El demonio se vuelve

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Era un día de mudanza familiar. Mis abuelos eran bastante mayores y necesitaban vivir en un piso al cual se pudiera acceder en ascensor o fuese un bajo. Había sido algo difícil convencerles, pero la persistencia de sus tres hijos consiguió que diesen finalmente su brazo a torcer. Ahora les esperaba un hogar más céntrico en la misma ciudad, lleno de oportunidades

Durante la mudanza, todos colaborábamos empaquetando objetos de todo tipo en cajas.

—Envuelve ese bien —ordenó mi madre—, mientras yo forraba una figura de porcelana con plástico cubierto por burbujas rellenas de aire. Nunca había tenido buenas habilidades manuales, pero al menos me esforzaba.

Una vez cumplí mi cometido y hube envuelto, libros, figuras e incluso una cubertería completa, mi tía me pidió que esperase en el portal y que dejase la puerta abierta porque ellos pronto bajarían las escaleras con varias cajas llenas, para depositarlas dentro de una furgoneta. Ellos creían que yo no tenía fuerza suficiente como para bajar tres pisos con las cajas más pesadas, aunque sí me dieron una ligera para bajar con cuidado. En el portal suspiré, jadeé y noté mis brazos cansados, por lo que decidí darles la razón a mis familiares. Era mejor que ellos bajasen el resto de cosas.

Cuando estaba a punto de abrir la puerta y poner una caja detrás para que se mantuviese abierta, noté una presencia extraña. No había oído pasos, pero algo me indicaba que había alguien detrás de mí. Extrañado, me giré y me sorprendí mucho al ver una señora de avanzada edad vestida completamente de rojo. Su conjunto de dos piezas escarlata relucía junto a sus zapatos, del mismo color. Por último, sus labios eran color carmín; todo en ella era extraño, casi místico. Fijándose en mí, carraspeó y emitió unas palabras que jamás podré olvidar.

—Si cierras la puerta el demonio se vuelve —dijo la desconocida mirándome con seriedad. No hubo un saludo cordial, ni presentaciones o preguntas. Solo esa frase extraña. Tras hablar salió por la puerta y se alejó contoneándose. Esta vez sus tacones eran perfectamente audibles al impactar contra el suelo repetidamente.

Tuve una sensación extraña y pensé que aquella mujer no era un alma corriente. Temeroso, moví lejos la caja que permitía que la puerta permaneciera abierta y la cerré rápidamente. No pude evitar quedarme pensando en sus palabras, Si cierras la puerta el demonio se vuelve..., ¿Acaso ella...?

Relatos muy brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora