Satan is Gay |L.S.|

Uno.

El cuerpo de Louis dolía, lo cual era extraño, ya que el no sentía su cuerpo, se sentía ligero, extrañamente tranquilo y bastante confundido. ¿Por qué? Simple, se estaba viendo a sí mismo tendido sobre una camilla con diversos tubos, varillas metálicas y agujas conectadas a su cuerpo. No había nadie más en esa extraña habitación totalmente blanca. Solo él y su cuerpo tendido frente a sí.

¿Qué estaba pasando?

No lo sabía, no encontraba una respuesta coherente ante los sucesos que estaba experimentando.

—Eres tú –dijo una voz a sus espaldas. Louis giró y la encaró. Un hombre castaño con unos lentes de pasta negra y un traje azul marino era el que había hablado.

—Lo sé, me he visto en el espejo. Pero quiero saber, ¿qué demonios es esto? ¿Por qué estoy así? –señaló a su cuerpo en la camilla.

El hombre sonrió débilmente. —Estás muerto –admitió.

Louis se congeló en su lugar. Incapaz de responder. Razonó un momento lo que el ajeno a él había dicho.

Louis sonrió.
—Vaya, al fin sucedió –pusó ambas manos en sus caderas y descansó la mayor parte de su peso sobre su pierna izquierda. —Me ha tomado tiempo conseguirlo –dijo a el joven frente a él.

El ajeno a Louis sonrió. —Mi nombre es Liam, Louis y, seré tu guía en esta ocasión. Bueno, seré tu guía hasta que entiendas como funciona esto de la vida después de la muerte.

El nombrado asintió. —Bien, supongo que es momento de evaluar mis pecados frente a Dios ¿verdad? –se burló.

—No, así no funciona, es un tanto, ahm, diferente –dijo, enseguida sacó una carpeta de su espalda. Louis observó asombrado. —Bien, veamos –Liam comenzó a hojear la carpeta. —Según esto serás llevado directamente a tu sección.

—¿Mi sección?

—Así es –Liam observó la confusión en el rostro de el castaño ojiazul. —Me ahorraré las explicaciones estúpidas que nos hacen decir aquí, existen dos secciones en la vida después de la muerte –Liam comenzó a caminar, saliendo por la puerta de la blanca habitación, Louis por instinto lo siguió. Al atravesar la puerta ambos se encontraban en un solitario puente, demasiado brilloso para su gusto. Eran los únicos en el lugar.
—Estas dos secciones, son el cielo y e...

—El infierno –interrumpió el ojiazul.
Liam asintió.

—Así es, y justo ahora te llevaré al lugar donde perteneces. Solo quiero que sepas que ninguno de los dos lugares son como los humanos los describen, ¿Entiendes? –Liam esperaba atento una respuesta.

—Si, entiendo. ¿A dónde iré yo? –cuestionó curioso, tratando de disimular el hecho de que estaba asustado.

El guía se acercó a él, le dedicó una sonrisa y palmó su espalda. —Tranquilo. Solo irás al infierno –dicho esto Liam volvió a palmear la espalda de Louis. De repente Liam ya no estaba frente a él, ahora se encontraba en medio de la calle de algún tipo de ciudad con un cielo anaranjado con fragmentos amarillos, ambos colores combinando entre sí, formando una imperfecta armonía.

Louis comenzó a caminar la calle sobre la que estaba. Observaba a las personas a su alrededor, vagando tranquilamente a su lado, justo como en las calles de Londres, su lugar de origen. Caminó un largo rato, pensando en el por qué había terminado en el infierno. Aunque trataba de buscar una respuesta no la encontraba.

Se armó de valor y se acercó a una joven de cabello pelirrojo que descansaba en una banca al lado de la que suponía era algún tipo de avenida. —¿Disculpa? –llamó.