El restaurante.

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No fue hasta que puso la palabra fin que sintió esa familiar sensación de satisfacción personal; ese cosquilleo que se originaba desde su cerebelo y terminaba al final de su columna vertebral y aunque realmente tenía que admitir que lo que tenía enfrente no era superior a sus anteriores obras no significaba que no podía gozarlo.

Ese no era más que un día común en la vida de Peridot que silenciosamente festejaba la finalización de su quinto libro en tras años que se dedicaba a vender sus libros a las grandes masas. En ese sentido, ella no encontraba el éxtasis, aunque tampoco se quejaba en lo absoluto, después de todo el dinero que obtenía hacia que sus deudas desaparecieran y la sobrevivencia fuera un poco más llevadera de lo normal.

Se aseguró de guardar bien el documento en tres ocasiones para estirarse un poco y aliviar el dolor de su trasero que había sido aplastado en ese asiento por horas sin ninguna misericordia. Había valido la pena, incluso podía darse el lujo de mandar el manuscrito a su editora mañana ya que ese día era la fecha de entrega. Por ahora y tras pensarlo un poco mejor, sentía que debía hacer algo un poco diferente, recompensarse por su logro. Y ella sabía muy bien que hacer en un momento tan especial para esa ocasión.

Abandonando su pequeño estudio cerrando la puerta tres veces antes de dejarlo en paz fue a su habitación, que a comparación de los demás cuartos, ese no era un ejemplo claro de la soledad. Un pequeño perro mestizo estaba acostado plácidamente en la cama de su ama sin ninguna preocupación que lo aquejara. Cuando escucho el sonido de la puerta abrirse, sus orejas se alzaron expectantes al sonido para levantarse y encontrarse con su dueña que, como todos los días le llenaba de mimos.

—Hey Pumkin, ya. —A pesar de que parecía querer detener a su mascota, no daba muestras de ellos, le gustaba mucho—, vamos chico, todavía no te he dicho que haremos hoy para que te emociones tanto.

La chica no pudo reprimir cuando Pumkin dejo de lado sus mimos hacia ella para separarse, recuperar la "compostura" y sentarse sobre sus patas traseras para mirarla con tanta atención. Muchas veces se preguntaba cómo es que él podía entenderle demasiado bien a lo que ella decía o lo pedía. Pero ahora no era tiempo para divagar en la inteligencia canina por lo que decidió continuar.

— ¿Qué te parece si hoy salimos a comer tu y yo a nuestro lugar favorito? —preguntó a lo que el pequeño perro ladró animado, aceptando la invitación con la misma emoción como con la que fue invitado —. Bien, entonces tendrás que esperarme. —Acarició los pelos anaranjados y al levantarse, añadió —: espero que no te vayas sin mí —bromeó viendo como su mascota regresaba a la cama, haciéndole caso en esperar.

Abrió su armario para echar un vistazo al contenido que tenía adentro. No sería difícil encontrar algo en ese lugar, todo estaba completamente organizado, no obstante ¿Qué era específicamente lo que tenía que usar? ¿Casual o formal? ¿Acaso eso importaba? Era una celebración personal, no es que quisiera impresionar a nadie con algo tan banal como era el vestuario. Termino sacando una camisa de franela a cuadros de color verde y unos jeans que le quedaban sueltos para llevárselos al cuarto del baño que estaba al lado de la habitación.

El baño era el espacio más reducido del apartamento, sin embargo era lo suficiente para una persona por lo que realmente no le importaba sus dimensiones. Dejo su ropa en un lugar seguro de salpicaduras de agua para empezar a quitarse la que tenía puesta para doblarse y ponerla en un cesto que estaba debajo del lavamanos para entrar y darse el segundo baño del día. De algún modo el agua le relajaba e de forma inconsciente le hacía pensar en aquella persona que inevitablemente vería. Se tomó su tiempo, incluso más de lo necesario.

Fuera de la rutinaWhere stories live. Discover now