Prefacio

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Sentada al fondo de la clase como siempre, con un suéter más grande que ella, con unas gafas que tapan por completo sus ojos, con una bufanda que cubre parte de su barbilla y boca. Siempre con los mismos accesorios, todos los días era lo mismo, gafas de color negras o cafés, bufandas de todos los colores que puedas imaginar, rojas, verdes, azules, rosadas, tenía cincuenta hasta donde pude contar hasta ahora.

En primer día de clases que la vi estaba en los pasillos junto a las taquillas, no tenía nada de esas cosas que tapan su rostro, incluso la escuche reír por algo que leía, su rostro se lleno de resplandor al momento de ver ese papel entre sus manos, pero todo cambio al entrar a clases estaba con gafas, una bufanda de color rojo y un suéter de dos tallas más grande.

Con el tiempo fui comprendiendo que serían escasas las ocasiones que dejaría que la vieran como era realmente, su piel, el color rosa de sus labios y el color miel que poseía en sus ojos dignos de admirar, algo que las demás personas no podrían entender por ellas mismas, ni por que les ofrecieran mil quetzales. Algo que me molesta mucho y me preguntaba era como las personas pueden llegar a tener tantos prejuicios; la sociedad nos clasifica por como nos vemos. La sociedad la pone a ella en el último escalón de prototipo de belleza, cuando deberían dejarse llevar por los sentimientos y no por como las personas se ven en el exterior.

Por ese motivo ella se escondía de las demás personas, no permitía que conocieran sus pensamientos.

Porque a pesar de esforzarse para encajar dentro y fuera del instituto, las demás personas rechazaban su opinión, herían su cuerpo, discriminaban su ser. Por no poder llegar a las expectativas de las chicas populares, porque su rostro no era lo suficientemente bonito para que a un chico le llamara la atención para nada más que burlarse de ella.

Por ese motivo ella lloraba en los baños cuando nadie la podía ver o escuchar, cuando todos los años después de las vacaciones, todos abrazaban a sus amigos; ella solo los veía esperando a que alguien se acercara a decir un ¡Hola! pero eso jamás sucedió, cuando todos iban a almorzar ella solía hacerlo debajo de un árbol sin nadie a su lado, cuando todas las chicas salían entre clases agarradas de la mano o hablando sobre el día anterior donde habían salido con algún chico, ella salía detrás de todas con la cabeza agachada. Cuando llegaba a casa corría a su habitación y se hundía en un rincón, preguntándole a Dios por que ella había nacido con tantos defectos, con tanta sensibilidad a los cambios de clima, a tener que tomar pastilla tras pastilla para no parar en el hospital con cientos de aparatos a su alrededor.

Llorando porque en todos estos años ninguna chica fue su amiga, porque todos los chicos la despreciaron alejándose de ella como si fuera algo inmundo que nadie quería tocar, llorando porque nadie podía entender por todo lo que ella vivía día a día, con constantes burlas y acosos, con palabras de desprecio; llorando y gritando que preferiría no estar en este mundo para ya no sentir dolor, para ya no recibir malos tratos por parte del mundo, por parte de esta sociedad que nunca le dio una oportunidad simplemente la clasifico y la desecho por su físico. Porque esta sociedad esta enfocaba solo en lo superficial; porque la sociedad no la podía ver como yo lo hacia.

-"Porque engañosa es la gracia y vana la hermosura".

Aprendiendo a Amar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora