Acto 4

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ACTO IV

ESCENA PRIMERA

Celda de fray Lorenzo


(FRAY LORENZOy PARIS)


FRAY LORENZO.- ¿El jueves dices? Pronto es.
PARIS.- Así lo quiere Capuleto, y yo lo deseo también.
FRAY LORENZO.- ¿Y todavía no sabéis si la novia os quiere? Mala manera es ésa de hacer las cosas, a mi juicio. 

PARIS.- Ella no hace más que llorar por Teobaldo y no tiene tiempo para
pensar en amores, porque el amor huye de los duelos. A su padre le acongoja el
que ella se angustie tanto, y por eso quiere hacer la boda cuanto antes, para
atajar ese diluvio de lágrimas, que pudiera parecer mal a las gentes. Esa es la
razón de que nos apresuremos.
FRAY LORENZO (aparte). - ¡Ojalá no supiera yo las verdaderas causas de la
tardanza! Conde Paris, he aquí la dama que viene a mi celda.
PARIS.- Bien hallada, señora y esposa mía.
JULIETA.- Lo seré cuando me case.
PARIS.- Eso será muy pronto: el jueves.
JULIETA.- Será lo que sea.
PARIS.- Claro es. ¿Venís a confesaros con el padre?
JULIETA.- Con vos me confesaría, si os respondiera.
PARIS.- No me neguéis que me amáis.
JULIETA.- No os negaré que quiero al padre.
PARIS.- Y le confesaréis que me tenéis cariño.
JULIETA.- Más valdría tal confesión a espaldas vuestras, que cara a cara.
PARIS.- Las lágrimas marchitan vuestro rostro.
JULIETA.- Poco hacen mis lágrimas: no valía mucho mi rostro, antes que ellas
le ajasen...
PARIS.- Más la ofenden esas palabras que vuestro llanto.
JULIETA.- Señor, en la verdad no hay injuria, y más si se dice frente a frente.
PARIS.- Mío es ese rostro del cual decís mal.
JULIETA.- Vuestro será quizá, puesto que ya no es mío. Padre, ¿Podéis oírme
en confesión, o volveré al Avemaría?
FRAY LORENZO.- Pobre niña, dispuesto estoy a oírte ahora. Dejadnos solos,
conde.
PARIS.- No seré yo quien ponga obstáculos a tal devoción. Julieta, adiós. El
jueves muy temprano te despertaré. (Vase.)
JULIETA.- Cerrad la puerta, padre, y venid a llorar conmigo: ya no hay
esperanza ni remedio.
FRAY LORENZO.- Julieta, ya sé cuál es tu angustia, y también ella me tiene
sin alma. Sé que el jueves quieren casarte con el Conde.

JULIETA.- Padre, no me digáis que dicen tal cosa, si al mismo tiempo no 
discurrís en vuestra sabiduría y prudencia, algún modo de evit arlo. Y si vos no
me consoláis, yo con un puñal sabré remediarme. Vos, en nombre del Señor,
juntasteis mi mano con la de Romeo, y antes que esta mano, donde fue por vos
estampado su sello, consienta en otra unión, o yo mancille su fe, matarános este
hierro. Aconsejadme bien, o el hierro sentenciará el pleito que ni vuestras canas
ni vuestra ciencia saben resolver. No os detengáis; respondedme o muero...
FRAY LORENZO.- Hija mía, detente. Aún veo una esperanza, pero tan remota
y tan violenta, como es violenta tu situación actual. Pero ya que prefieres la
muerte a la boda con Paris, pasarás por algo que se parezca a la muerte. Si te
atreves a hacerlo, yo te daré el remedio.
JULIETA.- Padre, a trueque de no casarme con Paris, mandadme que me arroje
de lo alto de una torre, que recorra un camino infestado por bandoleros, que
habite y duerma entre sierpes y osos, o en un cementerio, entre huesos
humanos, que crujan por la noche, y amarillas calaveras, o enterradme con un
cadáver reciente. Todo lo haré, por terrib le que sea, antes que ser infiel al
juramento que hice a Romeo.
FRAY LORENZO.- Bien: vete a tu casa, fíngete alegre: di que te casarás con
Paris. Mañana es miércoles: por la noche quédate sola, sin que te acompañe ni
siquiera tu ama, y cuando estés acostada, bebe el licor que te doy en esta
ampolleta. Un sueño frío embargará tus miembros. No pulsarás ni alentarás, ni
darás señal alguna de vida. Huirá el color de tus rosados labios y mejillas, y le
sucederá una palidez térrea. Tus párpados se cerrarán como puertas de la
muerte que excluyen la luz del día, y tu cuerpo, quedará rígido, inmóvil, frío
como el mármol de un sepulcro. Así permanecerás cuarenta y dos horas justas,
y entonces despertarás como de un apacible sueño. A la mañana anterior habrá
venido el novio a despertarte, te habrá creído muerta, y ataviándote, según es
uso, con las mejores galas, te habrán llevado en ataúd abierto al sepulcro de los
Capuletos. Durante tu sueño, yo avisaré por carta a Romeo; él vendrá en
seguida, y velaremos juntos hasta que despiertes. Esa misma noche Romeo
volverá contigo a Mantua. Es el único modo de salvarte del peligro actual, si un
vano y mujeril temor no te detiene.
JULIETA.- Dame la ampolleta, y no hablemos de temores.
FRAY LORENZO.- Tómala. Valor y fortuna. Vo y a enviar a un lego con una carta a Mantua. 

Romeo y Julieta - William Shakespeare (completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora