Capítulo XV

13.8K 1.3K 245
                                    

—Creo que es demasiado pronto para tomar una decisión.

—Ay, ya deja de quejarte —mencionó Sango intentando no reírse mientras veía a su esposo luchando por peinar a una de sus inquietas hijas—. Sólo lo dices porque eres un mal perdedor.

En efecto, Miroku había perdido la puesta y eso resultó un golpe muy duro para el monje, algo que Sango aún no podía dejaba de disfrutar. Así es, Inuyasha aceptó irse con Sesshomaru, aunque el hanyō dijo que sería por un corto periodo de tiempo y volvería. De todas formas, eso era algo que no estaban seguros, pero confiaban que Inuyasha podría cuidarse solo.

Sería difícil acostumbrarse a no tener al hanyō rondando los alrededores todos los días o apareciendo de la nada en su casa. Lo extrañarían, sin duda, pero esto era algo que Inuyasha debía hacer y eran consciente que no sería una despedida para siempre. La amistad que habían forjado se mantendría a pesar de la distancia y el paso del tiempo. A pesar de la partida de Inuyasha, Sango tenía muchas cosas por las que estar feliz y más ahora que ganó contra su marido. Resultaba muy divertido verlo intentando controlar a sus pequeñas hijas. Eran unas niñas muy dulces, pero llenas de una energía que parecía inagotable.

—Mamá —la llamó una de ellas—. ¿El tío perrito se va?

No pudo evitar reír cuando su hija le recordó esa forma en que ambas llamaban al hanyō. Alzó a la pequeña en sus brazos y le sonrió.

—Sólo será algún tiempo —aclaró con suavidad—. Después volverá a visitarnos o quizá vayamos nosotros.

—¡Sí, vamos! —festejaron las dos.

—Calma, niñas —intervino Miroku—. Primero, Inuyasha y Sesshomaru deben entenderse. Ahora son una pareja como mamá y papá, así que necesitan estar juntos.

—Esperemos que lo logren —suspiró Sango. Le deseaba lo mejor a Inuyasha, por más que supiera que este camino que eligió era largo y tortuoso.

Ambos salieron con sus niñas dispuestos a dirigirse a la cabaña de Kaede para despedirse de Inuyasha antes que partiera. ¿Quién diría que así se darían las cosas? El recuerdo de ellos viajando tras la pista de Naraku parecía tan distante y a la vez aún lo traían fresco en la piel. Por más que hubiese pasado algún tiempo desde entonces, muchas de esas imágenes y los sufridos recuerdos seguían dentro de ellos. Sin embargo, ahora tenían mucho por lo que seguir adelante y luchar. Sus vidas continuaban y no había otra opción más que avanzar.

Ellos, junto con Shippo y Kirara, habían sido testigos de la historia que vivió Inuyasha junto a esas personas que amó. No conocieron íntimamente a Kikyo, pero sí lucharon con ella y vieron el gran significado que tenía esa mujer para el hanyō. Con la que sí entablaron relación fue con Kagome y hasta el día de hoy la extrañaban. Una amiga con un gran corazón y muy bondadosa. Dejarla ir significó un duro golpe para Inuyasha, por más que éste quisiera demostrar lo contrario. Por más que discutieran seguido con él, deseaban que fuera feliz porque, después de todo lo que había pasado, se lo merecía. No estaban seguros si podría serlo con Sesshomaru, pero tampoco era algo imposible. Hubo momentos en los que derrotar a Naraku parecía algo realmente imposible y al final lo consiguieron, así que ¿tan malo sería darle una oportunidad a esta locura?

La caminata no fue nada larga, pero cuando llegaron se sorprendieron porque ni Inuyasha ni Sesshomaru estaban ahí. ¿Será que ya se habían marchado y no llegaron a despedirse? No, no podía ser. Inuyasha no se marcharía sin al menos verlos una vez. Aunque esa idea fue mitigada cuando vieron a Jaken allí y a Rin acariciando a ese yōkai de dos cabezas que solía acompañar a Sesshomaru.

—¿Llegamos tarde? —preguntó Miroku a Kohaku por las dudas.

—No —contestó—. Aunque no tenemos idea dónde se metieron.

Vínculo predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora