Tercera parte.

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En el medio del verano todo el cielo era de oro, todo era de oro cuando el día conoció a la noche.



— Me estoy volviendo loco, Liam.— le dice Harry a su mejor amigo.

Liam hace rodar sus ojos.

— Estabas soñando, probablemente. Viste ese lindo chico en la calle y tu mente quedó deslumbrada, entonces te dio una recompensa por la noche soñando con él.

Es viernes por la tarde y Harry se encuentra con Liam en la cafetería de la universidad en una hora libre entre clases. Se conocen desde antes de empezar la facultad y está agradecido de eso, sino estaría allí sentado también, pero completamente solo.

Harry evitó contarle la parte en que eran las cuatro de la mañana y él estaba sentado en su cama llorando. Pero no podía sacarse de la cabeza el bonito castaño parado del otro lado de su puerta abierta, mirándolo con un rostro tranquilo y apenado, con el cabello húmedo y la piel fresca.

Cuando el chico se fue, atendiendo al sonido del timbre que sonaba, aún sabiendo que su casa no tiene timbre, y dejó la respuesta colgando de quién era, Harry inmediatamente se paró, asustado. Realmente estaba volviéndose loco. Estaba confirmado.

Una cosa era llorar y sentir derrumbarse por dentro por los problemas que enfrentaba. Una cosa era querer desaparecer de la faz de la tierra. Pero ¿ver a un chico extraño y que desencaja con el ambiente por segunda vez en el día? Las alucinaciones definitivamente eran un límite.

— Es que, Liam, yo estaba tranquilo en mi cuarto...— toma aire, — leyendo, sentado en mi cama, y éste chico de pronto aparece en mi puerta, con la piel morena y el cabello húmedo, ya sabes, como si se hubiese dado una ducha allí mismo, en mi casa y, ¿quién es?, lo pregunté y él sólo escapó al sonido del timbre.

— Podría ser un amigo de Ben, un hijo desconocido quizá. No lo sé, ¿lo hablaste con tu madre?

— Liam, ¡no tenemos timbre en casa! ¿Cómo podría haber sonado alguno?

Liam lo mira preocupado por un momento, como metiéndose en el relato, sintiéndolo suyo. Pero la expresión se borra en segundos.

— Puede haber sido una alarma de teléfono. Sabes, de esas notificaciones molestas y ruidosas. Tengo un tío que tiene la sirena de la policía para cuando su esposa llama. — el chico carcajea, pero luego mira a su mejor amigo, con el rostro fruncido en aflicción. — No lo sé, Harry. Habla con Ben, con tu madre. Estás ahogándote en un vaso de agua. No estás loco, eres el idiota más cuerdo que conozco.

— Liam, trabajas en un puto hospital de salud mental. Mejor dejemos el tema ahí.

Liam sigue riéndose cuando Harry calla. El tema se trunca y planean la noche.

Si bien Harry no es alguien que disfrute frecuentemente de las noches de alcohol y música ensordecedora, ahora siente una necesidad de embriagarse un poco y olvidarse de lo que lo aqueja. Si está por volverse loco, mejor hacerlo pasándola bien, se dice a sí mismo.

Es tarde por la noche cuando Harry ya va volcando el último shot de vodka en su garganta cuando las ganas de ir al baño lo atacan. Ya está lo suficientemente borracho para tambalearse en su camino al baño pero no lo suficiente para no recordar dónde éste quedaba.

La música suena muy fuerte pero en su mente embriagada suena de fondo, como si fuese en otra habitación. Hace calor y la humedad lo estaría volviendo loco si estuviese sobrio.

Luego de pasar por muchos cuerpos sudorosos y alcoholizados logra el objetivo de llegar a descargar su vejiga. El baño tiene un olor agrio y horrible en cuanto entra y el frío le hace abrir un poco los ojos, despejándolo de la bruma calurosa que hay en la pista de baile.

Pasa ignorando la silueta parada al lado del lavamanos y orina con tranquilidad, pero sosteniéndose de la pared. Cuando ya está cerrando nuevamente el cierre de su jean, una voz aguda y dulce lo asusta y desestabiliza.

— Ahora que terminaste de mear, ¿quién mierda eres?

El mundo de Harry se viene abajo en cuanto ve al castaño lindo parado junto al lavabo, justamente la misma silueta que hace instantes decidió ignorar.

