Una buena vida

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Era joven, tenia apenas 15 años, su inocencia se podría notar a cientos de metros de distancia, tan frágil y vulnerable ante los peligros de aquella ciudad, pero con una bondad tan grande como el tamaño de esta sin contar con su belleza. Te sentías bendecido con solo estar a su lado, se preocupaba por todos. Siempre la encontrabas ayudando; a sus ancianos vecinos, niños queriendo jugar con quien sea y perros sin hogar esperándola en la esquina de la calle que ella solía concurrir. Una hija ejemplar, sin mencionar la escuela claro esta. Por las tardes, después de terminar sus deberes iba como voluntaria al refugio animal o en la biblioteca leyendo, libro tras libro, historia tras historia. ¡Como amaba ese lugar!.

Todos sabían su rutina diaria, no había secretos, sus amigos siempre estuvieron al pendiente de ella sabiendo los peligros que obtenía gracias a su terrible inocencia.

Una tarde algo nublada como cualquier otra, sentada arrinconada de libros en la biblioteca, se había metido tanto en una historia que el tiempo pasó volando. Una llama la hizo volver a la realidad.

-¿hija?, estaba preocupado por ti, sabia que estabas en la biblioteca pero ya es algo tarde y pronto comenzara una tormenta, vuelve a casa pronto ¿de acuerdo?- la niña, algo apenada intento tranquilizar a su padre -lo siento papi, ya sabes como pasa el tiempo estando aquí, iré de inmediato.-

Su padre tenía razón, ya estaba demasiado oscuro pero aún el sol daba pequeños rayos de sol consumiendose poco a poco. La calle poco a poco iba perdiendo color, unas cuantas personas transitaban por ahí aunque en cualquier momento ellas podrían desaparecer de la nada. Caminaba lo mas rápido posible intentando no parecer preocupada, sentía un dolor en el pecho, tus sentidos se autorizaron y la adrenalina comenzó a correr por sus venas, seguía caminando intentando llegar a la estación de autobús, se sentiría mas segura estando allí.

Solo faltaban unos metros para poder respirar de nuevo cuando una extraña camioneta le llamó la atención, le hacia algo familiar. No estaba segura pero podría jurar que era la misma camioneta que había visto antes de entrar a la biblioteca, la misma que había dejado cuadras antes, y la misma que ahora estaba enfrente de ella con tres sujetos poco confiables dentro de ella. Entró en pánico, todo lo que le habían enseñado sus padres de como cuidarse sola en la calle lo había olvidado, todo en ese pequeño instante. La gente que hace poco había visto se fue, lo único que le quedaba era seguir caminando ocultando el pánico que poco a poco la paralizaba, se decía a sí misma que era una simple coincidencia y que solo exageraba, pero el miedo era más grande, ¡claro que no era una coincidencia!. Sentía como cada vez el peligro la acorralaba, quedándose sin opciones con el pasar de los segundos, suplicaba encontrar a alguien, cualquiera que le pudiera ayudar en ese momento.

Y sucedió. Había chocado contra algo, no, era un alguien. Una anciana, tan frágil igual o posiblemente mas que ella misma pero no le importó. La abrazo. La abrazo como si fuera un amigo que no había visto hace tiempo. La pobre viejita que pareciese que no soportaría la fuerza con la que la atrapó la niña le devolvió el abrazo. -¡Por favor!, no me suelte, tengo miedo.- Sin entender lo que sucedía la tranquilizó, como una madre que tranquiliza a su hijo en una tormenta.
De pronto escucho un pequeño susurro, se acercó un poco más a la anciana y sólo pudo escuchar las últimas palabras.-Aún no es tu tiempo pequeña.-
Sin saber a que se refería la pobre anciana que seguramente estaba mas perdida que ella, la joven se sintió mejor, como si el terror que sentía hasta hace poco nunca hubiera existido, como si esa pequeña y frágil anciana absorbiera todos sus miedos dejándole una inexplicable pero satisfactoria paz.

Por poco se olvidaba de la extraña camioneta, está, como si nada hubiera pasado siguió su camino. Estaba confundida, como tres posiblemente mantones se apiadaron de una anciana, podrían haber hecho lo mismo con ella. Quizá creyeron que no estaban solas y que había alguien más cuidadosos, o tal vez solo era su imaginación jugándole una cruel broma, aunque estaba casi segura que no era así. De cualquier forma estaba agradecida de esa viejita, en ese momento se convirtió en su ángel protector, un ángel para otro ángel.

Su ángel insistió en acompañarla hasta la parada de autobús. Llegaron y la muchacha muy agradecida se despidió, subió al autobús y fue a casa.

Ángeles volviendo a casa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora