Seducida por las sombras.
Un ruido rebotó en lo hondo de mi cráneo. Me moví incomoda, adolorida. No fue mucho lo que pude hacer. Con cada intento era como si me golpeara las costillas con un mazo. Mis brazos tiritaron. Por más que ordené a mi subconsciente a abrir los ojos, fue inútil. Seguía estando absorbida por esa bruma oscura. Ese limbo de negrura que me llamaba, me seducía. Sería tan fácil dar el primer paso... tan simple como dejarme ir. Flotar hacia esas sombras sin dolor... Solo dejarme caer...
Retazos de imágenes me golpearon sin piedad, trasponiéndose una sobre otra igual que una biografía de mi vida antes de la muerte. Entre ellas los últimos vestigios de lo sucedido: la sombra, mis repentinas heridas surgidas de la nada. ¿Qué me había pasado? ¿Seguía en el estacionamiento o Axel me había encontrado? ¿Quién era el misterioso chico? ¡¿Qué me había atacado?!
Todo era desconcertante. Me sentí abrumada. Los sucesos inconexos seguían abarrotando mi mente. En una de ellas me vi a mi misma fuera de mi cuerpo. Estaba dibujando en la habitación de nuestra casa en Brooklyn. Si me inclinaba un poco más podía ver qué era lo que hacía con tanto enfoque: un retrato. El esbozo de una silueta masculina.
Recordé perfectamente cuando había sucedido: hacía tres años, en nuestra reciente mudanza. No lo olvidaría porque aquel día comenzaron mis pesadillas con una peligrosa figura que me advertía. Un hombre de negro que prometía destruirme. De alguna forma, no podía sacármelo de la cabeza. Había decidido llamarlo «el caballero de negro» porque nunca veía su rostro, solo su figura oscura, hostil; su mirada llameante con odio.
En las siguientes secuencias todo pasó más rápido. Volví a verme encorvada sobre el escritorio de mi habitación a medianoche. Mis dedos moviéndose con frenesís en las hojas trazando curvas, rayas; dándole forma a mi pesadilla, buscándole un ángulo al desconocido. Si me esforzaba podía oír mi voz trémula, agónica:
El caballero de negro se erguía como un magistral jinete sobre el caballo cual obsidiana. Sus cabellos se mecían con el aire y el cielo se abría en dos cuando...
¿Cuándo qué? ¿Por qué no podía recordar esa parte?
El aire me faltó. Las cosas se volvieron más confusas. Las efigies se distorsionaron hasta desaparecer igual que un borrón. Mis sentidos se alertaron. Comencé a ser consciente de lo que me rodeaba. La bruma de recuerdos me dejó a la deriva. Los latidos en mi tórax aceleraban, acompasaban mi respiración. Escuché voces. Pitidos agudos. Aferré los dedos a un pedazo de tela áspera. Los fulgores resplandecientes dañaban mis córneas a través del parpado. El olor de antisépticos rodeándome provocó cosquillas en mi nariz. Mi cuerpo se sentía frío. Continuaba aterrada pese a que el dolor había disminuido.
Quería abrir los ojos. Quería gritar. Quería apartarme de quien fuera que presionara sus manos en las mías hasta que sentí ese familiar olor a talco de bebé y especias. Mi pulso se tranquilizó. Mis parpados orbitaron con el movimiento de mis ojos como si fuera el aleteo de una mariposa antes de romper su capullo. Fruncí la nariz más consciente de lo que sucedía: un ruido lejano. Destellos de luces enceguecedoras. ¿Eso eran... sirenas? ¿Bocinas? ¿Voces de personas?
La cabeza punzaba cada dos segundos. Mi boca parecía estar sellada con pegamento. El aire se sentía limpio dentro de mis pulmones. ¿Estaría muriéndome?
Por Dios, no quería morir. ¡Y mucho menos al ser atacada por una especie de monstruo de película! ¡¿Qué le pasaba al mundo que parecía estar de revés?! Cosas como esa se suponían que no le sucedían a la gente común y mediocre como yo. Eso es algo que esperarías leer en las novelas JLA* no en la jodida vida de una adolescente.
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La dama más oscura ©
FantasiaEs oscuro y aterrador. Es cruel y malditamente hermoso. Es ese ángel de alas negras que ha venido a destruir mi mundo... El único capaz de reducirme a cenizas. •Saga: Los Artefactos Oscuros I• Créditos de portada: @EiraDHania. Todos los derechos...