Estaban por ser las 4 de la madrugada y en el orfanato de Doncaster, el silencio era su mejor amigo junto a la oscuridad. Todos dormían y las que trabajaban ahí no tenían apuros en despertar aquel día.
La madrugada anterior no había sido buena para las personas del orfanato y menos para los niños, había sido una difícil noche llena de silenciosos llantos.
–Lou.. –murmuró un pequeño que comenzaba a removerse bajo las mantas. –Lou.. –volvió a murmurar y esta vez abrió los ojos, inundándose por la oscuridad de su habitación.
Miró hacia los lados, buscando algo de luz y al no hallar nada el miedo lo invadió por completo y comenzó a respirar de manera entrecortada.
La imaginación es tu peor enemiga en la oscuridad, dicen, y así es.
El pequeño se imaginaba que debajo de la cama encontraría un monstruo que se lo devoraría en un dos por tres, sin darle oportunidad alguna a pedir ayuda o, que vería algo que lo espantaría.
Su única ayuda como siempre, era llamar a Lou. Tomó una bocanada de aire y armándose de valor gritó:
–¡Louis!
Nada.
Intentó nuevamente.
–¡Louis!
Y guardó silencio, esperando una respuesta por parte de su amigo. Cuando nada llegó, lágrimas comenzaron descender de sus ojitos verdes y débiles sollozos llenaron la habitación. Se tapó su rostro con sus manitas e intentó acallar su llanto, se acurrucó en la cama y trató de pensar en las palabras que siempre le decía Louis cada vez que despertaba y él oía su llamado.
" –Hazza, mhm.. En las noches aunque no esté a tu lado siempre te cuidaré pero tienes que saber que no siempre puedo escuchar tus llamados. Mi habitación queda lejos de la tuya, así que quiero que esas veces tomes todo tu valor, te levantes de tu cama e ignorando el miedo vayas a mi habitación, recuerda que esos monstruos son sólo de tu imaginación y no existen. Tú puedes hacer eso, ¿verdad?".
Y le había dicho que sí y ahora tenía que cumplirlo, se quitó las manos del rostro y se sentó en su cama, temeroso. Se bajó de esta y comenzó a tocar todo a su alrededor para no golpearse con algo.
Cuando encontró la puerta se puso de puntitas para alcanzar el pomo y la giró para luego salir rápidamente. Sentía su corazón latir a mil y al ver la luz del pasillo sonrío totalmente orgulloso de él mismo.
Puede que eso para un adulto sea una tontería pero para él era uno de sus mayores logros, Lou tenía razón. No había nada que temer.
Cuando le cuente estará orgulloso de mi, pensó.
Suspiró y volvió a lo suyo, miró hacía los lados y trató de recordar que puerta tenía que abrir. Con Louis todo le era más fácil, el mayor siempre lo tomaba de la mano y lo llevaba a su habitación, él tan sólo lo seguía.
Caminó y abrió la segunda puerta que estaba frente a él, vio a los niños durmiendo y la cerró sintiéndose decepcionado. Intentó con la siguiente y nada, con la cuarta y al abrir la puerta vio que la cama se encontraba perfectamente hecha y no había rastro de alguien ahí. Frunciendo el ceño algo extrañado, se adentró a la habitación y un aroma muy conocido entró por sus fosas nasales.
Louis, pensó al instante.
Dejó la puerta abierta y comenzó a registrar todo, abrió su mueble y al ver una camiseta de Spiderman con unas manchas de tempera naranja, supo que esa era la habitación de Louis.
Sonrío emocionado y se lanzó en la cama con los brazos abiertos, iba a esperar a Lou hasta que llegara.
(...)