Final

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-El nuevo ataque al parlamento sucedió el día 22. Atacamos al anochecer. Nuestro equipo contaba con más de 150 aliados. Es cruel contarlo como lo voy a hacer pero aniquilamos a muchos de ellos. La sangre corría por las calles como significado de nuestra victoria, o eso pensamos. Poco tiempo después los comercios a nuestro alrededor empezaron a explotar como venganza de nuestros rivales. En ese ataque perdí uno de mis ojos cuando un cristal de una ventana se me clavo en este. No sé cuantos de nuestros aliados murieron en ese repentino ataque. Quizás unos 30. El grupo empezó a reducirse poco a poco. Anochecía y la calle se volvía cada vez más fría. Aquella pequeña guerra estaba empezando a ser cada vez más dura. Katia, yo, y unos pocos aliados nos resguardamos en el sótano de una vieja casa esperando el amanecer. No había rastro de Teresa. La madrugada del 23 fue una de las más duras de mi vida. Nuestro equipo cargó los fusiles y nos dispusimos a continuar con la lucha. Salimos cuidadosamente del desván y nos asomamos desde una ventana a ver si los enemigos nos rodeaban. Pero no había nadie. Salimos en silencio. Todo vacío, todo tranquilo, todo...o mejor dicho, nada. Tanta tranquilidad me inquietaba. De repente oímos un tiro y fuimos corriendo hacia allí. Teresa y su equipo ya habían entrado en combate. Katia pegó el primer disparo y le dio a un enemigo que estaba a punto de disparar a Teresa. La salvó de nuevo. La batalla fue dura. Y para ser sinceros, tanto yo como mi único ojo nos estábamos empezando a resentir. Ganamos a aquel grupo pero aún nos quedaba mucho que demostrar. Corrimos hacia la ciudad en busca de nuevos enemigos para demostrar nuestro valor. Matamos algunos grupos más pero nuestro número de aliados también bajaba. Ahora éramos unos 40 como cuando empezó todo. La batalla se estaba cobrando muchas vidas y aún quedaba mucho. Anocheció de nuevo, pero nuestra lucha seguía en la intensa noche. La noche del 23 al 24 fuimos sorprendidos por nuestros enemigos mientras buscábamos refugio. Lo último que recuerdo es ver a los pocos aliados varones que quedaban vivos arrodillados para ser fusilados. En cuanto a nosotras, fuimos encarceladas por mandato de Don Augusto el cual se ha vuelto general y puso la excusa de que al ser mujeres podrían obligarnos a limpiar y a cocinar para ellos una vez cumplida la condena, pero sé que en realidad mintió para salvarnos. No es la mejor vida, pero fue muy valiente ayudándonos. Solo quedamos 5 mujeres, Teresa, Katia, Irene, Miele y yo. Al final no hemos podido lograr lo que te dije hermano,

-Pero luchasteis por cambiar las cosas y estos días quedaran grabados en los recuerdos de todos los ciudadanos.

-Gracias Mateo. Al menos, aquí estamos juntos, aunque nos separen unos barrotes.

-Me alegro de verte hermana.

-Y yo a ti hermano.


Cartas a mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora