna manera, los cuatro comenzaron a acercarse —especialmente, cuando el entrenamiento en Seijoh empezó a ser cada vez más y más estricto—, y se fue formando una gran amistad. De esas que a uno lo reconforta porque sabe que, a pesar del poco tiempo, el otro estará ahí en las penas y en las glorias. Sí. Había sacado la lotería, y, de un día para otro, se había acostumbrado a unir fuerzas con 'Mattsun' (gentileza de Oikawa) para darle con todo al bullying amigable —como ellos lo habían bautizado— dirigido a esos dos. Iwaizumi solía decirles, fastidiado, que eran una buena dupla. Oikawa a veces les proponía confabular en contra de Iwa-chan.

Hanamaki se divertía cada día. Disfrutaba del voleibol, reía con sus amigos, y todo estaba bien. Para el segundo año, le habían asignado la misma clase que a Matsukawa y, a raíz de eso, fueron volviéndose más unidos aún. Se reunían para hacer los trabajos escolares, veían películas y deportes en casa del otro, opinaban acerca de sus más bonitas compañeras de clase, inventaban ridículas teorías sobre la amistad de infancia/tensión sexual entre sus dos amigos. Todo. Realmente habían llegado a forjar un lazo demasiado fuerte. Y, con el correr del tiempo, Hanamaki había empezado a asustarse.

La vida huele a besos de jazmín [MatsuHana]Where stories live. Discover now