Armonía de Madrugada

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Se quedó mirando al vacío durante un buen rato, guardando silencio. Cerró los ojos otra vez, tratando de volver a dormir por ya quizás tercera vez desde que abriera los ojos, pero fue en vano. Era de madrugada, probablemente alrededor de las tres, y tal y como llevaba ocurriendo de vez en cuando durante aquel último mes, se despertó sobresaltado, sudando frío.

Sin más, se sentó en la cama, quitando de su vista los mechones rosados que le impedían ver sin obstáculos, y quitó las sábanas. Quizás salir a dar una vuelta de noche no era mala idea, para despejar su mente del montón de recuerdos que se agolpaban a diario, ninguno de manera clara. Solo algunas sensaciones, que llegaban a ser entrañables. Acariciar la nuca de alguien sobre el propio pecho, dar un beso en los labios, sentir el calor del cuerpo contrario al momento de dormir... Había olvidado lo fuerte que era aquella necesidad de contacto físico para él, y parecía como si esta lluvia de recuerdos tratara de revivirla con tanta o igual fuerza como en el pasado.

Suspiró profundo antes de salir del cuarto. No sabía qué iba a hacer. Los últimos días se había quedado mirando al techo hasta que volvía el sueño, o al menos hasta que dejaba de atormentarlo la lluvia de memorias. Pero ahora que estaba ahí, caminando por la mansión con total calma, no sabía cómo mantener su mente ocupada. Necesitaba volver a dormir.


— "Quizás sea hambre", pensó en voz alta, caminando directamente hacia las escaleras para dirigirse a la cocina.


En Otowakan el silencio llegaba a ser incluso escalofriante durante las noches. Pero para Mozart, un ClassicaLoid que no parecía tener sentido del peligro, no era nada especial. Por eso, no le extrañó tampoco el traqueteo metálico que provenía de la cocina. Al contrario, empezó a caminar de puntillas, buscando la oportunidad perfecta para asustar a quien fuera que estuviera dentro de la cocina. Tras bajar las escaleras y llegar al primer piso, miró hacia la cocina, descubriendo la luz de esta encendida, y sonriéndose con picardía caminó hasta la puerta.

Abrió la puerta con extremo cuidado, tratando de no emitir siquiera un sonido para pasar desapercibido, y al mirar dentro para saber quién sería su víctima, vio la silueta alta y tonificada de Beethoven. Suspiró profundo; de todos los entes que vivían en esa casa, le había tocado el más duro de todos. Otro idiota sin sentido del peligro, como él. Pero sacudió la cabeza, convenciéndose de que aún siendo el peliplata podría asustarlo, al menos un poco. Caminó de puntillas hasta estar detrás de él, y luego de prepararse un instante, elevó la voz, gritando.


— NYAAAAAAAAAAAAAAA. —Beethoven se dio la vuelta como si hubiera sido nada.

— Ah, con que eras tú, Wolf. —habló el de ojos verdes con indiferencia. Mozart dejó caer sus hombros, rendido.

— Mooh, sabía que no te asustarías.

— ¿Se supone que debía asustarme? —Beethoven le miró sin comprender, bajando un poco la llama de la cocina, donde tenía puesta una pequeña cacerola.

— Al menos un poco, pero no importa. —el pelirrosa se apoyó con una mano en el mueble de la cocina, mientras que con la otra levantaba la tapa de la pequeña cacerola. Por aquel olor, tan característico, era evidente que el mayor prepararía su platillo favorito: la armonía negro azabache. Mas aún así, quedaba una interrogante— ¿Qué haces despierto a esta hora?"

— No podía dormir, así que vine a preparar gyozas. —replicó el más alto, mientras preparaba la masa para el aperitivo mencionado.

— Es muy propio de ti. —comentó el ojiceleste, soltando una risita socarrona al oír su respuesta.

Armonía de MadrugadaWhere stories live. Discover now