Playlist:
Names —radical face/ Family portrait —radical face/ Mars —sleeping at last/ A pound of flesh —radical face/ Even my dad does sometimes —Ed Sheeran/ West —sleeping at last
La estación de tren era un océano embravecido de personas. Los uniformes rojos de los soldados a punto de partir se veían como un borrón cuando abrazaban a sus seres queridos con fuerza para hacer que el momento dure lo máximo posible. El silbato de la estación sonó, anunciando que el tren pronto partiría, y ahogó el bullicio de las voces por un instante.
Travis respiró profundamente y sus pulmones silbaron. Miró a Sean a los ojos, iguales a los suyos, y no lo pudo encontrar entre esa ropa tan pulcra, la boina negra sobre la cabeza rapada y los hombros derechos. En menos de tres meses habían convertido a su pequeño hermano en una persona irreconocible entre la multitud, en un soldado.
—¿Tienes todo lo necesario? —preguntó Travis.
Sean asintió y golpeó el bolso con el costado del pie.
—Lo revisé todo dos veces.
Travis apretó los labios para no toser. Se miraron a los ojos unos momentos y aportaron la vista para evitar la incomodidad donde las palabras de ambos estaban atragantadas en sus gargantas.
—Cuídate, ¿sí? Por favor —dijo Travis finalmente con voz ahogada, buscando la mirada de su hermano. Movió el collar de su madre entre los dedos en ese infantil acto reflejo tan suyo.
La mandíbula de Sean comenzó a temblar un poco, y apartó la mirada más allá del hombro de Travis.
—No, Travis. Sin lágrimas. Acordamos que no habría lágrimas —se las arregló para decir con una sonrisa forzada.
Travis rió. Una lágrima rebelde se escapó y la limpió con rapidez con la palma de la mano.
—Lo sé, lo siento. No puedo evitarlo. Ven aquí, Grandulón.
Travis lo abrazó sin esperar una aprobación. Sean cerró los ojos y se aferró a su hermano como si se estuviera fundiendo en él.
—Recuerda escribirme siempre que puedas. Hazme saber que sigues vivo —dijo cuando se separaron y le golpeó el pecho.
Sean lazó una risa seca.
—Lo haré. Y tú escríbeme para contarme cómo vas mejorando, ¿sí?
El silbato del tren volvió a sonar y los últimos soldados comenzaron a abordar. Travis notó que no eran mucho más grandes que Sean.
El menor tomó el bolso y lo cargó sobre su hombro. Le sonrió a Travis y él se preguntó cómo habían llegado a esa situación. Sean seguía siendo un maldito niño, y los niños no debían ir a la guerra. ¿Qué clase de mente enferma podía permitirlo? ¿Cómo Dios podía permitir una guerra?
Travis volvió a jugar con el collar bajo la mirada atenta de Sean. Él sabía que solo tocaba el collar cuando algo importante le estaba dando vueltas por la cabeza o le preocupaba; era su posesión más preciada y no dejaba que nadie la tocara, ni siquiera Sean. Pero entonces se desabrochó la cadena detrás del cuello y extendió la mano para que él tomara el collar, con la piedra verde de mar colgando entre sus dedos.
—Siempre lo tenía mamá, pero papá me lo regaló cuando murió —dijo Travis—. Ahora quiero que tú lo tengas. Como un recuerdo. Algo a lo que aferrarte cuando las cosas se pongan feas.
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Buscando el camino a casa
General FictionLuego de la muerte de Colette, la familia Clarkson nunca volvió a ser la misma. Seis años después de aquel terrible suceso y sumidos en el límite de la pobreza por culpa de la guerra que no hace más que extenderse, Sean, el más pequeño de los dos he...