Capitulo 9

191 14 0
                                    

«Tú empezaste el juego, yo lo terminaré.»

―Yam

Ramiro cerró los ojos y aproveché para salir de mi asombro. Él finalmente me pediría algo, ¡aleluya! Pero... ¿por qué no abría los ojos de una vez? Contemplé su rostro; los párpados cerrados detrás de sus anteojos, el color rojizo subiendo por su cuello hasta las mejillas y sus labios apretados con fuerza.

―¿Estás bien? ―indagué después de un minuto viéndolo en ese estado.

No respondió pero pude apreciar el momento exacto en que su ceño se frunció y retrocedió un paso. Sus ojos se abrieron.

―Ramiro―susurré preocupada por su expresión de espanto―. ¿Qué sucede? Te ves pálido ―dije lentamente, viendo algo nuevo en su mirada.

Él estaba pidiéndome ayuda con sus ojos. ¿Ayuda para qué? Quise tener el poder para leer su mente, descifrar el pensamiento que se encontraba detrás de esos verdosos mas marrones ojos, el por qué del temor que alojaba su frente arrugada. Pero no pude adivinarlo y él no parecía dispuesto a hablar.

Parecía como si quisiera decirme algo. Pero ¿qué? ¿De qué habíamos estado hablando? Retrocedí a sus últimas palabras, él accediendo a pedirme algo, y tuve la necesidad de hablar.

―¿Qué es lo que quieres pedirme?

―No puedo. En serio, no puedo ―lo oí decir con voz temblorosa.

―¿No puedes qué? ―inquirí.

―Pedirte ese algo ―siseó.

Sonreí por su repentino e intenso rubor. Estaba avergonzado.

―¡Por Dios! ―dije entre risas―, sólo pídemelo, ¿sí? No importa si quieres unas pantuflas con corazones rosados, ni un disco de Justin Bieber, o unos pendientes de abuela para ponerte tú mismo, Ramiro. Sólo dilo, no te juzgaré. Es más, intentaré hacer lo posible por conseguirlo rápido ―alegué.

―Cierra los ojos ―murmuró tragando con fuerza.

Vi la nuez de Adán moviéndose en su garganta.

―¿Qué? ―musité confundida.

―Que cierres los ojos ―me repitió. Miré a través de sus ojos y sentí mi piel cobrar color―. Hazlo ―pidió con su voz implorando que le hiciera caso.

Y mierda. Le hice caso.

―Ya cerré los ojos ―dije oyendo cómo el sonido de los pocos autos que quedaban alrededor se iba desvaneciendo―. Ahora dime qué es lo que quieres, porque si no abriré los ojos y te juro que no dejaré de seguirte hasta que hayas decidido qué pedirme. Prometo que estaré detrás de ti toda la vida si es necesario, pero no puedo aguantar más la culpa de haber hecho que llores delante de todos y... ―mis palabras fueron amortiguadas por un rápido y suave calor sobre mis labios.

Y momento después, sentí un par de manos acunando mi rostro. Mis ojos se abrieron de par en par y quedé extasiada ante la imagen de Ramiro separándose de mi rostro.

―Ciérralos ―susurró haciendo que su aliento chocara con mis labios.

¿Por qué diablos él me estaba besando, diciendo que hacer, y yo le hacía caso? Dejé que mis ojos se cerraran, y cuando sus labios hicieron contacto con los míos nuevamente, mi pulso se disparó.

Diablos. Ramiro Ponce me estaba besando torpemente y se sentía maravilloso. No fue su sabor filtrándose a mi cuerpo lo que me hizo estremecer, ni sus manos sujetándome y empujándome hacia él lo que me hizo corresponderle. Fue la paciencia y tranquilidad con que besó lo que liberó un sinfín de mariposas en mi interior. Sus labios se entreabrían para mí, sus dientes mordían mi labio inferior con ternura, su lengua luchaba contra la mía por poseer un poder ilegal. Era el paraíso en el infierno.

Estúpido Ramiro | YAMIROWhere stories live. Discover now