Es el alcohol, se dice en un principio, pero, ¿qué tan loco sería encontrarte en el baño de hombres con un chico que hace días viste en la calle? Es probable, se dice.

El rostro del chico, que ahora nota tiene unos impresionantes y coloridos ojos azules, está arrugado en confusión, pero, viéndolo bien, Harry nota que es temor. No quiere que ese bello chico le tenga miedo.

— ¿Alguien que entró al baño? No sé qué responderte.— murmura Harry, agarrándose con más intensidad de la pared. De pronto su estómago da vueltas y la cabeza le pesa mucho.

— ¿Te parece normal haber entrado a mi baño mientras yo estoy dentro? Además, — dice, ya exasperado y preocupado,— él otro día no me dijiste quién eras y qué hacías en el cuarto de Carl. Ahora simplemente estás en nuestro baño. ¿Qué mierda?

Harry se acerca un poco más, con el ceño profundamente fruncido.

— ¿Quién mierda es Carl?— su voz suena más ronca de lo normal y, sabe, su expresión no es de las muy amistosas, entonces relaja su semblante y suspira hondo para no asustar al chico. — ¿Te refieres a cuando me viste...— evita la parte en dónde decía que lo había visto llorando,— en casa de mi madre? ¿Eres amigo de Ben?

Ahora Louis da un paso adelante, ¿Ben?

— ¿Yo en casa de tu madre? ¿De qué hablas?— Louis reflexiona sobre cómo el chico delante de él se ve y está claro que está alcoholizado, quizá más...— ¿Estás drogado, acaso?

— No— Harry se ofende. No quiere ser vinculado con drogas, de ninguna forma. — Creo que estoy volviéndome loco. No, perdón. Estoy volviéndome loco. Es afirmación. —sus manos de pronto se hacen puños y suben a su cabeza. El alcohol tiene la culpa, pero el terror es el detonador. —Basta, Harry, deja de hablar solo, maldita sea.

Louis observa cómo el rizado delante suyo empieza a dar leves golpes con sus puños en su cabeza, cómo parece más angustiado a medida que los segundos pasan. Su corazón duele y acorta el espacio entre ellos, tomándolo por las muñecas, evitando así los golpes.

— No te golpees— le murmura, con la voz más dulce que Harry haya escuchado. Su corazón salta loco en su pecho y la primer lágrima es derramada de sus ojos al ver al chico tan cerca suyo. Duele tenerlo cerca, porque a la vez lo siente lejos. A kilómetros de distancia. Está confundido. — ¿Has dicho que te llamas Harry?

El rizado asiente lentamente, con ese par de delicadas manos aún sosteniéndole los brazos, como dos esposas de las que no quiere librarse.

— Dime cómo te llamas— casi suplica Harry, perdiéndose en los más bellos ojos que alguna vez vio. — Dime dónde encontrarte, dime lo que sea.

Louis está dubitativo, totalmente confundido de quién es ese Harry en su baño, de por qué está tan roto, y, por sobre todo, por qué confía tanto en él aún así sin conocerlo. Louis quiere regalarle su corazón con un moño con solo ver los ojos verdes bañados en lágrimas.

—Mi nombre es Louis— su voz se apaga de tanta calidez que le agrega. —Y veo que ya sabes dónde encontrarme. Por algo estás en mi baño —se ríe lentamente, los ojos de Harry le recorren todo el rostro y su expresión parece adolorida pero muerde sus labios y sonríe, mostrándole a Louis una linda dentadura bordeada de elásticos y rojos labios.

La cordura de Harry lo agobia de pronto. —Yo estoy en el baño de un club. ¿por qué dices que estoy en el baño de tu casa?

La puerta del baño se estampa contra la pared de al lado en cuanto un Liam riendo a carcajadas entra. La risa se corta en cuanto ve a Harry mirando hacia la nada misma, con sus manos en el aire.

— ¿Estás bien?— murmura, preocupándose. Harry abre y cierra los ojos.

Louis no está más. El frío en sus antebrazos es doloroso cuando aquellas manos no lo sostienen más.

Harry se siente perdido, exhausto y totalmente demente.

— En cuanto sea paciente en el hospital psiquiátrico, trátame bien, amigo. — murmura.

The day and the night [Larry]Where stories live. Discover now